Capítulo 8 ¡Atrapados Y Juntos!

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Llegue a la meta con la respiración cortada, estaba cubierta de sudor y mí cuerpo ya no aguantaba más, acababa de terminar de entrenar con mí grupo y la profesora Sander nos había maltratado fuertemente, según ella, para compensar la semana que no tuvimos clase. Mis pulmones estaba sofocados, puse mis manos en mis rodillas y respiré más a fondo. Eran aproximadamente las 3:30 ó 4:00 de la tarde, el sol brillaba con intensidad y aún faltaban dos horas para acabar con el día, me senté en el césped cuando mí respiración se había calmado, mí cuerpo ya no daba para más y podía jurar que mañana amanecería a dolorida, solté un último suspiro y me tumbe al suelo miraba al cielo. Aún podía sentir el sudor en mí frente.

Estábamos en el tercer circuito, en el patio trasero de la academia a unos metros del patio internó, el sol pronto se escondería y yo podría ir a descansar. Evans se acercaba a mí trotando, Anoche después de que llegamos a la academia le pasamos el informe a mí tía, cada día me acercaba más a Betzzaveth eso me emocionaba, las dos siempre estábamos a un paso de la otra ambas sabíamos como actuar y ahora yo tenía como defenderme. Ya no era aquella chica de dieciséis años consternada por los secretos de su familia, ya no era aquella chiquilla débil y cobarde, porque sí, siempre fui débil ante todo lo que me rodeaba, ahora era una de las mejores centinelas de la academia, me había vuelto su peor pesadilla de eso no tenía la menos duda.

-Hola Anais- saluda Evans al llegar a mí lado.

-Hola Evans- conteste, el chico metió su meñique en el oído y por un momento no entendí porque lo hacia.

-¿Acaso acabas de saludarme sin insultarme?- reí ante su comentario, su voz se escuchaba burlona.

-No te acostumbres, ahora camina idiota.

-Y hay está la Anais que conozco.

-¿Te parece pasamos el circuito básico?- pregunté y el asintió.

Me dirigí hasta el circuito del medio junto a mí acompañante, consistía en escalar un muro amarrados por unos arnés, bajar unos escalones altos, hasta llegar a unos barandales automáticos que son empujados por nosotros. Luego estaba esquivar unos dardos, pasar por una maya y llegar a la linea de meta, llegamos al lugar y con mis dedos empecé a contabilizar indicándole que a las tres iniciábamos.

-¡UNO, DOS Y TRES!- exclamé arrancado a correr.

Ambos empezamos el recorrido a toda velocidad, al llegar al muro empezamos a ponernos el arnés, luego a escalar sosteniendonos de las rocas que nos daban soporte, algunas estaban engrasadas así que se nos deslizaba la mano. Otras por el contrario al menor contacto se salían de su sitió, haciendo que de vez en cuando Evans o yo cayéramos, yo fui la primera en llegar. Me despoje del arnés y empecé a correr escaleras abajo, Evans no se me quedo atrás, al llegar a los barandales empecé a empujarlar el mío, sin embargo, éste estaba un poco pegado a su sitió.

Cuando iba a mitad se camino me detuve un segundo a mirar donde venía el susodicho, éste forcejeaba con su baranda para poder empujarlo, de un momento a otro lo hizo tan fuerte que de la fuerza cayo al otro lado golpeándose los huevos. Hizo una mueca y soltó un alarido que se pudo escuchar en todo el castillo, camine de nuevo hasta él quien aún se revolcaba en el suelo. No me explicaba porque no se había movido su baranda, se suponía que funcionaban con aceite.

-Te juró que si haz tenido algo que ver en esto lo pagarás- me amenazo Evans.

-Oye a mí no me metas, yo no tengo velas en éste entierro, tampoco sé porque no se quiere mover- conteste cruzándome de brazos, me puse a observar más detenidamente el objeto y note que no tenía aceite en las ruedas que lo unían al soporte- Semanalmente los profesores untan estos barandales de aceite, así no se pegan y no sufrimos accidentes de éste tipo. Parece que está semana no lo han hecho.

-Y ese simple error puede contarle la descendencia a alguien- agrego malhumorado, reí.

-Acompañame por aceite a la bodega.

Salimos del circuito y caminamos hasta el patio interno, el cielo ya se estaba tiñendo por esos colores tan intensos del atardecer, el sol ya no quemaba tanto, pasamos a unos metros de un grupo de centinelas novatos y entre ellos estaba Tessandra. Practicaban defensa básica, la veía muy concentrada en lo que hacía, con algunas faltas pero muy concentrada, había recibido muy buenos alago de ella y por supuesto también de Elif, de ambas me sentía muy orgullosa. Nos adentramos en la huerta, donde lo primero que vimos fue la fuente artificial que recorría el lugar.

El olor se la gran variedad de flores que había también nos recibió, el sitió era un salón al aire libre con gran extensión, las paredes y el techo de un vidrio polarizado. Haciéndolo ver hermoso, habían árboles, arbustos, flores de todo tipo y mariposas revoloteando por allá y por acá. En el centro, justo donde estaba la fuente que esparcía el agua también reposaban los altares con las diferentes fotos de las familias, entre ellas mí madre, la bodega quedaba en un rincón del lugar, también un lugar demasiado grande. La puerta era de acero puro y sólo podía abrirse por fuera.

Tome las llaves que estaban escondidas debajo de un arbusto y empecé abrir el gran cerrojo, la puerta se abrió Evans tuvo que sostenerla fuertemente, adentro sólo había polvo y olor a humedad, en la oscuridad y a adivinando, tuve que buscar con mis manos el interruptor de la luz que al encontrarlo solo ilumino una parte del gran salón. Aquí había camarotes abandonados, pupitres rotos, estanterías viejas, alguno que otro colchón viejo, el sitio era frío y muy tenebroso. Empecé a buscar el aceite en una de las estanterías, esto llevaría un poco de tiempo.

-Ana, mira el aceite aquí- hablo Evans mientras me mostraba un tarro que decía "Aceite de grasa" al otro lado del lugar.

-Evans- dije frunciendo el ceño- Sí tú estas ahí ¿quién sostiene la puerta?- pregunté y en ese momento caímos en cuenta.

Lentamente la puerta se cerraba, mí acompañante y yo corrimos a ella pero cuando llegamos ya era demasiado tarde... ¡Maldición!... Estábamos atrapados y juntos, la puerta solo se abría por fuera, y aunque tuviéramos las llaves nosotros no podríamos abrirla sin ayuda, el lugar era aún más oscuro con la puerta cerrada y era escalofriante. Trague saliva y empecé la ponerme nerviosa, cosa que ocurría muy de vez en cuando en mí, recordé que por suerte traía mí celular en el bolsillo de mis short. Era nuestra única esperanza, tenía poca batería y la señal de cobertura era de cero por ciento, ósea nada.

...

-¡Maldición!- exclame furiosa tirando la silla con la que estábamos tratando de abrir la puerta- ¡Te lo dije, está mierda no abre!- le dije a Evans- Gracias por dejar que se cerrara la puerta, fue una gran idea.

-Anais tú no me dijiste que la sostuviera, fue tú culpa- contestó y eso me hizo enojar aún más, empuñe mis manos y le di una patada a un objeto en especial que estaba a mí costado lanzándolo lejos.

Llevábamos más o menos una hora aquí metidos y el frío empezaba a taladrar mis huesos, mí corazón palpitaba desenfrenado, tenía mucho ira acumulada de el sistema, nuestra respiración estaba irregular. Habíamos intentado abrir la condenada puerta de todos los medios posibles y no lográbamos hacerlo, mi móvil aún no tenía señal para enviar un mensaje ó hacer una llamada y eso me desesperaba, no quería pasar mucho tiempo aquí y menos con Evans. Pase mis manos por mí cabello des peinándolo.

La bodega, por naturaleza y la humedad acumulada era muy fría, estaba muy descubierta, unos simples short de jeans, con una blusa negra de tirantes y unos militares. Tenía el cuero cabelludo erizado y no tenía como calmar el frío que empezaba hacer, todo estaba polvoriento y sucio, sin contar oscuro, me senté en un mueble de tela que estaba a unos metros de la puerta. Estaba frustrada y desesperada deseaba salir de allí rápido.




Sueños #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora