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Como de costumbre, la paz reinaba sobre la hondonada. Multitud de criaturas de diferentes especies paseaban a la luz del día, charlando y haciendo sus respectivos recados. En la plaza principal, un gran mercado se situaba, con una pequeña banda compuesta por elfos tocando la característica música celta. A los pies de los pequeños músicos, niños y adultos bailaban al son de la melodía, pasándoselo en grande.

Aquello era un día tranquilo en la hondonada: música por doquier, felicidad, miles de haces de luz atravesando las entrelazadas ramas que sustituían el cielo azul del exterior y miles de insectos luminosos y amigables revoloteando con libertad entre una gran lista. Los colores cálidos predominaban sobre el paisaje, fundiéndose con la cantidad de flora que gobernaba el lugar, haciendo de él una estancia relajante y agradable.

A pesar de la tranquilidad habitual, siempre había alguien capaz de perturbarla en cualquier momento. A pocos metros de la plaza, un alboroto se hizo con una pequeña tienda de utensilios mágicos. En su interior, un pequeño grupo de elfos oscuros irrumpieron en el establecimiento amenazando al anciano que parecía ser el dueño.

―¡Sabemos que esconde el Libro de las sombras! ―exclamó uno de los elfos, aproximándole la daga que sostenía al cuello

―Yo... ―dijo, con voz temblorosa―. Aquel libro fue... Fue entregado a las autoridades.

El malvado elfo, presionó la daga contra la garganta del anciano con furia. Insatisfecho, acercó su horrible rostro al del pobre hombre, esbozando una amplia sonrisa que dejó al descubierto sus amarillentos e irregulares dientes. Aquello provocó que las alas del anciano se escondieran más de lo que ya estaban tras su grueso cuerpo.

―No vale la pena mentir.

El anciano, tras tragar saliva, fijó su mirada en una pequeña mariposa que entró a la pequeña tienda. La criatura, al ver cómo el hombre había fijado su atención en algo ajeno a él, se giró para descubrir qué había llevado al anciano a desviar la mirada.

A su sorpresa, la preciosa mariposa había captado la atención de sus acompañantes, quienes la observaban completamente paralizados. Tal era la armonía que se había hecho con la tienda que incluso fueron capaces de percibir un leve tintineo proveniente del batido de alas del insecto. O eso pensaron.

De pronto, las piernas de Eldar, un joven elfo, entraron a la tienda, dando paso al resto de su cuerpo. El cabello, de un verde amarillento, se le agitó a pesar de ser corto y rizado al entrar de aquella forma tan frenética. Tras caer en el centro del establecimiento con una sonrisa dibujada en el rostro, se desperezó con tal fuerza que golpeó sin querer a los acompañantes del horrible elfo oscuro en la nariz. Al moverse con tanta brusquedad, aquel tintineo se intensificó, pues, atado a cada muñeca, llevaba una pulsera trenzada de cuerda roja con dos pequeñas campanitas.

Al notar el golpe, miró a cada lado algo desconcertado.

―¡Huy! Lo siento, no pretendía...

Eldar lo dejó en el aire en cuanto sus ojos se quedaron fijos en la mariposa. Ignorando lo que ocurría, se fue aproximando a ella con sigilo.

―Es una morfo azul... ―susurró―. Hacía tanto que no veía una...

Sin pestañear, fue alzando ambos brazos con tal de atraparla. Sin percatarse del elfo oscuro que, ahora, se encontraba a escasos centímetros de sus manos, se abalanzó sobre ella, cayendo sobre el atracador. Al caer, se golpeó la nuca con el mostrador de madera de la tienda, quedando tendido en el suelo inconsciente. El anciano, perplejo, llamó de inmediato a la guardia.

La mariposa salió revoloteando de la tienda asustada tras el intento de captura por parte de Eldar. Sin embargo, éste se levantó algo torpe del suelo ―o más bien del elfo oscuro― y la persiguió al grito de "¡Espera!".

Durante el corto tiempo en el que tuvo lugar aquello, los acompañantes previamente golpeados en sus largas y afiladas narices, se pusieron en pie algo mareados y cubriéndose el rostro. De pronto, el sonido de lo que parecía ser un arma siendo recargada, alcanzó sus oídos y, lentamente, se giraron en dirección al origen de dicho sonido. El anciano se encontraba junto a una preciosa hada de agua mucho más alta que el pequeño hombre, cargando lo que parecía ser una escopeta fabricada con madera y entrelazada con finas lianas. Parecía enfurecida.

―¡Fuera de la tienda! ―amenazó la joven.

Atemorizados, ambos huyeron del establecimiento tan rápido como sus piernas y sus traspiés les permitieron.

El cazador de mariposasWhere stories live. Discover now