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 —¿No tienes suficientes con las orejas de Mickey?—preguntó Arizona, captando la atención de Pedri.

—¿Esto?—señaló lo que tenía en su cabeza.—Definitivamente no. Quiero todo lo que se venda aquí.

—Es la octava tienda en la que entramos. ¿No te cansas?—dijo Leire.

—Bueno... La verdad es que a Ari y a mí nos viene bien.—comentó Kera.—Tenemos sobrinos y con esto básicamente hemos cumplido nuestras labores de pajes reales este año.

—Yo no sé dónde voy a meter todo esto.—Arizona miró las cuatro bolsas que tenía a sus pies.

—¿Todo eso es para los niños?—preguntó Pau.

—No, una bolsa y media son regalos para Isco, Marcelo y Koke.

—Eso ya me cuadra más.

—¿Pero qué coño quieres comprar?—preguntó aquella vez Leire poniéndose al lado de Pedri.

—¡De todo! No se viaja a Disney todos los días.

—Vamos, no me jodas.—murmuró Eric al ver que estaba lloviendo a cántaros.—¿Por qué todo nos está pasando a nosotros esta semana?

—Pues Javi está comprando la cena.

—Mira, yo no os espero más.—el chico entró en la tienda con unas bolsas del McDonalds, completamente empapado.—O nos vamos ya o nos inundamos como el Titanic.

—Muy bien, ¿listos para correr?

—La verdad es que no.

—Pues es lo que hay.—cada uno cogió una bolsa, de manera que no se rompiese bajo la lluvia. Salieron de la tienda y empezaron a correr entre risas.

—¡Mierda!—Arizona estalló en carcajadas al ver cómo el canario acabó en el suelo.—¡Pero no te rías, ayúdame!

—¡Espera, espera!—se secó algunas lágrimas que se le habían escapado de la risa y ayudó al chico a levantarse.

—¡Pero no paréis!—pidió Leire.—¿No veis que cada vez llueve más?

Tras unos cuantos resbalones, lograron llegar al hotel. Se dieron todos una ducha de agua caliente, y una vez que se cambiaron de ropa, fueron a la habitación de Javi y Arizona.

—Una noche perfecta, decían...—murmuró Eric sentándose en el suelo.—He llegado con los calzoncillos empapados.

—No seas dramático.—respondió Arizona lanzándole una servilleta que había hecho bola segundos antes.—Al menos tú no tienes que secarte el pelo.

—¿Cómo que no?

—No como nosotras. Yo es que soy un poco enemiga del secador, aunque bueno es más bien una relación de amor-odio lo que tenemos.—añadió Kera.

—Por eso las toallas son nuestras mejores aliadas.—corroboró Leire.

—¿Cómo tienes el culo?—le preguntó Arizona a Pedri mientras reprimía la risa.

—¿Aparte de congelado? Me duele.

—Si es que te has matado por el camino.

—Dime algo que no sepa la próxima vez.—respondió el canario antes de lanzarle una patata.

—Qué mala puntería, hijo.

—Vete a la mierda, ¿quieres?

Comenzaron a hablar de varios temas, como que al día siguiente se irían a París, era el penúltimo día, y querían ver esa ciudad tan preciosa.

4 Besos ||Javi Puado||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora