La Piramide Brillante

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LA PIRÁMIDE BRILLANTE 

I. El mensaje cuneiforme 

-¿Obsesionado, dice usted? 

-Sí, obsesionado. Cuando nos conocimos, hace tres años, me habló usted de la región donde vivía, con  sus antiguos bosques, sus agrestes y majestuosas colinas, y sus ásperas tierras. El cuadro que usted me  describió quedó grabado en mi mente, y lo recuerdo siempre, de un modo especial cuando estoy sentado  en mi escritorio y oigo el intenso rumor del tránsito de las calles de Londres. Pero, ¿cuándo ha llegado  usted? 

-La verdad, Dyron, es que he venido directamente desde la estación. He salido esta mañana temprano  para tomar el tren de las 10,45. 

-Bueno, me alegro mucho de que haya venido a verme. ¿Qué ha sido de su vida desde la última vez  que nos vimos? Supongo que no existe ninguna Mrs. Vaughan... 

-No -dijo Vaughan-, continúo siendo un eremita, como usted. No he hecho más que vagabundear de un  lado para otro. 

Vaughan había encendido su pipa y estaba sentado en el brazo del sillón, mirando a su alrededor con  una mezcla de asombro y de intranquilidad. Dyson había hecho correr su silla cuando entró su visitante, y  tenía un brazo apoyado en su escritorio, lleno de papeles y de libros en desorden. 

-Y usted, ¿sigue ocupado en la antigua tarea? -inquirió Vaughan, señalando el montón de papeles y de  abultadas carpetas. 

-Sí, el sueño de la literatura es tan vano y tan absorbente como el de la alquimia. Bueno, supongo que  se quedará algún tiempo en la ciudad. ¿Qué haremos esta noche? 

-En realidad, me gustaría convencerle para que viniera a pasar unos días en el oeste. Estoy persuadido  de que le sentarían estupendamente. 

-Es usted muy amable, Vaughan, pero resulta difícil abandonar Londres en septiembre. Doré no podía  haber dibujado nada más maravilloso y místico que la Oxford Street, tal como la vi hace un par de días, al  atardecer; el reflejo del sol poniente, la calina azul, transformaban la calle en un sendero que conducía «a la  ciudad espiritual». 

-A pesar de todo, me gustaría que viniera. Disfrutaría usted paseando por nuestras colinas. Estoy  asombrado: me pregunto cómo puede trabajar en medio de este ruido. Creo que gozaría de veras con la  tranquilidad de mi viejo hogar entre los bosques. 

Vaughan volvió a encender su pipa y miró ansiosamente a Dyson, para comprobar si sus palabras  habían producido algún efecto, pero su amigo sacudió la cabeza, sonriendo, y en lo íntimo de su corazón  hizo un voto de fidelidad a las calles ciudadanas. 

-No puede usted tentarme -dijo. 

-Bien, quizá tenga usted razón. Después de todo, tal vez estaba equivocado al hablar de la tranquilidad  del campo. Allí, cuando se produce una tragedia, es como una piedra arrojada en una charca; los círculos  que forma el agua se van ensanchando, y parece que no hayan de terminar nunca de agrandarse. 

-¿Han tenido ustedes alguna tragedia allí? 

-Bueno, no me atrevo a calificarla de tal. Pero, hace cosa de un mes, me preocupó mucho algo que  ocurrió; puede o no puede haber sido una tragedia, en el sentido corriente de la palabra. 

-¿Qué fue lo que sucedió? 

-Verá, el hecho es que desapareció una muchacha de un modo bastante misterioso. Sus padres, que  responden al nombre de Trevor, son unos granjeros acomodados, y su hija mayor, Annie, era una especie  de belleza local; en realidad, era muy guapa. Una tarde, decidió ir a visitar a su tía, una viuda que cultiva  sus propias tierras, y como las dos casas se encuentran solamente separadas por una distancia de cinco o  seis millas, Annie les dijo a sus padres que iría por el atajo que pasa por las colinas. No llegó a casa de su  tía, ni ha vuelto a ser vista. Se lo cuento a grandes rasgos, desde luego. 

★leyendas de terror★Where stories live. Discover now