Capítulo 25. Mirando a Hades a los ojos.

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..."Te quiero hasta el punto de no ser solamente yo el que te pide, sino cada célula de mi cuerpo, independiente de mí, autónomamente"... Jaime Sabines

Vitale cerró su puño de rabia y caminó con rapidez hacia la salida del casino. Sus ojos ardían en una cólera que ensombrecía su expresión.

—Escúchame maldito demente —rugió Fabio—, esto solo terminará de una forma y es contigo muerto, si te atreves a hacerle daño.

—Tú no tienes la ventaja ahora —se mofó— . Harás lo que te diga, si no quieres recibir un cadaver en tu puerta.

Fabio se estremeció por el odio que era tan perceptible en su voz.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó intentando ganar algo de tiempo—. Puedo darte lo que pidas.

—Niño... —. Una risa baja y maliciosa se escuchó al otro lado de la línea. —Eso es lo debiste hacer hace unos meses. Ahora lo único que quiero es obtener mi satisfacción personal entre las hermosas piernas de tu prometida y darte una lección mientras tanto.

—¡No! —gritó—. Deja a Renata fuera de esto, quién tomó la decisión fui yo.

—¿Sabes? Quisiera hacerlo, pero es que ella es muy guapa. Y algunas veces la mejor manera de que alguien aprenda una lección no es castigándolo; sino castigar a la persona que más ama en el mundo —observó en tono condescendiente.

—Yo tengo la posibilidad de darte lo que pidas. Negociemos. Entrégame a Renata sin un rasguño y te dejaré ir con vida y suficiente dinero.

—¡Eres digno hijo de tu padre! —espetó con desprecio—. Crees que todo se puede solucionar con dinero. Estamos en el centro comunitario, ven ahora mismo. Tú estás en el casino, no debería tomarte más de veinte minutos llegar y, más te vale que así sea o deberé entretenerme con ella de algún modo.

—Ahí estaré. No la toques —advirtió y colgó la llamada.

Bajó de dos en dos los escalones de la entrada principal rumbo a la calle.

—¡Fabio espera! —llamó Jaime— . Alma me llamó, dice la alerta de reconocimiento facial de Tito se activó de nuevo, parece que una cámara detectó a alguien muy parecido a él. Lo investigará más a fondo, pero sería bueno ir por Renata.

Fabio se volvió hacia él con los ojos vueltos llamas.

—¡No me digas!  —gruñó furioso—. Te advertí que el atacante de Renata podría no ser Tito y te empeñaste en que así fuera. —Ray se metió entre ellos y contuvo a Fabio que parecía una pantera sin control. —El malparido de Guido Capone, acaba de llamarme. Tiene a Renata y va a hacerle daño si no me presento a cumplir sus exigencias. Dile eso a Alma y también que no es necesario que investigue más, yo ya sé quién atacó a mi prometida —estalló.

—¿Guido? ¿El tipo que era administrador de tu padre? —cuestionó Ray.

—¡Exacto! El mismo que saqué de la empresa por cometer fraude. Debo irme.

—¡No! Ni de coña vas a ir solo a enfrentar a ese demente —lo detuvo Ray.

—Estamos perdiendo el tiempo —se quejó Vitale—. Dame tu móvil —exigió a Ray.

Ray se lo entregó enseguida desbloqueado. Fabio manipuló la configuración y se lo devolvió.

—Acabo de enlazar el reloj de Renata a tu móvil. La tiene en el centro comunitario, si nos llega a mover de allí con esto podrás encontrarnos a ambos. La traeré de vuelta. Te lo juro —afirmó a Ray viéndolo a los ojos y este asintió—. Saca a los viejos de acá, sé discreto.

Nosotros... en el tiempo Where stories live. Discover now