Capítulo 3: La vida en la escuela, la vida en la casa.

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    —¡Feliz primer fin de semana en tu trabajo! —la joven alta y blanca llegó a la mesa donde la rubia y la pelinegra estaban sentadas.

    —¿Gracias? —rió.

    —Ey, ¿por qué tan feliz, Perla? —la pelinegra bebió de su refresco.

    —No tiene que pasar algo en específico para estar feliz —sonrió.

    Lapis alzó una ceja.

    —Tienes razón en eso, Perla —Peridot la apoyó.

    —Déjame adivinar, por fin entraste a esa academia de baile, ¿no?

    —¡Sí!—sonrió—. Logré reunir el dinero necesario, y eso me hace muy feliz.

    Lapis sonrió ligeramente —Me alegro por ti, de verdad querías eso.

    —Sí, desde hace mucho tiempo —se notaba muy contenta—. Bueno, ya me voy, que el descanso termina en dos minutos —y con toda la alegría del mundo se retiró.

    —Comí muy bien —comentó Peridot recargándose en su silla.

    —Es lo bueno de este empleo, siempre comes algo rico en tu descanso —suspiró.

    —Pues para ser mi primer empleo me está gustando, aunque debo admitir que ha sido algo pesado...

    —¿Crees que este fin de semana fue pesado? —rió—. Ah, deberías ver los días festivos, es un desastre.

    —Oh... Mmm, ¿Lapis?

    —¿Sí?

    —¿Por qué trabajas aquí? Algunas veces pienso que esto no te gusta, no mucho.

    —Es algo simple —miró el plato con comida ya casi inexistente—. Gano dinero suficiente como para comprarme toda la comida que quiera en la preparatoria y además... estando aquí los fines de semana veo menos tiempo a mis papás, convivo menos con ellos —se detuvo, como pensando—. Creo que así es mejor.

    —¿Mejor?

    —Sí —asintió, nunca volteó a verla—. Sí, lo es —y se puso de pie para retirarse junto con los trastes que estaban frente a ella.




                      🔸 🔸 🔸




    El segundo semestre de la preparatoria no la estaba tratando ni tan bien ni tan mal.

    Algunos de sus compañeros eran agradables, otros no, y ella simplemente trataba de acostumbrarse, aún tenía que aguantarlos otros cuantos meses.

    Estaba caminando por los pasillos de aquel lugar con cansancio, la noche anterior a esa había hecho muchas tareas y gracias a que había trabajado el fin de semana su tiempo se había reducido; pero no podía quejarse del todo, había ganado muy buen dinero. Pero las ojeras que cargaba no se las podría quitar y esperaba que el sueño no la atacara cuando estuviera en las clases.

    Ese día tenía clases con el maestro de artes, la maestra de inglés y el maestra de matemáticas, y todos, sin excepción, querían toda la atención de cada alumno.

    Así que por eso se había tomado una taza de café en la mañana, aún sabiendo que no debía hacer eso por dos razones.

    Uno: tomar café le provocaba dolor en el estómago. Y dos: tenía ansiedad, la cafeína no era nada recomendada para ella.

    Ah, lo que hacía por la escuela.

    Cuando llegó a su edificio vio a algunos de sus compañeros afuera del aula hablando con estudiantes de otros grupos. Ella se acercó y le dedicó una pequeña sonrisa a todo aquel que la vio antes de pasar la puerta, porque bueno, tampoco era tan apática.

Temores | LapidotWhere stories live. Discover now