Una vez.

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Se había quedado estático en aquel sofá de esa sala de espera, intentando hacer tiempo hasta que les llamasen para ir cambiándose, peinándose y maquillándose. No se creía nada de lo que había pasado en esos últimos cinco minutos.

Él mismo se había sorprendido la semana pasada cuando después de pensarlo mucho y muy detenidamente había decidido subir esa foto a su instagram. Esa foto donde a él no se le veía la cara pero que no importaba, porque sí salía la de la persona más importante para él. Y sabía lo que todo eso implicaba porque sus fans no eran tontos, y se terminó de casi confirmar cuando al día siguiente le llegó la notificación de que le había respondido con un corazón morado. Ese corazón que le representaba, a él, a su novio.

Ese mismo que estaba en esos momentos sentado en el sofá de enfrente con una sonrisa que no auguraba nada bueno en los labios. ¿Lo peor? Que no paraba de mirarle de reojo cada dos por tres. Miedo le daba entrar a twitter porque sabía que algo estaba pasando.

Al final decidió entrar, tampoco sería para tanto. A lo mejor le había dado me gusta a alguna foto de los dos, o a algún vídeo como había pasado esa misma noche y twitter había ardido. Twitter siempre ardía cuando ellos dos interactuaban. No quería imaginarse cuando volviesen a seguirse...

Pero lo que se encontró no se lo esperaba. No. Se esperaba todo menos eso. Por eso seguía estático, en shock.

Agoney lo notó, lo supo en el instante que vio al rubio fijar la mirada en la nada. Los había visto.

Se levantó sigiloso y se sentó al lado de Raoul, que tan solo cuando tuvo el cuerpo del contrario completamente pegado al suyo salió de ese trance en el que se encontraba tras leer esas palabras.

— ¿Pero qué has hecho? –  Susurró con un hilo de voz, entre sorprendido y emocionado a partes iguales.

— ¿No estás contento? – No subió el tono de voz que había mantenido su novio, ese momento era íntimo y en aquella sala la intimidad era nula.

— Yo... eh... –  Se atragantó con sus propias palabras, el shock le impedía pensar con claridad. Pero algo tenía claro, la felicidad se estaba instaurando por todo su cuerpo. –  Claro que sí, Ago, sabes que estas cosas me ponen inmensamente feliz.

El moreno no dijo nada, se limitó a sonreír y a abrazar a ese pequeño cuerpo que se había movido inconscientemente para acoplarse mejor a él. Acoplarse mejor, algo casi imposibles para ellos dos cuando era un hecho que se complementaban.

Raoul se dejó abrazar y pasó los brazos por la cintura contraria a la vez que escondía el rostro en su cuello, aspirando su aroma, ese aroma que se había convertido en su favorito y que quería que le inundase toda la vida.

— Ahora ya lo saben. –  Susurró el mayor, aprovechando esa posición para repartir pequeños y cortos besos por el pelo rubio del contrario. Le había crecido un montón en tan poco tiempo.

Ambos sonrieron y el menor cogió aire y cerró los ojos repitiendo las palabras de su novio aún con la sonrisa en los labios.

— Vamos chiquitito, que nos van a llamar en nada para vestirnos.

Pero Raoul no se movió ni un milímetro, se negaba a separarse de ese cuerpo que le desprendía tanto calor y le rodeaba de cariño y amor. Se sentía querido y protegido y no quería salir de ahí.

— No quiero.

Agoney rió y miró la hora una vez más, aún tenían quince minutos en los que podrían estar abrazados tranquilamente.

Alargó la mano hacia su mochila y de ahí sacó su mantita de mickey, esa que usaba cada vez que terminaba un concierto y le entraba un poco de frío. La echó por encima de ambos, dejando que cayese suavemente sobre sus cuerpos.

A los veintidós. [Ragoney] - Terminado.Where stories live. Discover now