Los encuentros con Ignacio Romero

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Las dos referencias que tengo sobre el cubo me las suministró Ignacio Romero; la primera producto de algunos documentos a los cuales tuvo acceso en Argentina en relación a un supuesto prófugo nazi; la segunda, gracias a un viaje que el mismo Romero realizó por una indeterminada isla del pacífico en las inmediaciones de Oceanía. Transcribo estas notas, no por la convicción sobre la existencia de la estructura a que se hace referencia en ellas, sino por las extrañas circunstancias que rodearon a Ignacio hasta su desaparición y que parecen haberse extendido hasta mi propia persona. Todo lo que narraré me parecen anécdotas ficticias e incluso fantásticas, pero la insistencia en la desaparición de estas "evidencias" me resulta aún más notorio. Para facilidad del lector respetaré la cronología de los sucesos, aunque algo relataré de sus apariciones.

A mediados de abril de 2009 (única fecha de nuestros encuentros que no alcancé a registrar con exactitud) Ignacio Romero me pidió que nos encontrásemos en algún café; el tono de su voz al teléfono reclamó premura y discreción. Acordamos vernos al día siguiente por las inmediaciones de la Candelaria. Me extrañó su solicitud, conocía a Ignacio desde hacía años como amigo de la familia –no necesariamente mío–. Debo acotar que él había perdido contacto con el país desde su partida a Argentina a principio de los 80's; como antropólogo se le había presentado la oportunidad de ofrecer sus servicios a ese país en la investigación de presuntos prófugos de la segunda guerra mundial, actividad que lo mantuvo ocupado casi diez años y era escaso el contacto que mi familia mantuvo con él. Nunca sospeché que aquella cita tuviese relación con esos trabajos (para la fecha la mayoría de los protagonistas del Tercer Reich habían muerto y, por tanto, aquel episodio de la historia se me hacía ya lejano). No pienso suministrar aquí un informe detallado de esos encuentros, los cuales, si se me da el tiempo, entregaré a algún medio oficial; sólo resumiré parte de lo que Ignacio me confió en relación al documento que transcribiré.

El dos de julio de 1978 se halló en el N° 10 de la calle Chacabuco en Salta, Argentina, el cadáver de Alberto Aranda de 75 años de edad. Pesquisas posteriores establecieron que toda la documentación perteneciente a este hombre era falsa, y la experticia forense determinó su ascendencia alemana. Cinco años después Ignacio recabó evidencia (bastante discutible) que conectaban a Aranda con Aribert Heim, uno de los prófugos más buscados de la segunda guerra mundial. Debido a que nunca se logró esclarecer la identidad del hombre encontrado en Salta la prensa le otorgó el nombre de Lieschen Müller. Poco se conocía de él, se sabía que fungía como técnico electrodoméstico en el mismo local que le servía de vivienda desde hacía veinte años, y era escaso el contacto que mantenía con sus vecinos.

De todos los documentos encontrados en la habitación y lugar de trabajo de Müller, uno llamó la atención de Romero, una especie de diario con diferentes anotaciones. Una de ellas es la que transcribiré a continuación:

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