Galaxy of loneliness

177 21 11
                                    

Un dolor de cabeza invadía a Damon cuando abría los ojos de poco a poco.
Su garganta y la hinchazón de sus ojos resentían mucho el drama de la noche anterior, así como la resaca apoderada de su cerebro, estrujándolo fuerte entre esos rosados dedos viscosos que podría tener nuestro cerebro.
El rubio se sentó sobre la cama, tallando con la palma de su diestra sus ojos, y después su sien, maldiciendo el haber abierto tan impulsivamente la botella de vino que guardaba en el refrigerador.

Maldiciendo el tener una botella de vino ahí, para empezar.

Escuchó un ruido proveniente de su cocina, una sartén que freía algo, además de la capacidad auditiva (altamente sensible) en ese momento.
Con un poco de mareo y dificultad, logró levantarse de su cama, dirigiéndose así a pequeños pasos un tanto tambaleantes hasta la puerta de su habitación.

Al salir de ella y caminar aturdido hacia la cocina, el ruido de alguien silbando, un televisor con volumen medio bajo, y utensilios de cocina usados para lo que parecían ser huevos revueltos y hot cakes, se encontró en ese espacio a su mejor amigo.

-¿Podrías parar con todo tu maldito concierto de ruidos molestos, Jamie? Tengo un triturador de basura en la cabeza y los oídos...-mencionó con un gran malhumor el rubio.

-Buenos días, cenicienta. ¿Terminó ya de llorar por su príncipe? ¿O necesita más tiempo? –respondió Jamie, tratando de amenizar un poco el ambiente, tal vez, intentando sacarle el lado humorístico a Damon con esos comentarios ácidos que solían lanzarse y, por alguna razón, disfrutaban como un juego gracioso.

-En primer lugar, la princesa a la que tal vez te refieres, es la bella durmiente. Y segundo, terminé con eso, ni siquiera sé de qué estás hablando, ¿de qué hablas, Hewlett? –fingió demencia, mientras se acercaba al refrigerador, para sacar de éste un residuo de café frío que hace dos días había dejado en el interior del electrodoméstico.

-No te hagas el loco, Albarn. Ayer estabas despedazado porque te vino a la cabeza de nuevo tú ya sabes bien quién –habló Jamie mientras tomaba del mando la sartén donde estaban los huevos revueltos, sirviéndolos entre dos platos –No te quedaste dormido hasta horas después de que estuviste hablando de cuanto lo extrañas y cuanto extrañas ser un joven de 26 años y todas esas cosas que siempre sacas en cara cuando no puedes aguantar la realidad de las co...

-Ni siquiera...sé de qué estás hablando –interrumpió –Jamie, no vamos a hablar de eso, ¿bien? No sé, se me fue el alcohol un poco, me cayó mal la comida, un pájaro me cagó el hombro y aquello me alteró, yo qué sé...pero ese asunto, que ni siquiera recuerdo qué es, quiero reiterar, está bien enterrado en el pasado. Ni siquiera sé de qué estamos hablando ahora –dio un sorbo a su café mientras se acercaba a donde estaba su amigo.

-Bueno...si te digo que hablo de alguien que usa lentes, es castaño, un poco más bajo que tú, y ama a John Allen, ¿acaso refresco tu memoria? –insistió Jamie mientras servía los hot cakes en ambos platos, y tomaba éstos para caminar hacia la sala del rubio.

Damon cerró los ojos y suspiró hondo. ¿Por qué carajos estaba insistiendo tanto en hablar de ese tema? Jamie sabía a la perfección que estaba prohibido. Que eso tenía candado y como, cincuenta cadenas encerrando la caja fuerte donde estaba encerrado. Bien, de acuerdo, había tenido un pequeño desliz...
Okay, si recordaba haber bebido y haber llorado con Jamie a su lado hasta la madrugada que pudo quedarse dormido...pero eso no significaba nada, es como cuando un perrito bebé en un video te hacía llorar...como cuando el minisúper tiene descuento en aquellas tiras de carne seca y te emociona el hecho de que puedes guardar la comida y no tener que cocinar, ¿no? Era completamente normal.

1999 [Gramon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora