La chica de las libélulas (LIBRO 1)

Capítulo 1: El Bakeneko y el rey mono

El murmullo de la calle a través de la ventana fue el único sonido que logro identificar por unos instantes. La vista se había vuelto borrosa. Se estrujo los dedos de una mano con la otra, dándole un punzante dolor en un corte de la mano que se habría hecho esa misma mañana, preparando el desayuno. Respiro profundo cayendo en la cuenta de que no se trataba de un mal sueño y que realmente se encontraba allí en esa situación.

_ Sra. Son... _ levanto la mirada hacia el hombre de bata blanca frente a ella, sentado en su escritorio, el hombre delgado y de cabellera oscura la observaba consternado. _ Lamento mucho todo esto, podemos tratar el dolor aquí..._

_ No _ Tomo su bolso antes de levantarse de forma súbita. Su doctor la imitó ya sea como una forma de detenerla o como un gesto de cordialidad. Cualquiera fuera la razón, Milk no podría estar menos interesada. Sin embargo, le sonrió en un intento de tranquilizarlo. _ Debo... hacer ciertas cosas antes. _

_ Solo no tarde en tomar la decisión... no podremos curarla, pero al menos podríamos lograr más tiempo. _ comento seriamente. Hizo un gesto con sus manos, tratando de alisar su vestido color amarillo y acomodó su rodete de forma refleja. Cerro los ojos unos segundos analizando que le diría a su familia, quienes se encontraban al otro lado de la puerta. La habían obligado a ir allí tras varios desmayos en las ultimas semanas y luego de exhaustivos exámenes lograron observar pequeñas masas dispersas por su cerebro. Eran tantas y en sectores tan difíciles de llegar con cirugía, que ni siquiera habían ofrecido el tratamiento quirúrgico. Según su médico, le quedaba solo un año de vida sin tratamiento.

La pequeña figura de su hijo Goten fue lo primero que se le vino a la mente. Convocó la imagen de su esposo, como tantas veces había hecho antes, y con una sonrisa amarga decidió acercarse a la puerta. Detrás de esta estaría su primer hijo, esperando el veredicto. No era tonto, pero tampoco quería preocuparlo. Estaba segura de que, si supiera de su enfermedad, también aparecería el recuerdo de su hermanito en su mente y se llenaría de preocupaciones que no vienen al momento. Al salir su primogénito se ajustó los lentes y se acercó a su madre. Mas allá, su nuera tenía la niña Pan en sus brazos con dos años recién cumplidos, en un pequeño vestidito color rojo. Los tres pares de ojos la miraban insistentemente, vio a las personas más queridas por ella, dándose cuenta de que no podía rendirse ahí.

_ Mama ¿Cómo te fue? _ pregunto Gohan preocupado.

_ No es nada de que preocuparse... aparentemente estoy trabajando mucho. Me recomendó descansar por un tiempo. _ mintió sonriendo. Era buena haciéndolo. Siempre que preguntaban sobre cómo se sentía sobre las largas ausencias de su esposo, usaba esa sonrisa y enérgica voz diciendo que se enorgullecía de ser la esposa del hombre más poderoso del universo. A pesar de que Vegeta solía volver a la tierra a visitar a su familia mientras entrenaban con Wiss, Goku no había asomado su presencia por su hogar en ninguna oportunidad. No es como si se arrepintiera o no estuviera orgullosa de lo fuerte que era ahora Goku, pero no era realmente feliz. Sin ánimos de hablar de su estado, mantuvo una amena conversación acerca de los vestidos que tenía planeado coser para su nieta ahora que tendría tiempo. Escucho la linda risa de su nuera y grabo en su retina la sonrisa despreocupada de su hijo. Observo de reojo al extraterrestre verde que los seguía a lo lejos, siempre cerca de Gohan, como un ángel guardián. Sonrió sin darse cuenta de que a pesar de que su padre no se encontraba cerca, nunca le falto una figura paterna a Gohan. Miro fijamente a Piccolo por unos instantes hasta que este cruzo mirada con ella. Le dedico una mirada serena que sorprendió al Namekusain y mentalmente recito un "Gracias", que de alguna manera pareció entender. Una extraña idea le rondo la cabeza, mientras apretaba su falda con determinación.