🍻 𝒞𝑒𝓇𝓋𝑒𝓏𝒶 𝒮𝒶𝓁𝒶𝒹𝒶. 💦

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(¸.•' (¸.•' ►Side Story◄

La fría e inhóspita nevada había azotado justo esta noche de Tokyo, pero particularmente parecía que había puesto un poco más de empeño en el distrito 13. Aun así, ni una nevada, ni un huracán, ni siquiera un tsunami iba a derrumbar esta promesa... una promesa pactada hace ya casi trece años.

Los nervios del azabache lograban que las yemas de sus dedos hormiguearan y su estómago se comprimiera, mientras que su nariz enrojecida por el frío se encontraba cubierta bajo una esponjosa bufanda rojiza que combinaba a la perfección con sus iris. Sus manos estaban ocultas dentro de los bolsillos de su abrigo y entre un sentimiento ambiguo entre frío y... ¿miedo? no podía decidir el por qué comprimía y extendía sus dedos de tanto en tanto, estaban entumecidos. Su impaciencia fue tal, que incluso había llegado cuarenta minutos antes de lo citado al local... y es que a pesar de haber repasado por su cabeza y hecho simulaciones de lo que quería decir una y otra y otra vez, su mente quedaba en blanco como si de un computador formateado se tratase. Su saliva espesaba y su paladar se sentía algo hinchado. Un nudo agarrotaba su garganta y sus rodillas flaqueaban. Con todo ese molesto sentir dio un fuerte suspiro quitando las manos de sus bolsillos para refregarlas deslizándolas por su rostro con pesadez, como si eso fuera a quitarle un peso de encima. Hecho este acto, sus cabellos quedaron despeinados y con aquel look tan desaliñado miró por la ventana mientras mecía los pies por debajo de su silla observando como un copo de nieve caía lentamente hasta reposar sobre el otro lado del ventanal del local. Con curiosidad extendió su delicado dedo índice apegándolo al frío vidrio como si deseara poder alcanzarlo y derretirlo. Su dedo resbaló y lo dejó caer hasta el tope del ventanal y justo en este intervalo la campanilla dorada que se encontraba arriba de la puerta de entrada dio un suave tintineo. El Dragón General de la TSC entreabrió sus labios y enmudeció.

Una figura alta y ya no tan robusta "como en ese entonces" se adentró al recinto y saludó a los meseros con un gesto de mano y una gentil sonrisa; y seguido a eso... volteó su blanquecina cabeza buscando a su cita de entre el resto de las mesas. Esta vez alzó la mano con mucha más energía y las comisuras de sus labios se enarcaron en demasía acentuando las arrugas de aquel rostro tan ameno que el individuo poseía.

— ¡Hey, Juuzou! — rio en un tono de voz pronunciado mientras se acercaba a la mesa.

El rostro y el cuerpo del joven parecieron desencajarse. Las cuencas de sus orbes rojizas que parecían los ojos de una muñeca de porcelana se hundieron con ambas pupilas dilatadas, sus hombros decayeron levemente disminuyendo su complexión, su pulso aumentó de manera progresiva y sus cejas enmarcaron una expresión casi incierta. Ahí venía aquella persona que le había enseñado lo que era la decencia, que le había guiado por un camino, que le había dado una oportunidad para humanizarse y existir en esta sociedad... el primero que había logrado considerarlo parte de su familia a pesar de lo que hacerlo significaba.

— Shinohara-san... — correspondió el saludo con una sonrisa débil. — ¡Felicidades por el alta! — acotó levantándose rápidamente de su asiento para hacer una marcada reverencia. Todo le parecía estar siendo rodado en cámara lenta. Irreal...

Aquel paternal hombre sonrió y denegó con la mano aun manteniendo su gesto. Y es que consideraba que aquellas formalidades estaban de más. Si bien, aquel chico que solía ser tan problemático en un pasado, que carecía de modales y muchas costumbres que los humanos solían usar para una comunicación llevadera ya no era de tal forma. Ahora, Suzuya era un hombre hecho y derecho y a su ex mentor le costaba asimilar que el tiempo había pasado sin su consentimiento. Se sentó sonriendo con ganas, y es que el orgullo que sentía por él era tan fuerte que golpeteaba su pecho sin descanso y lo sacudía de adentro hacia afuera. En el tiempo que estuvo esperando a que le dieran el alta había escuchado tantas historias notables sobre el "Dragón General y su escuadrón," que incluso parecían cuentos de hadas. Muy en el fondo se preguntaba muchas cosas, como de qué manera había logrado escalar tan rápido al punto de haber sido llamado "El Nuevo Arima," cómo había logrado ser tan querido por el resto, cómo descubrió la forma correcta de liderar y ser un buen mentor y un amplio etcétera... pero no quería sobrecargar de preguntas al menor. Ya parecía lo bastante conmocionado como para saturarlo con aquello.

— Ya era hora de estirar un poco las piernas. — bromeó intentando romper la tensión deslizando la palma de la mano por sus blancos cabellos intentando despejar su cabeza de los copos de nieve que se le habían aposentado encima camino hasta aquí. — Mi mujer ha preguntado por ti, te manda saludos. Está muy sorprendida de que seas Dragón General, Juuzou.

El chico bajó la mirada sobre la mesa, mirándose las manos y entrelazando los dedos entre sí y sonrió con un aire melancólico al recordar las palabras de aquella amable mujer, las cuales le habían servido como un balde de agua fría dentro de toda la conmoción en aquel incidente y que habían logrado reconfortarle y motivarle de un modo inesperado:

«Ese hombre... él pensaba en ti como si tú fueras su propio hijo.»

— Si no es mucha molestia, iré a visitarle algún día. Debo darle las gracias por algo. — respondió con un tono de voz menos robótico, y es que poco a poco comenzaba a soltarse cada vez más.

¿Por qué se estaba complicando tanto? ¿Por qué algo que resultaba tan natural en un pasado como ir a tomar o comer algo con el mayor ahora se le hacía tan difícil? Después de haber esperado tanto por este momento... aquella espera tan larga le había hecho asumir que todo esto sería imposible. A pesar de todo, al azabache le estaba costando digerir que aquel milagro de la "Operación Renacimiento" era un hecho como tal y no un sueño inalcanzable... que todo su esfuerzo y trabajo realmente había sido recompensado y que lo único que había deseado tanto en su vida, se había vuelto realidad.

— ¿Ya pediste algo, cenaste? — preguntó el mayor quitándose la bufanda y dejándola a un lado. Incluso después de todo el tiempo que había pasado y teniendo claro que el contrario ya era un adulto, no podía evitar ser de la misma manera que había sido siempre con él. En ese entones, Suzuya tenía diecinueve años y aun así lo veía como un niño pequeño. Quizás, para él sería un niño pequeño ahora y siempre.

— Ah, no... Lo estaba esperando... a usted... — aquella frase le volvió a anudar la garganta. Y es que la palabra "esperar" para él significaba al menos cien veces más que para cualquier persona común y corriente.

Shinohara rio y levantó la mano para que un mesero viniera por la orden. Para comenzar, pidió dos cervezas y al mismo tiempo que el mesero les abandonaba para ir por el pedido, el peliblanco dirigió su mirada al adverso para dedicarle unas palabras.

— ¿Recuerdas que una vez te dije que me gustaría compartir un trago contigo algún día?

En ese instante... Suzuya se sintió débil. Como si su cuerpo se encontrase roto por completo y su alma colgase de un hilo de tan solo uno de todos esos trozos. A pesar de que sentir dolor para él no era posible ni en su más paupérrimo sentido, su cuerpo "dolía." Y es que aquel hombre, el cuál consideraba un padre e incluso "su todo," era su debilidad. ¿Cómo olvidar aquellas palabras? Para él... habían sido una promesa.

Su tabique nasal comenzó a molestarse con una insistente y penetrante punzada y sus ojos empezaron a arder, y es que aquellas lágrimas que había logrado expulsar el mismo día en que el mayor despertó de su letargo no habían sido suficientes. Cerró ambos ojos carmesíes con fuerza y forzándose a sonreír, mantuvo aquellas gotas cristalinas dentro de sus lagrimales y rio con una amplia sonrisa. A pesar de todos esos años, jamás había probado la cerveza con la intención de no arruinar este momento, y aunque en cierto punto ya había perdido toda esperanza de hacerlo posible, sabía que hubiera muerto sin hacerlo.

— ¡Claro que lo recuerdo! Cuando estábamos viendo la foto de la celebración de cuando derribaron a Oniyamada. Estaba Marude, Iwaccho, su mentor Iba, el señor Madou y hasta Arima... También me contó que el señor Iba solía emborracharse mucho, ¿no? — el azabache bajó la mirada nuevamente con una sonrisa melancólica. — No he olvidado nada de lo que usted me ha dicho, Shinohara-san...

El mayor irguió su cabeza hasta atrás carcajeándose por quien sabe cuánta tonelada de recuerdos. Shinohara siempre tenía una anécdota divertida que contar con respecto a esas celebraciones y es que, para él, había pasado mucho menos tiempo que para Suzuya.

— Aquello pasaba bastante a menudo. Iba siempre se unía a la fiesta, más que trabajar es como si ese hubiera sido su verdadero trabajo. Maldito borracho. — concluyó el mayor limpiando con el contorno de su dedo una gota de su lagrimal. — Sí que ha pasado tiempo...

Al ver a Juuzou cabizbajo nuevamente, Shinohara pudo entender el trasfondo de su comportamiento. Le sorprendía mucho que de una personalidad tan antiparabólica haya tenido una metamorfosis tan madura e incluso sentimental. Él en un pasado, sabía que Juuzou sentía aprecio hacia él, lo intuía, pero no ahondaba a una importancia tal como la que claramente había. Su expresión otorgó un aspecto sereno y se atrevió a divagar en lo que realmente importaba.

— Juuzou, dime, ¿se te hizo muy complicado estar solo? — preguntó algo sorprendido de su propia voz. No se había percatado, pero sonaba bastante mayor a lo que solía sonar cuando conversaba con su ex subordinado.

Suzuya sintió un vacío en su pecho y bajó más la cabeza escondiendo ambas manos bajo la mesa. Asintió con un rostro espectralmente triste. Aquel cambio brutal que había tenido tanto física, como psicológica y mentalmente se los había impuesto él mismo de la noche para la mañana. Incluso la recuperación de la pérdida de una de sus extremidades la superó en un tiempo límite. Todo para ser alguien de bien y cumplir las expectativas que el mayor había apostado por él. Nada de eso fue fácil... el chico recordaba cómo había sido en un pasado y eso era lo que más le dolía y le molestaba. Detestaba no haber aprovechado todas las herramientas que su mentor le había facilitado, no haberle tomado en serio, no haberle escuchado a tiempo... incluso se había demorado en aclarar los sentimientos que tenía respecto a él. Eso hoy en día lo juzgaba imperdonable, incluso una vergüenza. Tan solo solía ser un malagradecido y tras recordar aquello, un sabor amargo y metalizado comenzó a sazonar su boca.

Justo en ese instante llegó el mesero con una bandeja y sobre ella las dos cervezas heladas que habían pedido. Frías gotas recorrían el vidrio que contenía la dorada y espumosa bebida, las cuales dentro de la aún infantil cabeza de Suzuya creyó por una milésima de segundo en un estado totalmente sugestivo que aquellas jarras lloraban. Cuando colocaron ambas sobre la mesa y el mesero se retiró haciendo una reverencia deseando que lo disfrutaran, el menor tomó el vaso entre sus manos y miró la espuma fijamente intentando sellar sus labios como si quisiera evitar decir algo indebido, a pesar de que no tenía palabra alguna que emitir.

— Juuzou, de haber podido decirte esto hace mucho, lo hubiera hecho, pero recién ahora tengo la oportunidad. Estoy muy orgulloso de ti. No me necesitaste a tu lado para ser el respetable hombre que eres ahora e incluso fuiste parte de la hechura de un nuevo mundo. Para mi es hilarante haberme dormido en un mundo distinto, despertar y verte como un gran líder responsable de la solución que buscábamos hace centenares. Llevaste lo de "no tener miedo" bastante lejos, ¿eh? — preguntó el canoso agarrando su cerveza desde la oreja de la jarra con una sonrisa afectuosa.

— Oh, claro que tuve miedo... — respondió de manera instantánea, casi interrumpiéndole para subir los ojos y cruzar miradas con su maestro. Aunque tuviera los ojos enrojecidos, no le importó.

— ¿Te dio miedo equivocarte o no saber qué era lo correcto? — interrogó intentando facilitarle la conversación al chico.

— No... — denegó también negando con un gesto de cabeza. Tragó saliva con dificultad y prosiguió. — Tuve miedo... de perderlo a usted. Todo lo que hice fue para que se sintiera orgulloso de mí en caso de que despertara. Hice lo que usted hubiera querido porque quería... que todo lo que hizo por mí en un pasado no fuera en vano. Antes nunca pude darle las gracias siquiera y... me di cuenta de todo tan tarde... — por fin en ese entonces, había podido quitarse de encima todo lo que había cargado sobre sus hombros por más de una década.

En ese momento todo pareció enmudecer. Incluso las pláticas del resto de las personas que se encontraban compartiendo en el local, incluso el sonido de las calles de Shibuya al exterior, incluso las ruedas de los autos sacudiendo y estampando la arenosa nieve, incluso la respiración de ambos pareció enmudecer y disiparse entre el mismo espacio. Sólo se oyó el sonido de un par de gotas... las lágrimas de Suzuya cayendo sobre la cerveza. Resultaron ser lágrimas abundantes y silenciosas que recorrían e inundaban el angelical rostro del chico, pero él se encontraba calmo e inmóvil. Las gotas comenzaron a sonar continuamente sobre la burbujeante espuma.

El corazón blando de Shinohara se rompió. Era segunda vez que le veía llorando y él era el motivo. Inhaló con fuerza y aguantó la respiración unos segundos y luego, de forma casi instantánea como memoria muscular, posó la mano sobre la cabeza del chico. Solo ahí exhaló al ver como las lágrimas de Suzuya se detenían. El chico lo miró, ahora él aguantando la exhalación con una expresión dubitativa. Y es que vez que Shinohara hacía aquello, significaba que unas palabras venían después... y le conocía bastante bien, pues no se había equivocado.

— Juuzou, quizás no lo veas de esta forma ahora y decirlo resulte algo triste, pero puede que lo que me pasó a mí haya sido necesario. Así que no lo veas como una tragedia, velo como algo que yo gustoso hubiera hecho para ti sin pensarlo. Después de todo siempre te vi y te veré como a mi propio hijo. — dicho esto... movió su mano de derecha a izquierda concediendo una caricia sobre la pequeña cabeza del adverso.

Aquellas palabras fueron suficiente para hacer que las lágrimas del Dragón General volvieran a brotar. En un pasado hubiera protestado, pero la experiencia ya le había dejado en claro que si su maestro decía algo era por un motivo en concreto y probablemente, no... seguramente, tenía la razón. Pero... era necesario llorar. Aguantó muchos años intentando comportarse y era el momento indicado y la persona debida para dejarse llevar.

El calor de la mano de su maestro sobre sus cabellos le hacían sentir seguro, en casa... permitiéndose soltar uno que otro sollozo acompañado de su voz rota emitiéndolos. No importaba la gente alrededor, y a pesar de que el recinto se había llenado, nadie pareció notar aquella escena. Aquella mano sobre su cabeza era la cosa que más había deseado por tanto tiempo, después del despertar de Shinohara.

— Ahora brindemos, después de todo ya estoy aquí. — sonrió Shinohara quitando la mano de la cabeza de Suzuya para tomar su jarra y alzarla hacia en frente.

Como respuesta, Suzuya limpió su rostro torpemente con las palmas de sus manos y acto seguido, miró hacia el interior de su vaso. Había llorado tanto sobre él que incluso la espuma había desaparecido. No prestó atención y tomando de la oreja su jarra, de inmediato la alzó para chocarla con la del contrario.

— ¡Salud! Por nosotros... — brindó Yukinori Shinohara.

— Y por la Operación Renacimiento. — rio Suzuya ampliamente. Y es que era primera vez en su vida que sonreía de aquella forma tan sincera y limpia. Como si fuera un claro reflejo de la paz que su cuerpo y alma tanto anhelaban.

Suzuya se había redimido de sus pecados. Había pagado cada cosa que, a pesar de no haber hecho con su propio consentimiento había hecho y también había sido premiado y recompensado por todo su esfuerzo y perseverancia al transcurso de los años. Aquel largo trago que dio lo tenía más que merecido... exceptuando el problema de que aquel sorbo había sido lo suficientemente asqueroso como para no querer probar una cerveza nunca jamás en su vida.

— ¡Eeeeeuuuuugh! — exclamó con una mueca de asco al mismo tiempo que sacaba la lengua y cerraba con fuerza sus ojos. Dejó la jarra sobre la mesa al instante. El gusto amargo y burbujeante tan clásico de la cerveza más el contraste salado de sus lágrimas no habían sido una muy buena experiencia como para su "primera vez". — Shinohara-san... ¿por qué los adultos toman esto...? — y sí, la ilusión del alcohol había sido rota. Los adultos no eran para nada interesantes y hacían cosas que él nunca entendería, a pesar de ser uno.

Nuevamente, el peliblanco dio una carcajada con ambos pómulos rosáceos riendo por la expresión del menor. Recordaba su primer sorbo de cerveza y bueno, no había sido del todo placentero por lo tanto su reacción para él era bastante comprensible. Lo mismo con su primer cigarrillo. ¿Acaso Suzuya ya lo habría probado? ¿De ser así, habría reaccionado de igual forma?

— Dentro de poco te vas a acostumbrar y cada vez sabrá mejor, lo prometo. — afirmó Shinohara aun riendo, mientras que Suzuya incrédulo negaba con la cabeza. De pronto, un golpeteo a través del vidrio sonó tres veces llamando su atención. — Oh, parece que buscan al Dragón General. — avisó riendo y saludando con la mano al lado contrario del ventanal.

— ¿Ah...? — Suzuya miró hacia el vidrio y resultó ser Nakarai haciéndole un gesto extendiendo y contrayendo sus dedos para indicarle que salieran. A unos metros más a la distancia se veía el resto de su escuadrón pacificador. — ¡Ya llegaron los chicos! — exclamó aún con la nariz y los ojos rojizos, pero con una clara subida de humor. — ¿Nos acompaña afuera? Quieren que salgamos. Traiga su cerveza. — pidió el menor amablemente mientras tomaba su propio vaso y se levantaba para que Shinohara le siguiera.

El mayor asintió tomando su bufanda para envolver su cuello con ella y su jarra de cerveza, y continuando los pasos del azabache, abandonaron el interior del local para dirigirse a las afueras, donde los chicos ya se encontraban posicionados en unos puestos en donde podían servirse ellos mismos.

— ¡Buuuuuuuueeeeeenas noches! — saludó el Dragón General al resto de los chicos, los cuales inmediatamente respondieron inclinándose para otorgar una reverencia.

— ¡Buenas noches, superior Suzuya... Señor Shinohara! — exclamaron a coro Hanbee, Nakarai, Mizurou y Miyuki.

Nakarai fue el primero en reincorporase y sin titubeos se dirigió a Suzuya, en forma de disculpa por haber interrumpido el momento con su maestro.

— El local estaba demasiado lleno y las mesas no eran tan grandes para nosotros seis, por lo que consideramos que lo mejor sería ser atendidos aquí afuera, Suzuya. — explicó el rubio con aquella solemnidad tan clásica de él. A pesar de todos estos años, no había cambiado en absolutamente nada.

— No pasa nada. — declaró Juuzou con una amplia sonrisa alzando ambos hombros en seña de poca importancia.

— Que alegría que nos acompañe esta noche, señor Shinohara. — informó Hanbee con su expresión tan serena y amena, colocando la palma de la mano sobre su pecho.

— Mientras más camaradas haya en la fiesta, mejor. — animó Mizurou, con su personalidad tan jovial al mismo compás que levantaba su dedo pulgar acompañado de un guiño de ojo.

— La gravedad de Urano ha fluctuado bastante bien en usted, señor. Suzuya pidió sus deseos a las estrellas correctas. — complementó Miyuki, con su infaltable temática astrológica y con su aire enigmático de misticismo tan propio de él.

Shinohara sonrió, agradecido de que al menos Suzuya no estuvo solo del todo. Aquel escuadrón tan unido parecía una familia... una familia encabezada y formada por su ex subordinado; Otra razón en su lista para estar orgulloso del chico. Los miraba en silencio, manteniendo su gesto y escuchando como todos conversaban entonando una que otra risa. Suspiró guiando su visión periférica levemente al cielo hasta que un copo de nieve terminó derritiéndose sobre su nariz... Estaba agradecido también de volver a sentir la nieve luego de doce años de coma.

— Suzuya, ¿con que ya probó la cerveza? — escuchó Shinohara de parte de Mizurou que entonaba su pregunta con un tono bromista. — ¿Y cómo estuvo?

Juuzou puso una expresión compungida, y es que según él nunca había probado algo que supiera peor que aquella bebida que sostenía en su mano.

— Pues, estuvo bien feo... — respondió el Dragón General aguantando el puchero que quería esbozarse en sus labios, provocando una risa espontánea en todos incluyendo al mayor.

Una vez más, Shinohara apoyó la mano sobre la cabeza de Suzuya, el cuál soltaba una honda exhalación, demasiado pronunciada para ser sólo un suspiro. Al menos lo que le constaba era que de ahora en adelante, las cervezas le sabrían más dulces en compañía de su escuadrón y obviamente, Yukinori Shinohara.

Ahora, el único sonido que predominaba el distrito 13, era el de los vasos de aquellas grandes personas tintineando entre sí para celebrar lo que tanto Suzuya había anhelado, lo que tanto se había ganado. Por fin podría ser feliz en su totalidad...


 Por fin podría ser feliz en su totalidad

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━✦🍩 ~✘Stitched Heart✘~ (Juuzou Suzuya/Tokyo Ghoul's FanFic):

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━✦🍩 ~✘El Consentido de Mamá.✘~ (Juuzou Suzuya OneShot):

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MissSuzuyaXIII.~

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~✘Cerveza Salada.✘~ (Juuzou Suzuya/Yukinori Shinohara OneShot)Where stories live. Discover now