¿Él era capaz?

Y ahí estaba de nuevo, como un cuerpo inconsciente recostado en el sofá marrón del diminuto y sucio departamento, rodeado de latas vacías y con un olor penetrante a alcohol y cigarro.

— Deberías dejar eso.— Replicaba molesta Grace arrullando a la recién nacida entre sus brazos.

El hombre solo se dedicó a gruñir en respuesta a sus reclamos.

Él era el que llevaba el poco dinero a ese viejo lugar, él era el que trabajaba para pagar ese techo, él solo anhelaba llegar a su sofá y poder disfrutar un poco la noche, sin embargo esa mujer se atrevía a quitarle el placer. Estaba cansado de todo, sí, cansado de trabajar, cansado de ser un mediocre que pasaba sus noches pegado a la lata de cerveza barata ahogando sus problemas. Él no era feliz, y sabía que ella tampoco lo era, ¿Cómo habían terminado así?

Río bajo, pensando que un condón hubiese sido la mejor de sus inversiones. Él no odiaba a Grace, el no odiaba a esa bebe, tal vez él mismo se odiaba por ver cómo había terminado, aún era joven, él tenía muchos planes antes de ese gran lío.

Extrañaba sus metas, sus sueños, sus aventuras, incluso extrañaba sus obligaciones que en ese entonces parecían tediosas, vaya que se sentía jodido. Él deseaba, y en cierto punto necesitaba, hacer algo bueno con su vida.

¿Él era capaz de hacer algo bueno?

Si, él era capaz de hacerlo.

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Grace estaba harta de verlo así, talvez solo estaba harta de verlo y ya, él hombre estaba ahí, bebiéndose a sorbos largos el poco dinero que era capaz de conseguir. Ella estaba harta de pensar que ese inútil humano era el padre de una criatura tan pequeña y a sus ojos, maravillosa. Por desgracia o fortuna, ella estaba segura de que él lo era.

Ella se encontraba arrullando a su bebe, caminando de lado a lado por el húmedo departamento, tarareando la única canción de cuna que recordaba y tratando que el sonido del ventilador viejo  no interrumpiera los sueños de la niña.

— Tú mereces más que esto.— le susurraba la jóven madre con un nudo en la garganta, lágrimas de frustración caían de nuevo por sus mejillas, ¿tendrán dinero para los pañales? ¿Y qué me dices de la comida? ¿Y si en algún momento necesitaban un pediatra?

Las preguntas inundaban su cabeza acompañadas de un temor insoportable, pero al mirar a ese parásito que parecía estar dentro de su mundo, ese miedo se convertía en furia. Lo odiaba, en verdad lo hacía, lo odiaba por ser tan estúpido, lo odiaba por no hacer lo suficiente, lo odiaba por haber ayudado a crear lo único que ella nunca odiaría.

Un sonido proveniente del desgastado closet le hizo aterrizar de sus pensamientos cayendo de nuevo a su realidad, alzo la mirada y supo lo que él estaba pensando hacer, sabía lo que estaba pasando pero no haría nada para interferir.

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Él estaba tomando sus pocas cosas y las guardaba en una vieja mochila, mirando de vez en cuando de manera discreta a Grace sosteniendo al bebé, al mismo tiempo que ella le miraba con desprecio. Se sentía un poco mareado gracias al alcohol que hace un momento estaba ingiriendo, pero ni siquiera eso lo detendría ahora, él sabía que lo que hacía era un error, pero bueno, esto fue un error desde el principio.

Y así salió de la puerta del pequeño departamento, sin plan alguno y con un futuro incierto, dejando a la mujer y a la pequeña niña, él estaba dejando a esos ojos avellana que le aseguraba que compartían sangre más que cualquier prueba de paternidad.

Se sentía egoísta, se sentía vacío, sentía que se ahogaba. Ella lo odiaba, él se odiaba, y estaba seguro de que esos ojos avellana lo odiarian cuando pudieran entender lo que había hecho, pero se sentía perdido, impotente, ¿Cómo podría ser "bueno" para ella?

¿Él era capaz de hacer algo bueno?

Si, él era capaz de hacer algo bueno, algo muy bueno…como dejar de estorbar.