Flores en marcha

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Tuvimos que esperar hasta que terminaran todas las clases para poder estar juntos; todas fueron de corrido y no nos dieron ni un momento de descanso.
Estaba muy nervioso, y ella lo estaba aún más. Mientras caminábamos hacia la cafetería sentíamos una atracción indescriptible (o por lo menos eso sentía yo) haciéndome sudar horrible. La miraba de reojo y no podía creer lo hermosa que se veía con ese vestido rojo tan lindo que llevaba puesto. Sus mejillas sonrojadas, y sus labios carmesí tan encantadores, sin mencionar ese cuerpo tan esbelto y perfecto. Era como ver a una rosa roja caminar.

Al llegar a la cafetería jalé una silla y le hice una seña para que se sentara en ésta, ella se sentó y yo hice lo mismo enfrente de ella.
No sabíamos que hacer en ese momento. Ella estaba con la vista agachada y yo pensativo de lo que podía decir o hacer mirando a mi alrededor.
Nunca había compartido una mesa con alguna chica (claro, si no contábamos a Ángela)
Después de haber dado vueltas por toda la zona con mi vista, volví a centrarme en Rosa. Su cabello se notaba más oscuro que otros días. Sus lunares eran un atractivo impactante. Sus ojos ¡Oh Dios mío! Sus ojos eran lo que más me encantaba ver.
Me acomodé recargando mi barbilla en mi brazo izquierdo para poder seguir admirando su belleza más cómodamente.

-De verdad que el rojo te queda- dije en un susurro para mí.

-¿qué?- preguntó ella alzando la mirada rápidamente.

-No, nada- dije exaltado por el cambio brusco que tuvo.

Ella volvió a agachar su mirada. Después de unos segundos de total silencio yo pregunté.

-¿no irás a tu Taller?

Ella alzó la mirada y con ojos tristes contestó.

-Hoy no tengo ganas de ir.

-¿por qué?

-Porque...- sus ojos se llenaron de lágrimas, y haciendo un enorme esfuerzo siguió- mi ex-novio está ahí.

-Lamento ser tan imprudente

-No te preocupes- sonrió- no sabías, y es normal preguntar cosas que no se saben.

-No deberías dejar que te afecte eso- dije con los brazos cruzados y mi barbilla en medio de ellos- tal vez lo que te haga sentir mejor es hacer lo que más te gusta.

Sonrió dulcemente.

-Tienes razón, pero sólo será hoy que no entraré- ella cruzó de igual manera los brazos e hizo lo mismo que yo- además de que sería una grosería que te dejara aquí plantado.

-Vaya, una chica con modales.

-Ya sabes- guiñó un ojo y comenzó a reírse a carcajadas, y yo le seguí la corriente.

Nos quedamos callados por unos minutos, mirándonos a los ojos con una extraña sensación.
En ese momento me la imaginé a ella sin maquillaje, solamente una de mis camisas cubriendo su pequeño cuerpo, despeinada, caminando por la cocina buscando algo de comer.
Extendí mi mano hasta su mejilla, aún con mi cabeza recostada en mi brazo izquierdo, acariciándola con una dulzura que sólo a Ángela le había demostrado.

-Me gustarías más sin maquillaje- dije como tonto enamorado consciente de mis palabras.

Ella me miró poniéndose sonrojada, y con una sonrisa preguntó.

-¿eso es una declaración?

-No sé cómo tú lo tomes- dije volviendo a cruzar mis brazos.

Ella se reincorporó, sin dejar de sonreír.

-No me conoces. Ni siquiera sabes mi nombre comple...

-Rosa Carina Montés Rodríguez- dije interrumpiéndola.

Ella quedó impresionada de que yo supiera su nombre.
No es tan difícil aprenderse los nombres completos de las personas. Siempre tienen un patrón escondido, que es el tan llamado ritmo.

-Oh- suelta una ligera risa- y yo no sé el tuyo.

-Dante Francisco López Urbano.

-¿Francisco?

-¿qué tiene?- dije mientras me estiraba sentándome correctamente.

-No tienes cara de Francisco.

Reí por tal comentario.

-Nadie me había dicho eso.

-¿Te puedo decir "Franco"?

-No, está muy usado ese sobrenombre. Busca otro.

"Nunca me han gustado los sobrenombres ¿y le dije a ella que buscara un sobrenombre para mí? ¡Que locura la mía!"

Ella se puso la mano en su barbilla, pensativa.

-¿"Pancho"?

-¡Que asco!- dije casi gritando- ¡No!

Ella rió divertida.

-Está bien, está bien- dijo volviendo a su postura anterior.

-Escoje uno que sólo tú puedas decirme.

Ella se ruborizó y siguió pensando.

-¿"Franki"?- dice preparada del grito de furia que yo iba a soltar.

Me puse a pensar.
"Franki. Nunca me han dicho así. Pero...suena muy infantil. Pero también es un sobrenombre que sólo ella va a decirme. La mayoría me dice Dan. No está tan mal."

-Me gusta- dije después de haber pensado por unos segundos.

Ella sonrió victoriosa de mi aceptación. Miró la hora en su celular, poniendo cara de terror dándose cuenta de lo tarde que era.

-Me tengo que ir- dijo parándose de golpe tomando su mochila rápidamente.

-Te acompaño- dije parándome de igual manera.

-Vivo muy cerca, no te preocupes- dijo acercándose a mí para despedirse- muchas gracias por la charla, me hizo muy bien hablar contigo.

-¿Segura? No me molestaría acompañarte.

-Segura- dijo estando una vez enfrente mío.

La sentía muy cerca de mí. La vi tan baja de estatura que me daban ganas de cargarla y darle un buen beso de despedida. Gracias a Dios mi cuerpo, esta vez, obedecía las órdenes de mi cerebro.

-Oye- dijo con la vista agachada- ¿tú cómo me dirás?

No lo había pensado, y ni siquiera me había importado eso.
La tomé de la barbilla, haciendo que mirara hacia mí.
"Pero que chiquita tan linda".
Le di un beso en la mejilla y le contesté:

-Rousse.

Ella sonrió de oreja a oreja y se fue corriendo a su casa.
No la había visto tan contenta.
"Creo que de verdad me gusta".

El Novio PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora