Capítulo 36

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Canción para lectura: Pray -Sam Smith

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Las piernas de la escritora mantuvieron su estabilidad hasta que pisaron las baldosas del baño y expirando dejaron caer a la muchacha que se acurrucó en una de las esquinas. Metió la cabeza entre las piernas para obstruir de alguna manera el ruido que producía su llanto. El dolor que experimentó en ese momento no se comparó con la sutil tranquilidad y melancolía del fallecimiento de su abuela, el dolor que sentía en ese instante era lacerante y crudo, le sabía a traición y a un corazón herido por las mentiras y los engaños. Apoyó la cabeza en la pared helada y procuró hilar todas aquellas pistas que antes consideró irrelevantes: Inició por el día en que se conocieron en Plagiados Anónimos y su misteriosa actitud, ese interés tan particular por ella, sus iniciativas en las conversaciones, la vez en que él se sorprendió de que ella le confiara los documentos de Naomi, sus constantes actitudes esquivas, el casco de su motocicleta y el conocimiento de Mancha...Ahora todo encajaba. ¿Le habría mentido en lo absoluto o sólo sobre el plagio? ¿Astor Toledo era una farsa?

Volvió a llorar en silencio. Al menos de una cosa estaba segura, el amor de Astor por su hija era sincero, eso no podía ser una mentira.

Los 10 minutos pasaron y Robín no regresó con Elena. John elevó la voz, sin borrar la sonrisa:

—El interés de mi clienta es tener una conciliación y no saltar al juicio de manera inmediata —comenzó el abogado—, Teresa les está entregando dos carpetas en donde se reúne parte de la evidencia que tenemos en contra de la editorial y el plagiador. No es la primera vez que esta empresa literaria se mete en problemas legales —dijo más para el conciliador que para el resto de los presentes— y nadie aquí quiere un escándalo en los medios por fraude, les propongo que pospongamos la reunión para el próximo martes.

Marcelo soltó la carcajada y se levantó de su puesto.

—¿Tan rápido empiezan a retroceder? ¿no será más bien que tu clienta es una mentirosa y no tolera la presión? —cuestionó el editor. La abogada de la editorial le pidió en voz baja que se calmara.

—Señorita, usted parece ser más prudente que este hombre —dijo John apelando al buen juicio de la abogada.

La mujer se levantó, desocupó una de sus manos de las carpetas y estrechó la mano del abogado.

—Revisaremos los documentos que nos ha entregado y nos pondremos en contacto con usted y el centro de conciliación para coordinar otra cita, no tenemos por qué ponernos rudos ¿no lo cree, señor López? —El hombre moreno apoyó su propuesta y apiló sus cosas preparándose para salir.

—No —dijo Astor en un tono lo suficientemente elevado como para que todos lo escucharan. Marcelo apretó su hombro con fuerza fingiendo tranquilidad, pero no se pudo controlar al oír las siguientes palabras del escritor:—, no hará falta otra sesión, porque Elena Villalba y su abogado tienen razón. Yo, Astor Toledo, plagié y engañé a la editorial para publicar Mancha.

Los asistentes legales contuvieron el aliento y el conciliador volvió a tomar asiento y se dedicó a escribir en el acta las declaraciones del escritor que reveló su verdadera identidad al dejar el seudónimo de lado.

—¿De qué carajo estás hablando? —preguntó Marcelo haciéndose el desentendido. Si Toledo había decidido jugar de aquella manera tan sucia el editor no tenía problema en que el barco se hundiera, eso sí, con él y la editorial a salvo.

Astor lo ignoró y procedió a sacar de los bolsillos de su abrigo dos cd's para ponerlos en frente de la asistente de John López.

—Ahí hay dos copias de mis declaraciones como culpable y los detalles de todo lo que hice desde el momento en que descubrí la novela en la plataforma hasta que firmé por segunda vez una tirada de libros con la editorial. De principio a fin lo hice solo —aclaró mirando al editor que movía la boca con disgusto.

Plagiados AnónimosWhere stories live. Discover now