O N E - S H O T

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No había más ruido que la propia brisa fresca. No había peor enemigo que uno mismo. Las nubes vagaban bajo el celeste firmamento de Blue Garden. Una mañana fría pero deslumbrante, la estrella solar comenzaba su libre lucha por apagar el glacial amanecer, sus mejillas se cubrieron por un ligero carmesí semejante a su nariz, mantenía sus párpados cerrados, ciegos al alrededor, estremeciéndose ante el toque del clima contra su pálida piel, absorbiendo cada caricia, apreciando el desliz por su cuerpo.

Su cuerpo sentía, al igual que su alma. Ambas unidas, pero destinadas a sentir emociones distintas, dividas y una misma a la vez. El céfiro acallaba su cuerpo, bajando sus defensas, deseando sosegar cada músculo en el abismo de la comodidad, por dentro, su corazón latía con aprehensión, destruyendo a paso decidido sus sentidos, sus alertas caían en guerra sin dar batalla aunque él anhelaba lo contrario. Cada fibra de su ser se sumía en el agravante miedo, acabando con su conciencia, sus ideas se pudrían en un estado inmensurable llenándolo de la infinita inseguridad.

Él jamás había sido víctima de la inseguridad, del miedo. Y ahora, era un simple prisionero más en sus listas. No conocía palabra que logrará definir su sentir en una sola articulación, en un sólo verso, ni siquiera si existía alguna descripción.

¿Qué podría calmar la tormenta?

¿Qué podría saciar su sed?

¿Qué podría hacer para no sentirse así?


Hasta un grado. Se sentía atrapado, enfermo y cobarde. Un niño inexperto siendo atraído a un laberinto cubierto de hermosas rosas de pinchos, no estaba preparado para aquello. Pero había entrado al juego.

Y a pesar de todo sentimiento consumido, seguía siendo hermoso. Un sentimiento verdadero y limpio que podría transformarlo en un prisionero. Tan perfecto que lo volvía loco. Sería más honesto consigo, de todo de lo que suspendía era de un fino hilo dispuesto a deshilar en cualquier momento, provocando su caída en cero, a una profunda verdad. Si él no abría sus ojos a su realidad, el destino se encargaría de hacerlo.

Abrió los párpados regresando a su entorno. La alcoba de la habitación en donde se hospedaban, junto la baranda de cristal, viendo directo a las afueras, el patio delantero. Y para su desgracia, su ónix mirada terminando fija en la última persona que hubiera querido contemplar por la ocasión. Causando más estragos en el interior. Tal vez, provocando heridas.

Emociones tan fuertes que lograrían desbaratarlo y volverlo añicos en un suspiro.

¿Cómo lo llamaban?

Oh, sí. Amor.

¿Era colosal?

Por supuesto.

¿Era terrorífico?

Lo era.

¿Era perfecto?

Sin duda alguna.

He inconsciente de todo por una vez más, su cuerpo se convertía en simples músculos tensos y un corazón agitado. No podía apartar su mirada, simplemente, no quería. Antes se preguntaba '¿Cómo él había llegado a tan grave obsesión?' Y lo que en el pasado fue una tortura en noches de desvela, ahora era claro en su mente, tan sencillo responder. Sólo era un niño que tenía la suerte de convertirse en un aventurero, tan inocente al mundo, que cayo en el más grande dilema de la vida. Todo un complejo.

El hilo se rompió hace tanto tiempo, en un sigilosa movimiento que ni siquiera fue previsto. Enredado en las amplias garras del amor. Para Shiki, no tenía un nombre, no tenía un significado, sólo era un sentimiento insondable incrustado en su ser por aquella chica. Que le había dado la mano, aquella que le había entregado su libertad y la oportunidad de encontrarse a él mismo. ¿El mundo era justo? El mundo le brindaba una entrada a  los exteriores, al conocimiento más allá del que conoció, le brindaba una inmensa e increíble amistad, pero a su vez, le hacía entender que no existía una vida a su lado, o al menos no de la manera soñada.  Y es que la mayor injusticia del mundo era darle el poder del pensar, porque pensar le hería, pensar le lastimaba como cuchillas filosas rozando por la piel desnuda de su cuerpo. Porque sabía que jamás podría cumplir la ilusión que le rondaba por meses.

Contaba cada día, cada hora y cada minuto, con alguna esperanza tal vez.

En su cabeza las palabras zambullían, pero uno sólo lograba causar el efecto madre.

—"Amigos"

¿Amigos?

Para él, esas seis letras formaban un significado más fuerte. O sólo con ella. Sólo con Rebecca. No sabía como sentirse, como actuar y mucho menos como pensar.

Y era un terrible tonto. Tonto por dejarse sumir en sentimientos tan indescriptibles y en pensamientos tan crudos. Por no comprender su estado, por no conseguir sosegarlo. Sin embargo, era un tonto impetuoso.

No tenía ni la mínima idea de sus sentimientos, si eran pasajeros o permanentes, si era una ilusión o real. Pero estaba aprendiendo una etapa de él mismo, Rebecca se volvía una pieza de él, su nueva meta sería descubrir el porqué. ¿Amistad? ¿Admiración? No lo sabía, pero era Shiki Granbell, un aventurero. Y su nueva aventura estaba a punto de comenzar.

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"Mi primer One-Shot de Eden's Zero, ¿qué tal? Quise centrarme en este tema especialmente porque como muchos lo habremos notado, Shiki es un inexperto, va en un proceso en donde da un inicio a abrirse más al exterior. En ese claro aspecto, Shiki no sabe que es el amor,y quise jugar un poco con ello, puede sentirlo, pero no puede definirlo o saber con certeza que es. Lo que por un lado me parece algo realmente adorable y honesto, pues aquí no se usa el término 'amor' sino el sentimientos abrumador que causa en él. Algo que aclare es que el One-Shot es narrado por alguien ajeno a Shiki y no él."

F O O L ||• Shiki G.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora