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Aveces el destino se divierte haciendo que se conozcan dos personas que no pueden estar juntas

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Aveces el destino se divierte haciendo que se conozcan dos personas que no pueden estar juntas.

-Anonimo.

[LONDRES, 1825]

Los pies le pesaban. Aquellas manos fuertes para su edad, le caían rendidas a los costados. Se sentía destruido, devastado, completamente una farsa.

No era, ni por asomo, digno del título que pronto le sedería su padre, y si tenía que ser sincero consigo mismo, tampoco lo quería. El alma le temblaba de tan solo pensar en las constantes clases de modales, etiqueta, finanzas, política...todos aquellos temas hacían que le entraran nauseas. Y no es que le desagradaran. En realidad hasta le gustaba leer sobre ellos. Su único inconveniente eran los cientos de golpes que su padre le daba cuándo creía que no hacía algo bien.

A sus cortos quince años de edad, Hunter Padraig, futuro Duque de Standich, tenía la espalda llena de cicatrices atroces que solía ver a través del espejo para recordarse que nadie, jamás, tendría piedad de él. Los humanos, crueles animales que se aprovechan de su inteligencia para dominar, solo le causan daño al débil.

Por lo anterior, Hunter se rogaba a sí mismo ser fuerte, combatir a su padre y enfrentar sus miedos. Debía de ponerle frente a la escoria de vida que le había tocado afrontar, y es que, al final del día, sabía que llegaría el momento de estallar, de sacarlo todo del pecho y solo correr.

Respiró profundo. Salir a caminar por los senderos del campo siempre fue uno de sus más grandes deleites. Solía pasarse la tarde admirando el verde césped y escuchando a lo lejos el agua del río. Pero ese día bríllate de abril fue diferente, y lo supo cuando un sollozo lejano hizo que se pusiera en alerta.

Detuvo sus pensamientos para que el silencio dominara el lugar y pudiera agudizar su oído. En lo único que él era bueno, era en la caza y para ella se había aprendido demasiados trucos de ubicación.

El sonido adolorido se volvió a escuchar y el futuro Duque caminó siguiéndolo, buscando a la fuente que lo emitía. Sus zapatos anduvieron entre el pasto y sus ojos examinaron los alrededores. Se adentró entre algunos árboles y cuando el agua apresurada del río entró por sus oídos expertos, logró ver a una niña sentada a la orilla de éste, con su cabello rubio danzando con el viento y un vestido blanco manchado de tierra.

Se le detuvo el corazón cuando vio sus ojos oscuros teñidos de lágrimas. Él, mejor que nadie, sabía que el dolor que se expresaba son sollozos silenciosos, era el peor de todos. Notó el brillo que desprendía su pequeño rostro manchado de dolor y con solo acercarse un paso más, una paz brutal lo dominó, como si cada demonio que siguiera sus pasos fuera alejado con la luz que deprendía.

— ¿Hola?—la llamó intentando conseguir su atención—. ¿Está bien?

La pequeña dama de apenas siete años volteó el rostro sorprendida y ante ella, halló a un joven vestido con buenas prendas, que le sonreía como si intentara tranquilizarla.

La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICOWhere stories live. Discover now