Pérdida de inocencia (Capítulo único)

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[Diecisiete años atrás.]



Todo comenzó porque hallar una manera inédita para deshacerse de Charles parecía una constante pesadilla en la mente irlandesa, también porque le quitaba el sueño y hacía más difícil estudiar Geopolítica, Latín y Alemán a los doce años sabiendo que el título de reina jamás sería suyo. Elizabeth descubrió, después de ardua investigación, tres temas que creyó podrían ser aceptados para el fin de sus planes, eran tres métodos que consideraba bastante originales.



Había tragado saliva al presentar la lista al ojo omnisciente del reflejo en el espejo. Lo había escrito en un lenguaje que creó para evitar alguien supiera sus más oscuros secretos y sentimientos en contra de quien tenía el trono asegurado. Decía: Veneno: alimentos, animales o minerales. Homicidio incidental: equitación, natación, tiro con arco. Suicidio: bañera, píldoras u horca.


La rubia del espejo contestó casi al siguiente parpadeo: «Veneno es mejor opción, podrías plantarlo en la huerta y asegurarte que sea obvio en la mayoría de frutos para que no se vea sospechoso. El homicidio te llevaría a la horca o al hacha del verdugo y el príncipe no tiene motivos para suicidarse.» la voz era metálica, casi como la de una máquina; para Lizzie era real, había creado esa visión para desterrar la culpa hacia alguien más. Hubo una breve pausa y contuvo la respiración. Si el primero había sido ya aprobado, necesitaría otras cuatro semanas para encontrar el homicida perfecto quizá doce en el peor de los casos con la gran cantidad de libros en la biblioteca real. El doble respondió: «Hay dos aspectos de los que hasta ahora nadie me ha recordado en plenitud. Consiste en si son confundibles con la peste o no y si son por una plaga o un fruto en mal estado. Tendrás que crearlo».


La princesa sintió que su interior se inundaba de una nueva vida y esperanza. Si lograba tener el valor y quitaba al pequeño castaño del camino, entonces tendría el trono para sí misma, sería capaz de abolir la ley que se lo había prohibido por nueve años y sería libre. Enderezó sus delgados hombros y se alejó del espejo cubriéndolo con una manta esmeralda de esquinas doradas. Por fin, después de tantos años tenía una oportunidad real. Por supuesto (y el pensamiento la hizo dudar), por supuesto, era probable que no consiguiera arrojar nueva luz sobre tal problema y si era descubierta todo habría terminado de la peor forma, moriría siendo odiada por el mundo, especialmente por esa nación por la que estaba dispuesta a matar y morir. Pero al menos ya disponía de algo con qué trabajar. Las semanas y meses pasados en las enormes bibliotecas de Irlanda, y todo el trabajo efectuado en casi todos los campos del saber humano, había producido algún resultado, que si bien no era lo que esperaba, al menos le daba algo a qué aferrarse.


Una década atrás, la última vez que fue presentada como la futura reina de Irlanda, era una bebé de dos años y meses, justo un par de meses antes de que la reina supiera de su embarazo. La niña pensaba que entonces existía un Dios que no deseaba ver a una mujer triunfando y era ese mismo Dios que sus padres adoraban por haberles enviado un varón. Lo que más le llamaba la atención de sus propios pensamientos era que imaginaba la palabra de cuatro letras con la letra "D" mayúscula aplicada al nombre. No obstante, el doble le había proporcionado una gran cantidad de detalles sobre aquel tema, terminando con un texto escrito hacía unos mil años y en el que se demostraba la inexistencia de tal ser al que luego volvería en busca de perdón y un nuevo bautizo para santificar sus atrocidades. Por simple curiosidad, Elizabeth había comprobado la referencia y se mostró conforme como siempre, con el dictamen de su guía en medio de la paranoia.

Casi destrucción.Where stories live. Discover now