CAPÍTULO 8

264 36 9
                                        

EL CAPÍTULO SE PUBLICÓ INCOMPLETO, (ya lo arreglé) ESTE TIENE DOS MIL PALABRAS, LO SIENTO MUCHO.

Hoy quiero terminar de relatar las citas que tuvimos hasta que las letras del nombre de mi amado terminaron.

La primera cita ya fue escrita, y obtuve la primera letra: B.

La segunda, aunque no lo sabía me dio la segunda y tercera letra: R y A. Pues la palabra "amanecer" así lo dictaba. —Prometió una cita por haber dado dos letras y una invitación posterior por terminar en el hospital.

Tenía entonces una lista con los posibles nombres de quién conquistó mi corazón, pero al no querer que nuestras fortuitas salidas cesaran, y alguna tuviera un final sin inconvenientes, preferí silenciar mis labios y luego de salir de el hospital y pasado un día y medio, esperé la tercera cita. Así de enamorada me tenía mi bichito.

No queriendo esperar mucho, le escribí y pedí un adelanto de nuestra cita alegando hambre y soledad. Contaba con que la comida que eligiera fuera la siguiente letra de su nombre, grande mi sorpresa cuando me llevó sopa de pollo.

No encajaba para nada, pero nuevamente decidí no revelar mi inquietud y deseo de saber su nombre.

La siguiente cita tuvo, sorprendentemente, un final sin inconvenientes, pues un beso, un abrazo y un sonrojo fue nuestra despedida.

Fue nuestro primer beso, y fue horrible. Con toda la sinceridad admito que teníamos una discordancia alarmante, parecíamos dos niños y sus paletas preferidas; era desagradable. La vergüenza nos jugó una mala pasada. Pero fue nuestro primer beso y algo tan sencillo como eso, es importante. Puedo asegurar así mismo que mejoramos progresivamente.

Las siguientes citas serán resumidas únicamente en la letra que encontré, siendo de la siguiente manera:

-R
-U
-P
-T
-J
-N

¿Cómo iba a adivinar su nombre si dejaba pistas que no servían, ni llevaban a ninguna parte?

Fue una estrategia suya para salir más veces conmigo, y no tenía queja alguna.

En algún momento de una de nuestras frecuentes salidas que me dijo que se llamaba Brandon.  Procederé a explicar de la mejor manera que mi mente me permita el momento para que la felicidad que sentí sea contagiada al lector.

Estábamos viendo una película, una mala película, vale recalcar. Una estrecha sala de estar que contaba con un mueble viejo —que estaba siendo cubierto por una sábana blanca para evitar mostrar las partes dañadas— se encontraba situado frente a un televisor —de aquellos que contaban con un gran respaldo— pequeño y un DVD viejo. Estábamos acostados en aquel mueble, con sus brazo derecho rodeando mi cintura y el izquierdo merodeando entre mi cabello, haciéndome masajes con sus uñas cortas.

Mi espalda se encontraba pegada a su pecho sintiendo su calmada respiración, intentando comprender algo de la película.

Él, igual o más aburrido que yo, decidió hablar.

—¿Te cuento un secreto? —los movimientos de su mano en mi cabeza cesaron, haciendo que mi mano derecha guiara su mano allí nuevamente. Una suave risa fue desprendida de sus labios inspirada por mi movimiento.

—Ajá. —me giré para verlo a los ojos, que se veían de un color más oscuro por la tenue iluminación.

—Promete no reaccionar de manera extraña.

—¿Extraña?, ¿de qué hablas? Nunca actúo de manera "extraña". —usé mis dedos para dar énfasis en la palabra que tan bien me describía.

ATARAXIA.Where stories live. Discover now