Capítulo 7: La hermosa joven

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Al llegar al comedor y terminar de servirme lo que menos apestara a condimentos la chica parlanchina vuelve a jalarme para ir con ellos. En realidad, no importa mucho, porque puedo verla... ver a la bonita Marien sentada frente a mí. Le sonrío de vez en cuando y ella también lo hace.

Siento que sus sonrisas son diferentes a las que les muestra a sus amigos. De alguna extraña forma eso me hace pensar en que quizá, si lo que tengo es una enfermedad, ha sido ella quien me la ha contagiado.


Regreso a mi habitación, frustrado por no poder dejar de pensar en esa desconocida joven. Su rostro, su sonrisa, su largo cabello, su voz. Me siento como niño ilusionado con algo, como cuando mi madre me ofrecía traerme algún juguete de madera del mercadillo del pueblo. Pero claro, esto es bastante diferente. Quiero largarme de aquí y al segundo cambio de opinión. Ya no estoy bien de la cabeza sin duda.

Me dispongo a rascar la madera para evitar que mis uñas se hagan en punta. Muevo el velador y detecto su aroma. Me quedo quieto, no me había percatado de que estaba afuera.

La veo asomarse por la puerta e ir de frente hacia la ventana, se apoya en esta y mira hacia el exterior. No puedo evitar sonreír, ¿ha venido a verme otra vez?

Me acerco.

—Hola.

Suelta un corto grito brincando del susto y voltea. Sus ojos se posan en los míos y no puedo evitar reír en silencio por su reacción.

—Perdón, te asusté —me disculpo.

—No, no... Bueno, un poco. Creí que... ¿Dónde estabas?

—Detrás de ti, esperando a ver qué hacías. —Me encojo de hombros—. ¿Querías escapar? —le pregunto divertido, y es que este lugar es horrible. Siento que ella no merece estar aquí.

Ríe de forma suave y eso hace latir más mi corazón.

—No, claro que no.

—¿Segura? Por poco te avientas —continúo jugando con ella.

Vuelve a reír y me hace sentir bien saber que yo lo he causado. Voltea para cerrar la ventana y quedo viendo ese largo cabello marrón. Me doy cuenta de que estoy bastante cerca y su aroma me envuelve. Aunque hay otro más, un aroma intruso, es perfume sin duda. Los humanos lo usan. ¿Por qué se ha echado perfume?

Antes de poder ser consciente, la curiosidad me ha ganado y levanto la mano para tocar su cabello ya que muero por hacerlo, y ya que a los humanos no les molesta el contacto. Tomo un mechón y puedo sentir su suavidad. Las ganas inmensas de acariciar esos cabellos me invaden, quiero experimentar... saber cómo se sentiría entre mis dedos, olfatearlo más de cerca, hundir mi nariz en él.

Oigo su corazón acelerarse y me invade la preocupación. ¿La molesté?

—Huele bien —me excuso mientras sus ojos encuentran a los míos en el reflejo del vidrio.

Se da la vuelta y me sonríe. Está ruborizada, pero no enojada. Su rubor se me hace adorable en ese instante. La veo tan frágil y delicada... Soy como treinta centímetros más alto que ella, Altair tenía razón, podría robármela sin problemas, pero justo ahora siento que solo quiero cuidarla, no lastimarla.

—Gracias, se me vació el perfume —dice y sonrío sin dejar de mirarla con cierta dulzura, como cuando observaba a las aves libres revolotear felices—. Ah, vine a decirte que podías ir a comer algo al comedor... —frunce el ceño— Bueno, ni modo que al laboratorio —murmura sacudiendo la cabeza.

—No tengo hambre, pero si tú aún no cenaste puedo acompañarte —le digo, aunque en realidad es su presencia la que me ha hecho volar y olvidar el hambre.

Ojos de gato Sirio [La versión de él]Where stories live. Discover now