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Sé que estaba esperando algo que difícilmente ocurriera. 
Pero anhelaba poder volver a ver a aquellos seres etéreos que me habían creado.
Decían que yo era su única hija y les pertenecía desde mi nacimiento.

Aún recuerdo la primera vez que los vi. Ocurrió cuando tenía cuatro años, meses más tarde luego de la muerte de Saturno, comencé a sentirme extraña, nadie consolaba mis llantos, nadie fijaba su atención en mí, era como un fantasma deambulando en la casa. Mi madre desaparecía semanas y cuando estaba ella era un ser ausente la mayoría del tiempo... Preocupándose por todos, menos por mí.

Tardé en hacerme la idea de que nadie merecía mis lágrimas, tampoco mis intentos de sobresaltar entre mis hermanos para captar la atención de mis progenitores. Debía de conseguir el respeto que me faltaba, no era cualquier niña, se suponía que era su hija. Que no era una más dentro de la casa. No era una pintura, tenía sentimientos.

Pero todo cambió esa fría noche de invierno, estaba acostada en mi cama, casi dormida completamente pero escuché la voz distorsionada de alguien llamándome desde afuera.

Elizabeth... Elizabeth...  —La voz era tan suave y calmada, que no dudé en tomar mi mantita para cubrirme del frío y salir al patio. Bajé las escaleras hasta llegar a la cocina, abrí la puerta con mucho cuidado para que nadie escuchara.

La nieve cubría todo lo anteriormente verde. Subí a la casa del árbol y fue ahí donde todas mis dudas fueron respondidas, era la hija de dos dioses y mi ojo de color caoba era un signo de estar atada en la tierra como una humana.

Comprendí algo esa noche, si quería ser superior, debía ocultar aquella marca que me anclaba a la tierra y si fuera posible, incluso la arrancaría para conseguirlo. Esa noche nació una nueva Elizabeth. Esa noche dejé de ser una niña frágil que todos ignoraban y dañaban. No merecía ese dolor si era la hija de dioses. Por fin había descubierto que era alguien importante.

Desde ese día empecé a usar un parche en mi ojo para cubrir mi ojo de color café. Y conforme el tiempo pasaba, mi apetito desapareció, ya no sentía lo mismo.

Elizabeth © | Libro #13 |Where stories live. Discover now