Epílogo 1: Adiós, Steve

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El silencio que rodeaba aquel desolado lugar era conmovedor. Daba veracidad a las palabras plasmadas en cada una de las piedras repartidas por el campo. Tres palabras que ofrecían una promesa eterna para cualquier visitante desolado. 

Descansa en paz. 

Cuatro meses le había costado volver a poner un pie allí. 

Cuatro meses de agonía, auto destrucción y constantes paseos por el inframundo mental. 

Cuatro meses en los que el alcohol y las drogas volvieron a hacerse presentes en su cabeza, mas no se permitió recurrir de nuevo a aquel oasis ilusorio. No porque no quisiera, ganas no le faltaron, sino porque resultaba impensable corromper el buen trabajo que hizo Steve Rogers en vida.

Vida que le había sido arrebatada. 

No más noches enteras de besos y caricias. No más silencios cómplices entre bocetos y nuevos experimentos. Ya no volvería a escucharse su risa serena, o el tarareo infantil mientras cocinaba. Ese par de ojos azules capaces de robarle el aliento al despertar se habían apagado para siempre.

Los recuerdos hicieron que una vez más se derrumbara, cayendo de rodillas sobre la tierra aún árida frente a su tumba. Sus dedos se aferraron con fuerza al ramo que sostenía en la mano, luchando por no llorar por enésima vez. Se había prometido que aquel día no habría lágrimas.

Le tomó unos minutos serenarse. Después de semanas de terapia, volver al equilibrio costaba cada vez menos. Se quitó las gafas de sol y sonrió sin poder apartar la mirada de la estrella grabada en la lápida. Sin un nombre que la acompañara, algo que aún le retorcía las entrañas. 

"−La gente no puede saber que el Capitán América ha muerto. Vosotros, Vengadores, sois la única esperanza. Si uno cae se desatará el caos entre la gente. 

¿¡Y dejar que todos le olviden?! ¡Fury, eres un hij...!

Nadie va a olvidar su nombre. Sigue vivo para todos...  

Y buscarás un sustituto para que siga siendo así..."

No había obtenido más respuesta, pero pondría la mano en el fuego que ese era el plan. Así era Fury. Y por mucho que él peleó para que se le honrara de un mejor modo, acabó dándose cuenta que no era más que otro peón. 

Ese día colgó la etiqueta de Iron Man y abandonó las instalaciones para siempre. La promesa que no pudo cumplir con Virginia, sí lo hizo con la muerte de Steve: destrozó todas sus armaduras y se negó a seguir trabajando para SHIELD. Únicamente atendería al Patriot por su amistad con Rhodey, pero nada más. Iba a enfocarse en otros proyectos más sanos para su persona. 

−¿Puedes creer que vayan a tener otra araña en el equipo? − murmuró aún mirando la estrella de piedra −. Me preocupa que Fury vaya a utilizarlo como hizo con todos nosotros, pero no hay quien pare a ese chico... Es más terco que yo, aunque seguro que a ti te habría hecho más caso − rió entre dientes y se pasó una mano por el rostro, suspirando.

>>Joder, Steve, te echo tanto de menos... Estuve tentado de pedir a Wanda que me borrara el recuerdo de nuestra relación. Desde que encontramos tu cuerpo no soy capaz de vislumbrar un futuro en el que no estás. Sigo levantándome por las mañanas, pero he tenido que marcarme un horario ajetreado para no pensar. Porque si me pongo a pensar, lo único que quiero es seguirte allá donde estés. 

>>Incluso fui a confesarme el otro día... Por todo el pasado, por mis excesos... incluso por ese disparo. 

El sonido del cual aún resonaba en su cabeza. 

Tragó para aliviar el nudo en su garganta antes de seguir. 

−Yo nunca he creído en toda esa pantomima religiosa. Pero tú sí. Y si tengo que morir mañana, el mes que viene o dentro de unos años, quiero ir contigo... Así que espérame, maldita estalactita. Y cuida de mi madre... Estoy seguro que vais a llevaros genial, después de todo soportabas a mi padre... y a mí me amaste.  

Observó a lo lejos, más allá de las lápidas, a Happy saliendo del vehículo. No le apresuró de ninguna forma, pero pudo ver en su rostro el nerviosismo por estar llegando tarde a alguna reunión importante. 

Tony acomodó bien las flores a los pies de la losa antes de ponerse en pie. Se quedó un par de minutos más ahí de pie inmóvil, como si una garra estuviera impidiéndole avanzar, o su amante fuera a resucitar milagrosamente. Pero nada de aquello iba a ocurrir. 

Se besó los dedos y los apoyó en la lápida con una sonrisa triste.

−Te quiero... Adiós, Steve. 

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Ya estoy escribiendo el otro epílogo, si nada me interrumpe lo subiré en un rato. 

The Line [Trilogía Stucky - 1] - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora