III

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Connor.

 

Mis párpados pesan y todos los ruidos me parecen el doble de insoportables. Me levanto de un salto del taburete de la cocina de mis padres en cuanto mi cabeza cae en la encimera. Miro a todas partes, alarmado.

-       Deberías ir a dormir un poco. – aconseja mi padre, atravesando el umbral de la puerta de la cocina. – Puedes usar tu antiguo cuarto, y cuando hayas descansado un poco puedes conducir a tu departamento.

Él también luce muy cansado. Hay ojeras muy oscuras en su rostro, está despeinado y su intento por sonreír es muy mediocre.

Echo un vistazo a mi reloj de pulsera.

Una y treinta minutos de la tarde.

-      Estoy bien – respondo. Aunque es una mentira descarada, porque he estado toda la maldita noche despierto haciéndole compañía a mi madre, quien está mucho más inestable que de costumbre.

-      No lo estás, Con. – dice soltando un suspiro, con una mirada que me parte el alma y me hace saber lo mucho que me entiende. – Solo ve a dormir un poco hijo.

-      De acuerdo. – tomo la taza de café que pretendía tomar antes de que se enfriara, y la llevo al fregadero.

-      Yo limpiaré – dice él quitándome la taza de las manos. – Ve a dormir.

Asiento con la cabeza, porque sinceramente no tengo fuerzas para decir nada. Arrastro mis pies por el pasillo hasta llegar a la escalera.

Flashback.

Connor bajó las escaleras, con el miedo y la curiosidad propia de un niño de ocho años. Estaba tan asustado que se cuestionó el pisar el último peldaño y mirar por el pasillo hasta la cocina, pero finalmente se decidió por asomar la cabeza, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Vio a su madre llorando de rodillas en medio del pasillo, con las manos en la cara, susurrando algo inentendible mientras se mecía hacia delante y atrás. Estaba despeinada y no le vía el rostro. Quería acercarse a abrazarla, decirle que todo pasaría pronto, fuese lo que fuese que estuviera pasando. Pero sintió todavía más miedo cuando vio sangre en el piso. Fijándose bien, notó que su madre tenía un cuchillo en la mano y la sangre caía desde sus muñecas.

Las piernecitas del pequeño Connor comenzaron a flaquear. ¡Alguien había dañado a su madre! De inmediato supo que tenía que llamar a la policía, pero el miedo lo tenía paralizado y no era capaz de moverse.

Escuchó el motor del carro de su padre y un alivio le recorrió el cuerpo.

-      ¡Ya estoy en casa! – anunció su padre como cada tarde luego de su jornada laboral. – Annabeth – llamó. – ¡Connor! – canturreó contento. Sin embargo un segundo después, se asomó al pasillo y al ver a su esposa en el piso, su rostro palideció. – Annabeth – le tembló la voz al momento en que se arrodillaba a su lado, quitándole el cuchillo de la mano, examinándola, vio sus muñecas. – ¡Dios mío! – alzó la vista y se encontró con los ojos de su pequeño unigénito, llenos de terror. – Connor – murmuró. Volvió su vista, inundado por el pánico, hacia su esposa quien seguía llorando y susurrando cosas sin sentido.  – Hijo, sube a tu cuarto. – ordenó intentando mantener la voz firme. Connor seguía paralizado al pie de la escalera. – Connor, por favor… iré en seguida. – ayudó a su esposa a ponerse de pie y la guió hasta el cuarto de baño del primer piso.

“Papá va a sanarla.” se repetía Connor mientras subía las escaleras con las piernas temblorosas. “Es doctor, puede ayudarla. Pronto estará bien.”

Fin Flashback.

Con la boca reseca y los ojos ardiendo por la falta de sueño me dejo caer en mi antigua cama. Sintiéndome como mierda. Este lugar no hace más que recordarme las primeras recaídas de mi madre, sus ataques de pánico, su inestable humor…

Suspiro y cierro los ojos, aferrándome a la esperanza de que algún día todo esto acabe.

—o—

-      Hola – digo en un suspiro con el teléfono pegado a mi oreja, mientras que busco las llaves de mi puerta.

-      ¡Gracias al Cielo! – dice Charlie tras la línea. – Llevo todo el día intentando llamarte. ¿Dónde estabas metido?

-      Larga historia – por fin encuentro mi llave y abro la puerta.

-      ¿Estás bien? – dice con evidente preocupación en la voz.

-      Si, lo estoy. – Grandioso, es la segunda vez que miento sobre eso en el día. – Estuve con mis padres, hubo un problema y debía estar ahí, lo siento si te preocupaste.

-      ¿Están bien tus padres? – pregunta de inmediato.

-      Papá está bien – me tiembla la voz.

-      ¿Y tu madre? – dice en susurro. Me dejo caer en el sofá, intentando encontrar una respuesta rápido. – Connor, iré a verte ¿Estás en tu departamento? – musita, al notar que no voy a responder sobre el estado de mi madre.

-      No. – miento. – Estoy en casa de mis padres. – cierro los ojos. ¡Odio mentirle! Pero realmente no quiero hablar ahora, menos con Charlotte, no quiero que se preocupe, no necesita preocupaciones extra. Mientras pueda lidiar con esto yo solo… lo haré.

-      Oh. Está bien. – suspira. – ¿Seguro que estás bien?

-      Sí, linda, lo estoy. – intento sonreír. – ¿Cómo estás tú? ¿Cómo estuvo tu día?

-      Estoy bien, tuve un día tenso, pero nada terrible. – se queda en silencio. – ¿Estás ahí?

-      Sí – respondo tardíamente. – Debo colgar, hablamos mañana, ¿Está bien?

-      De acuerdo – responde bastante desanimada. – Te amo.

-      Y yo a ti.

Me quedo varios minutos mirando el móvil en mi mano, hasta que me pongo de pie y voy a mi cuarto, para tomar un baño, cambiarme la ropa e irme directo al Centro psiquiátrico de Manhattan.

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Fue muy corto el capítulo, pero muy significativo, espero que aprecien lo relevante que es :) Gracias por leer!

Lazos entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora