Un juego de luz y sombras

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Un juego de luz y sombras
( caught in the headlights )
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N/A: Esto está dedicado a la increíble Enya por su cumpleaños. I LOVE YOU DARLING!!
N/A#2: Para mayor disfrute de este fic, recomiendo escuchar las canciones "I Don't Know Why", "Whatever it Takes", y "Believer" del disco Evolve(2017) de Imagine Dragons. Fueron la principal inspiración de esta historia.
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La música bombardeaba cada esquina del lugar; rebotaban las pulsaciones de un lado a otro y las luces de colores les seguían como si persiguieran la vibración de la rítmica cadencia. De vez en cuando las máquinas de niebla estratégicamente escondidas hacían salir humo de hielo seco que rodaba por el suelo como olas; olía a perfume caro y barato, a licor y a sudor y al aroma dulzón de aquellas bebidas de tonos casi fluorescentes.
Él se limitaba a marcar el ritmo con un pie, recostado de espaldas a la barra con un vaso de vodka medio lleno en los dedos. El calor opresivo de la multitud era fácil de olvidar cuando tu cuerpo también estaba en llamas y llevabas el mínimo de ropa requerida. Había diez personas o más que bailaban únicamente en tops –las chicas– o con el torso totalmente desnudo –los chicos–.
Cuando había entrado le había dado la sensación de que el piso estaba algo pegajoso y resbaladizo. Los fluidos y el alcohol derramado, y quién sabe qué más la gente que iba a ese antro ilegal de mala muerte dejaba ahí tirado: la dignidad, el estrés, la frustración, el hecho de que las mejores cosas siempre se encontraban bajo tierra, donde por un limitado instante liminal se olvidaban de la civilización y regresaban a su esencia más animal: criaturas hedonistas codiciosas e insaciables. Podían venir a este lugar a quitarse una por una las prendas que ataban sus cuerpos a las convenciones de la sociedad y hacer con ellas una alfombra improvisada hacia las habitaciones en la parte de atrás. La música ahogaba los gemidos la mayor parte del tiempo, pero en esos instantes que el DJ se demoraba un poco en colocar la próxima canción a veces podía escucharse algún que otro ruido sordo, un jadeo o un grito de placer incensurado. Orgías, tríos y gangbangs: todo estaba permitido mientras te portaras bien y estuvieras "limpio" y te mantuvieras cubierto por las esqueléticas paredes y los velos de niebla colorida.
Podías ser cualquiera y acostarte con cualquiera; al final de la noche todo quedaría en el olvido y al salir el sol sería como despertar del sueño de Alicia, con la incertidumbre de si ese país de maravillas existió realmente alguna vez.
Hasta que decidías seguir las pistas del conejo y caías de nuevo en aquel hoyo de tentación y te dejabas absorber por su viciosa y deliciosa oscuridad.
Menma no era inmune a la atmósfera que le proporcionaba ese lugar. Era perfecto para olvidarse de sí mismo y de su trabajo. Podía embriagarse lo suficiente para destensarse y sumergirse en la pista de figuras ondulantes hasta encontrar a una sombra que deseara pasar la noche junto a la suya en alguno de aquellos cuartos, y que la escasa luz que se filtraba de afuera recortara sus siluetas negras en la pared con luces purpúreas azules y rojizas.
Eso parecía ser lo que le prometía ese par de ojos que lo llevaban mirando desde hacía más de quince minutos. En vez de acercarse y tomar aquello como una invitación, Menma se había relajado más en su taburete con la espalda y los codos apoyados en la barra. Alzó la cabeza con un gesto petulante y una sonrisa socarrona, ligeramente altanera; "¿Eso es lo mejor que puedes hacer?". Y recibió una ceja arqueada en respuesta: Menma podía verlo claramente, porque aún no estaba lo bastante borracho como para que se le nublara la vista.
"Oh, ¿esto no es suficiente para ti?" Cada palabra era como si fuera dictada por la voz inaudible de sus pupilas insondables, y tuvo que reprimir un escalofrío cuando la chica que bailaba detrás de "él" movió su mano parsimoniosamente sobre la fina tela de su camiseta negra con rumbo seguro al premio que había bajo un par de botones y una cremallera.
Menma apretó el agarre en su vaso, y el corazón le dio un brinco extraño, impulsivo; su cuerpo se preparó para saltar, como si supiera de antemano lo que su mente maquinaba hacer. Pero no fue necesario; aparentemente él sabía cómo rechazar sin decepcionar: tomó la mano de la chica y le dio un fugaz beso sobre sus dedos. Movía sus caderas hacia adelante llamando la atención hacia la zona prohibida, al compás del bum bum bum interminable, como si embistiera el aire; o como si imaginara a alguien cuando cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás y le indicó con un dedo que se acercara.
Podría continuar sentado y golpear su zapato contra el suelo o el taburete hasta que se aburriera de esperar, mas, ¿por qué hacerlo? La impaciencia era una tercera presencia en la distancia que los separaba, y Menma se zampó de un trago el resto del vodka antes de acortarla.
Como si la música y la niebla volvieran el espacio más denso le pareció que tardó el triple de pasos en llegar a él y separarlo del pequeño séquito de extraños a su alrededor. ¿Decepcionados de que Menma pudiera llevárselo y tenerlo para sí mismo? Como si le importara lo que los demás sentían o pensaban. Sus pensamientos se ofuscaban cuando sus manos sujetaban esas caderas y aquellas manos tocaban su cuerpo. Estuvo a un aliento de besarlo ahí mismo, de quitarle la ropa y tomarlo ahí mismo, delante de una manada hambrienta que nunca podría hacerlo. Él sí tenía permitido zafar uno a uno los botones de aquel ajustado pantalón y bajar la cremallera que guardaba la caliente erección.
Él podía, y los otros no. Con los demás jugaba y les daba la ilusión de la posibilidad, pero sólo a Menma le autorizaba traspasar el límite con su mano resbaladiza o su boca húmeda.
_ Aah, joder...Mhhh
_ Hmm
Relamió sus labios y alzó la vista, satisfecho de tenerlo a su merced incluso si era él quien estaba de rodillas, aun si tironeaba de su cabello o de vez en cuando se empujaba en su garganta inconscientemente. Pero a Menma no le importaba: prefería que él mismo fuera testigo de su deseo, que se diera cuenta de cuán cachondo lo ponía; así tal vez se distrajera lo suficiente como para no notar la dureza entre las piernas del hombre que se la chupaba y que se correría en cualquier momento sólo de tener su polla en la boca y de felarla a gusto como si fuera una droga o un dulce o la jodida fuente de la juventud.
La belleza de su orgasmo le atragantó de varias maneras; cerró los ojos con fuerza y sostuvo de golpe su propio miembro a través de la tela cuando su éxtasis le arrancó un jadeo imprevisto. La sacó de su boca y apoyó su frente en un muslo desnudo, y contempló con ojos entrecerrados los pliegues sombríos del pantalón que había quedado enredado en sus pantorrillas cuando Menma se lo había bajado apresuradamente.
Alzó la vista al sentir una caricia de dedos temblorosos en los mechones pegados a su frente empapada de sudor. En su pecho fue encendida una llama esporádica por una antorcha, como si aquella sonrisa hubiera encontrado el camino correcto hacia él por el cavernoso laberinto que eran su mente y su cuerpo combinados.
Por un momento podría creerse que aquel encuentro era algo fortuito, destinado a hacer que dos personas completamente diferentes cruzaran su camino en tierra de nadie y hallaran en la otra aquel trozo de la manzana que siempre el mundo exterior les había negado.
Pero la realidad era algo totalmente distinto: Este no era un escape de la sociedad. Menma no era Alicia ni había seguido las pistas con la ansiosa esperanza de encontrar maravillas embriagadoras en un mundo de decadencias y placeres.
El contacto de sus miradas se rompió, y con ello, la ilusión.
***
Charasuke dejó salir un largo suspiro de cansancio y complacencia. Se agachó lo necesario para tomar sus pantalones y acomodárselos correctamente.
Menma se permitió a sí mismo dos segundos para respirar la sensación post–orgásmica de frustrante satisfacción. El interior de sus calzoncillos era un desastre y se sentía pegajoso; sabía que apestaba a algo mixto que combinaba sexo, alcohol y fluidos corporales; lo que más deseaba en ese momento era salir pitando de aquel lugar de mierda y darse una ducha fría en la tranquilidad de su apartamento.
(Y si pudiera, se lo llevaría con él)
Pero claro, primero lo primero.
Se dio la vuelta y vio que tras su espalda había una cama perfectamente deshecha que podían haber usado si se les hubiera ocurrido. Se sentó en la punta y deseó tener un pañuelo con el que limpiarse la cara. Y un vaso de agua para quitarse el regusto amargo de la garganta. Lastimosamente lo único que tenía encima era un par de papeles doblados dentro del bolsillo delantero derecho de su pantalón, los cuales le entregó a Charasuke sin mucha ceremonia.
Este simplemente rodó los ojos y se dejó caer en la cama. Rebotó levemente y Menma estuvo tentado a acostarse también, pero temía distraerse de nuevo y no era algo que pudiera hacer simplemente porque quisiera.
_ Dame un segundo, ¿sí? Cielos, ¿crees que tengo un interruptor por algún lado que me apaga y me enciende el cerebro a voluntad? – Charasuke apoyó los papeles contra su estómago, cerró los ojos y se esforzó por recuperar su respiración regular. Honestamente, Menma no sabía cómo podía relajarse en una cama que había sido usada probablemente por más cincuenta personas. Aunque no era como si él pudiera ponerse refinado sobre dónde dormía estos días.
Menma tardó unos segundos en responder, y para cuando se dio cuenta las yemas de sus dedos presionaban sus propios labios. Se forzó a cerrar la mano en un puño y la apoyó sobre su muslo. Tomó aire antes de hablar y deseó no haberlo hecho.
Puto olor a sexo.
Puto olor a Charasuke.
_ Tómate el tiempo que quieras, igual yo debería irme ya.
_ ¿Ehh? ¿Tan pronto? – aquello le había tomado por sorpresa, pero no pudo ver su expresión porque su vista estaba en la salida de la habitación; una lona de plástico hacía de puerta y una luz verde la coloreaba desde afuera.
_ No soporto este lugar. – explicó Menma entre dientes con tono exasperado. El verde cambió a amarillo y sintió a Charasuke moverse detrás de él hasta que un par de brazos rodearon su cuello y un pecho firme se presionó contra su espalda.
Bien. Podía resistir eso.
El susurró en su oído también podía resistirlo.
Lo que batalló con su autocontrol fue la lamida de aquella lengua traviesa.
_ Nos demoramos mucho porque cierta persona se estaba haciendo el interesante en la barra y no acaban de venirse por más que le indicara que moviera el culo de una buena vez.
Cuando Menma decía indecencias, se sentía liberador.
Cuando los labios de Charasuke formaban palabras groseras era terriblemente obsceno y le entraba el impulso de acallarlo. Con sus manos o con su boca o con otra cosa.
Tal vez le estaba malinfluenciando, o tal vez fuera que Charasuke siempre había tenido esa parte en su interior, o sólo la sacaba cuando quería shockearlo y dejarle sin habla.
Rodó los hombros de manera acentuada sin contestar y el otro no demoró en comprender. Con un suspiro volvió a acostarse en el colchón de sábanas usadas.
En silencio, Menma se quitó su colgante y se lo dio. Al final de la cadena había un pendiente cilíndrico con detalles grabados que a simple vista parecía meramente ornamental. Cuando se giraba la base se encendía la pequeña linterna que tenía integrada. Charasuke la usó para leer con cuidado y entrenada rapidez los documentos en lo que Menma colocaba un dispositivo del tamaño de una yema de huevo entre los dos y lo activaba; interferiría cualquier señal y les permitiría hablar sin ser escuchados. Mientras esperaba a que el otro terminara se dedicó a ver las luces de la lona de plástico mutar de un color a otro. Cuando volvió a ponerse verde le escuchó soltar una maldición entre dientes.
_ Qué mierda.
_ Ajá. – Eso mismo había pensado él. Y también se había cagado en cada dios que conocía cuando le habían dicho que la redada había fracasado porque, sorpresa, los hijos de puta no había estado ahí.
_ Pero cómo– ¡Habían acordado eso hacía meses!
_ Obviamente les dio por cambiar de planes al último momento. – profirió con cierta molestia – Lo que me pregunto es por qué tú no lo sabías.
_ No soy lo suficientemente importante como para que me digan esas cosas... – se quejó, y Menma se torció hacia atrás para verlo por encima del hombro.
Se había cubierto los ojos con el antebrazo. La linternita yacía prendida aun sobre su abdomen; la apagó y volvió a colgársela en el cuello. Al sentir su mirada Charasuke descubrió uno de sus ojos y le regaló una expresión llena de miseria.
_ Estoy cansado de esto.
Se contuvo de decirle que él se había presentado voluntario para aquella misión y que él había sido quien había enlistado a su hermano para convencer a su padre de que era capaz de hacerlo.
Tenía decenas de contestas hirientes en la punta de la lengua, tan amargas como el sabor que no abandonaba su paladar. Pero no fue capaz de usar ninguna de ellas. Tal vez porque aquello no se lo había dicho él directamente, sino su hermano. O tal vez era porque aquello ya había ido tan lejos que el subconsciente de Menma se había dispuesto a tener consideración sin siquiera proponérselo.
O puede que también estuviera cansado.
_ ¿Sabes algo de lo que va a pasar en los próximos días? – preguntó con suavidad, sin apartar la vista de sus ojos. Charasuke se mantuvo de aquella manera por un rato, hasta que se incorporó y, con cuidadosa cautela acunó una de las mejillas de Menma para depositar un firme y delicado beso sobre sus labios. Demoró demasiado en alejarse, y la presión en los suyos le hizo entornar los ojos.
Insólito, que aquello hiciera que por un momento olvidara dónde estaba.
Charasuke se echó hacia atrás con una sutil reticencia, y Menma parpadeó con desconcierto, como si el alma le regresara al cuerpo después de escapársele o de que él se la robara. La mano no se había retirado de su mejilla y ahora el pulgar trazaba una de las marquitas en su piel. Algo se agitó en su cuerpo, un sentimiento que atravesaba su piel, sus músculos y sus huesos. Desvió la vista y crispó las manos, como si quisiera contenerse de hacer algo. Charasuke bajó la caricia hasta su cuello y dejó sus dedos ahí, disimuladamente sobre su pulso acelerado.
_ No creas que no me di cuenta. – comentó con una mirada puntual hacia su entrepierna. Al encontrarse de nuevo sus miradas, él volvió a sonreírle de aquella manera extraña que enviaba una sensación incómoda al pecho de Menma.
Carraspeó la garganta al tiempo que apartaba su mano.
_ Los datos. – repitió con las cejas alzadas y una expresión irritada que buscaba enmascarar los saltos gimnásticos que su corazón realizaba dentro de su caja torácica.
_ Sí, sí... – se inclinó de nuevo hacia adelante, y rozó su boca contra aquel punto entre su oreja y su mandíbula. Su voz fue un susurro – Escucha cuidadosamente.
Sabía que le hablaba tan cerca por precaución. Esa había sido la principal razón por la que habían empezado aquello: los encuentros en los clubs, una intimidad experimentada en el nombre de la justicia. Sólo por eso Menma se obligaba a concentrarse en las palabras que fluían lentamente a su oído, y no en el aliento que acariciaba su piel o el calor atrayente que llamaba al suyo.
_ Tienen pronosticado otra entrega en quince días, el jueves veintitrés. El comprador es alguien aparentemente famoso, dueño de uno cuantos casinos, un tal Gatou...

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