1

646 51 76
                                    

Malú
Mis pies tocan la cálida arena y nuestras risas acompañan el sonido de las olas. Sigo corriendo por toda la playa solitaria para evitar ser atrapada, sus brazos me agarran por la cintura y me lleva hacia el agua cristalina. Nos sumerge sin soltarme, nuestras ropas quedan empapadas y le salpico cuando salimos a la superficie, haciéndome la enojada. Él rie a carcajadas antes de tomar mi rostro en sus grandes manos y me besa con tanta ternura que me hace ver las estrellas.

Unos ladridos hacen que abandone el sueño, suelto un quejido debido a la pereza y me estiro antes de buscar al culpable. Dowey, mi cachorro, está parado en sus dos patas y halando la cobija para despertarme. Rio por ello y lo alzo con cuidado, dándole algunos besos como saludo.

—Malú, levántate rápido —escucho tras la puerta blanca de la habitación, es Ryder, mi odioso hermano mayor—. Tienes media hora para bajar o te vas a pie.

Resoplo con molestia, eso me pasa por no traer mi auto.

Voy como un cohete hacia el baño y empiezo a prepararme para el día con una ducha fría, uh, eso rimó. Al terminar agarro el uniforme de la universidad, este consiste en una falda gris, una camisa blanca de mangas largas, una corbata azul, los zapatos y medias de color blanco y un blazer negro con el escudo, sin embargo, también usamos un suéter de beige, eso depende del clima y la comodidad de cada estudiante. Desde que estaba en la secundaria rogaba por no usar más uniforme, pero al abuelo se le ocurrió inscribirme a una universidad privada, así que mis plegarias se fueron al carajo. Por lo menos el uniforme es bonito.

Me recojo el cabello en dos coletas, sí, como una niña chiquita a pesar de tener diecinueve años. No me aplico maquillaje porque gracias a mi dermatólogo, tengo la piel suave y sin acné, solo con unas cuantas pecas. Además de que olvidé la cosmetiquera en la residencia estudiantil.

Guardo todas las cosas en la maleta pequeña que había traído y me dispongo a organizar la habitación. Salgo junto a Dowey y lleno con comida su tazón mientras yo voy a la cocina por el desayuno, no obstante, solo veo a Ryder revisando su teléfono y a Helena, nuestra nana, preparando unos tazones con fruta. ¿Por qué no hay rastro del abuelo?

—Buenos días...

—Antes de que lo preguntes, recibió una llamada urgente desde Italia y se marchó en la madrugada —responde seco y sin mirarme, toda su atención está centrada en el móvil y no parece estar contento.

—Como que no follaste bien anoche —pronuncio en voz baja al sentarme, pero él alcanza a escucharlo.

—Eres una maleducada y grosera, Maria Lucía —ruge como el ogro que es, provocando que yo ruede los ojos—. Cada día estás mas insoportable.

—Y tú más aburrido y amargado.

—¿Otra vez discutiendo? Cada vez que lo hacen me da jaqueca —los dos murmuramos una disculpa para Helena, quien sirve nuestros desayunos con un zumo de naranja—. Tengo la fe de que algún día volverán a ser los mismos de antes.

—Dile a él que deje de fingir ser alguien que no es.

—Dile a ella que deje de ser tan incompetente e inservible.

Puedo notar la decepción en los ojos de Helena, cosa que me hizo sentir mal, es evidente que está harta de las discusiones. La verdad no me duelen las cosas que Ryder dice, desde hace casi ocho años las estoy escuchando y ya no tienen ningún efecto sobre mí.

—¿Podrías empacar mi desayuno, Hele? Ya no me apetece comer aquí —me levanto de la silla y voy hacia la sala, esperando a que Helena me entregue la comida. Unos minutos después aparece, tomo las cosas y la correa de Dowey para marcharme. Me despido de ella y justo cuando agarro el pomo de la puerta, escucho su dulce voz.

Astoria [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora