Capítulo 2

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El primer día de clase


Ya estaba despierta cuando sonó el despertador. No pude conciliar bien el sueño. El sonido de la lluvia impactando sobre el techo no me dejó dormir. Cubrí mi rostro con la almohada con la vaga esperanza de que el sonido quedara en un segundo plano, pero eso no pasó.

El desayuno en esta casa era un auténtico espectáculo. Por alguna razón que no lograba comprender, eran mis primos los encargados de alimentar a toda la casa por las mañanas. Hicieron tortitas que, pese a estar buenísimas, verles prepararlas quitaba las ganas de comérselas. Sin embargo, como tenía que tomarme las pastillas, devoré el plato que Daniel colocó frente a mí con una sonrisilla llena de orgullo por su creación.

Arreglarse en un cuarto de baño compartido fue una tarea un tanto complicada puesto que mis primos no dejaban de incordiar en todo momento. La gota que colmó el vaso fue que mientras me peinaba, a Daniel le entraron unas tremendas ganas de mear y no tuvo tiempo de ir al cuarto de baño de abajo, por lo que entró sin llamar y empezó a hacer sus necesidades delante de mí. Por mucho que me aseguró que era por pura necesidad, tuve la corazonada de que lo había hecho simplemente para molestarme.

En resumen, no había sido una mañana muy agradable.

Decidí ponerme para el primer día de clase unos vaqueros altos y una blusa blanca sin mangas. Algo sencillo pero formal. Dejé que mi melena rubia cayera sobre mis hombros, en parte también para que cubriera mi cara lo suficiente como para pasar desapercibida. Aunque al ser la novedad de un pueblo pequeño supuse que me costaría un poco más que taparme con el pelo...

Daniel accedió a regañadientes a llevarme al instituto. En cuanto estuve lista, bajé para esperar a mi primo en el salón. Al cabo de un rato miré la hora en mi teléfono. Solo quedaba diez minutos para que comenzaran las clases.

—¡Daniel! —grité desde la entrada—. ¡Tenemos que irnos ya!

—Ya estoy —dijo mientras bajaba las escaleras y terminaba de ponerse la camiseta. Cogió su mochila del último escalón y la llevó al hombro—. Vamos.

Abrió la puerta e hizo un ademán para que yo pasara primero con una sonrisa arrogante. Reprimí el impulso de hacerle una peineta con el dedo y salí de casa. No me apetecía discutir a estas horas de la mañana y mucho menos llegar tarde el primer día.

En Nightville el aire era completamente diferente a California. El ambiente estaba cargado de un aroma muy característico, a humedad y a hierba mojada. Aquí se podía respirar mucho mejor, el aire era más fresco y corría una brisa que se agradecía en los días calurosos. Lamentablemente aquí había poco de eso. Los días nublados y fríos predominaban durante todo el año, a partir de ahora los días de sol y calor pasarían a formar parte de mis recuerdos.

Me monté en el todoterreno. Dejé mi bolsa en el asiento de detrás, al lado de la de mi primo y de un montón de envoltorios vacíos de comida rápida. Me até el cinturón de seguridad. Daniel arrancó el motor y puso rumbo al instituto.

—Podrías limpiar un poco el coche —comenté.

—Tú lo has dicho... Podría.

Anoche no pude apreciar Nightville como es debido porque estaba todo demasiado oscuro. Ahora, a la luz del día, me percaté de que el resto de casas tenían un estilo victoriano muy peculiar y que curiosamente me gustaba. Parecía que cada una de las casas pertenecían a una dimensión completamente diferente y única, separadas del resto, viviendo en su propio universo. Otra cosa que me extrañó para bien fue que todo parecía demasiado calmado en comparación al ajetreo de Los Ángeles.

NightvilleWhere stories live. Discover now