Epílogo: Una Estrella Más

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—¿Qué les dijeron en el hospital?— preguntó la morena.

Wendy estaba sentada bajo el frondoso árbol en el que habíamos pasado las últimas semanas, casi en el tope de la colina, nuestra colina. Traía un bonito vestido corto azul, y el pelo atado en un moño desordenado.

Me senté junto a ella, tratando de esconder el sobre que traía en las manos, detrás de mí.

—Scarlett estará bien. Ya casi está completamente curada.— respondí.

—Me preocupaba. Ha pasado más de un mes allí.— dijo, con un dejo de tristeza. —Nunca tuve la oportunidad de hablar con ella y conocerla. Perderla... no sé... hubiera sido horrible...— sonrió débilmente. —Por algo te enamoraste de ella, ¿no?

—Sí... Pero eso fue hace mucho tiempo.

Wendy nunca fue alguien que sonriera sin parar, pero desde la muerte de Jasmine, era muy difícil que sonriera. Aunque nadie la forzaba a hacerlo. Pero yo trataba de llenarla de cariño cuando parecía que se iba a venir abajo.

Aquel día, al alba, la morena intentó correr tras Albert cuando asesinó a la que había sido el sustituto de su madre durante la mayoría de su vida, pero él se acorraló solo contra la pared. Creíamos que se trataba de un acto desesperado por protegerse, pero al ver lo que hizo, supe que era algo que probablemente quería hacer desde hacía muchos años.

Se apuntó a la barbilla, y le susurró a Wendy, cuando ella estuvo lo suficientemente cerca: "Lo siento, mi niña hermosa. Perdóname."

Y abandonó todo, yendo al mismo destino que Jasmine, que la Reina Victoria, y su hermano gemelo, el padre de Wendy.

Nadie recuerda exactamente cómo salimos de ahí, como es que Wendy no se desmayó, ni como Scarlett sobrevivió. Todo pasó rápido, borroso y ajeno. En lo personal, sólo recuerdo el llanto silencioso e incesante de Wendy, la palidez de Scarlett, su expresión inmutable, que no reaccionaba a lo que acababa de suceder. Y la sensación de náuseas, terror, shock.

De algún modo llegamos a un hospital. No dudé en llamar a Natalia, que al saber todo lo que había pasado, la acogió de nuevo en su hogar. Había prometido que no diría nada, hasta que todo se aclarara y estuvieran seguros todos, al menos relativamente seguros. Ella era la única que sabía todo.

Algún día les contaría la historia a Alex, José Luis, Andrea, Jorge y Bruno. Sonreí al pensar que en una semana, me recibirían como si nada hubiera pasado, para empezar nuestro quinto semestre.

También me alegraba pensar que, después de todo, las cosas no habían terminado mal para Scarlett. Zacarías le había pedido que le diera una oportunidad para amarla, y en una ocasión en la que ella y yo hablamos del tema, me había dicho que tenía claro que no se sentía lista para volver a pensar en una relación, ni con Zacarías ni con nadie. Necesitaba tiempo para ella misma, para superar que había presenciado la muerte de su propia madre y todo lo que había sucedido durante toda su vida. Zacarías parecía sentirse un poco frustrado, pero respetó su decisión. Él la visitaba todos los días; a veces lo veía con una enorme caja de chocolates cuando yo me atrevía a asomarme en su habitación. Yo ya no lo odiaba. No quedaba ni un ápice de ese rencor. Esa noche realmente había cambiado mi perspectiva sobre la vida. Mi rencor hacia él ahora parecía tan estúpido, que me avergonzaba recordarlo. No es que ahora fuéramos mejores amigos, pero las miradas cargadas de veneno y las sensaciones desagradables se habían esfumado.

Y por supuesto. Scarlett tenía ahora una enorme herencia, con la que no le haría falta nada.

Pero eso significaba que debía tomar lugar como la Reina. Estaba en sus manos arreglar todo. Ya me había contado algunas ideas que tenía para deshacer poco a poco el desastre de su madre. Probablemente le llevaría el resto de su vida, y una dura lucha contra lo corruptivo que es el poder.

Una Estrella MásWhere stories live. Discover now