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¿Hay por aquí alguna lectora nueva?

¿Y alguna lectora que se vaya a animar a leer la nueva versión de esta historia?

Como siempre, pido a las lectoras que ya se hayan leído la trilogía que no hagan ningún spoiler en los comentarios. Tampoco vale asustar, negaré cualquier acusación hacia mi persona.

No os robo más tiempo, ¡nos leemos al final del capítulo!


⋆* *⋆


La primera muerte de mi larga lista de crímenes sucedió cuando tenía ocho años. Algunos la catalogarían de accidente, pero yo sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Estaba asustada, me temblaban las manos y tenía la vista emborronada a causa de las lágrimas, pero por encima de todo estaba desesperada.

Así que lo hice.

Quité el seguro y disparé.

Han pasado diez años desde entonces. Jamás me arrepentí de ello, aunque ese primer disparo supusiera darle rienda suelta a una larga lista de nombres cuyos finales fueron los mismos.

Alcé la mirada al manto gris que cubría el cielo. Sonreí cuando los primeros copos de nieve empezaron a besar mi piel y a deshacerse en ella casi al instante. No podía dar ninguna explicación lógica a la sensación de plenitud que me generaba el frío del invierno, los días nublados como aquel o la imagen de paisajes bañados por la nieve.

Escondí las manos en los bolsillos de mi abrigo y empecé a andar hacia el pino que había en el centro de aquel terreno nevado, mis botas crujían a cada paso que daba. Había algo invisible que tiraba de mí, que me instaba a seguir andando cada vez más de prisa. Así que me eché a correr.

Necesitaba llegar hasta allí. Esa vez lo conseguiría. Lo había prometido. Había prometido que...

Me detuve. Algo se movió al otro lado del tronco de aquel enorme árbol. Solté una bocanada de aire, el vaho cobró forma frente a mis ojos, y habría jurado que...

No.

Era real.

Una mano enguantada apareció por uno de los laterales del tronco y se puso a jugar con la nieve. Era pequeña. Sentí que me llamaba, así que retomé mis pisadas, pero cuando la nieve volvió a crujir bajo mi primera pisada, la mano se escondió. Todo pareció detenerse. El tiempo. La nieve. El viento. Y entonces un rostro se asomó y... me sonrió.

Solté un suave gruñido cuando unas cuantas pisadas lejanas retumbaron en el pasillo silencioso que daba a esta área tan poco transitada del edificio. Hacía mucho tiempo que no soñaba, lo que significaba que hacía mucho que no veía la nieve. Cuando mi mente me daba el privilegio de escaparme de las pesadillas que tan a menudo solían atormentarme las noches, siempre recurría al mismo sueño. Esa había sido la primera vez que conseguía acercarme tanto al árbol. No sabía por qué, pero el sueño me había dejado con un gusto amargo en la boca.

Las voces de aquellos pasos que se estaban acercando hablaban entre siseos. No hice el esfuerzo por averiguar de qué hablaban, me limité a quedarme unos cuantos segundos más con los ojos cerrados, así quizá, si me esforzaba, podía recordar a quién pertenecía la sonrisa con la que había soñado, era lo único que lograba recordar de aquel rostro emborronado.

Dibujé mentalmente el camino que siguieron los guardias, me lo sabía de memoria. Un tramo de escaleras y unos cuantos giros más tarde, la puerta de la sala se abrió y el guardia más joven entró meneando las llaves. Sabía que era él por el indiscutible sonido de sus pisadas, ligeras y rápidas, todo lo contrario a las del fortachón que se había quedado esperando fuera.

EL LEGADO I: A oscuras  (Nueva versión)Where stories live. Discover now