Día 7 - Ciudad

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Día 7 – La ciudad olvidada.

   –Hemos llegado, –me remuevo en el asiento del copiloto, negándome a abandonar la comodidad que este me proporciona. –vamos Alice, despierta. – Insiste una vez más Connor sin dejar de zarandearme.

   Abro los ojos, y por primera vez, desde que he subido al coche, miro a mi alrededor, lo único que consigo ver, es una ciudad totalmente destruida y abandonada, que apenas se ve por la oscuridad que la rodea.

   –¿Qué hora es? –Me incorporo a la vez que me tallo los ojos.

   Connor dirige su mirada a su reloj antes de contestar.

   –Las ocho y media de la noche.

   Me paso una mano por la cara, en un intento de despejarme, de poder entender que hemos llegado y que toda esta destrucción que nos rodea, en su momento fue mi hogar.

   –¿Bajamos?

   Quiero negar y suplicarle que conduzca de vuelta a casa, que se encargue él de buscar al culpable de todo esto, tal y como me había propuesto y yo negado, hace sólo dos días, pero en su lugar tomo una bocanada de aire, armándome de la disposición que sentí ese día y sólo entonces abro la puerta del coche.

   Entonces miro con atención lo que nos rodea, coches abandonados por todos lados, el suelo regado de llaves, de móviles y cualquier tipo objeto que en ese momento se consideró peso muerto.

   La ansiedad nace en mi pecho al imaginarme el miedo que pudo sentir la gente ese día y no ayuda el hecho de ser capaz de ponerles cara y nombre a aquellas personas.

   –Estás algo pálida.

   –Estoy bien. –Lo corto antes de que siga, antes de que sus palabras se lleven la poca fuerza que tengo para seguir adelante.

   Él se detiene, pero yo no, continúo sin él, evito mirar a mi alrededor y de que mi mente se llene de recuerdos.

   –Alice, no tienes que demostrarle nada a nadie.

   Niego incapaz de contestar por el nudo que se ha formado en mi garganta. Necesito hacer esto por mí misma, quiero decir, pero no consigo articular palabra alguna.

   Mi mente busca entender, cómo estás calles que me vieron crecer ya no son Scrovia sino la ciudad maldita.

   –¿Quieres hablar de ello?

   Niego al borde de las lágrimas, quiero hacerlo si así logro hacer que las pesadillas desaparezcan, pero no consigo ponerle voz a ninguno de mis pensamientos.

   Pese a que hayan pasado todos estos años, sigo sin ser capaz de hablarle a nadie de cómo la gente empezó a abandonar la ciudad una vez que los extraños sucesos que la envolvían ocurrían con más frecuencia, que aquellos que decidimos quedarnos fue para intentar buscar una manera de salvar esa ciudad.

   Pero no lo logramos, aquello se hizo tan fuerte que pudo con nosotros, echándonos a los pocos que quedamos con vida, dejando que los únicos habitantes fueran los animales salvajes, los semáforos que continúan en funcionamiento y las miles de preguntas que recorren las calles en busca de una respuesta.

   –Pasaba la tarde en esa cafetería que hay en la esquina, quedaba algo lejos de mi casa, pero merecía la pena, porque preparaba el mejor café de la ciudad.

   Connor asiente y su mirada cae sobre la cafetería, mientras yo recorro la mirada, buscando algún reconocimiento, algo que no haya cambiado, pero lo único que encuentro, son plantas creciendo en aquellos lugares que durante mucho tiempo fueron calles y carreteras muy transitadas.

30 días escribiendoWhere stories live. Discover now