Joder, ¡no me gusta leer!

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Solté todo el aire que había guardado en mis pulmones, me encontraba en shock, no podía creer que es lo que me estaba sucediendo. Mire la hora en mi celular. Faltaban tres minutos. Juguetee con mis dedos esperando relajarme, siempre lo hacia y siempre funcionaba, pero aquel día, desde aquel maldito día ho había nada que me calmara.

La campana sonó y mis nervios aumentaron. Me pare de mi lugar, me acomode mi cabello y salí corriendo de la clase. Nadie me siguió, mi mejor amiga no había venido, así que eso me relajaba un poco.

Todas las personas empezaron a caminar hacia sus talleres, muchos con sonrisas de oreja a oreja mientras que otros –como yo- estaban muriendo de los nervios. Camine a través del mar de estudiantes hasta que llegue a la salida, me estaba debatiendo entre salir y mandar todo a la mierda o dirigirme a mi primera clase.

Saque una moneda y como si mi destino se tratara de nada mas de suerte, lance la moneda al aire. Cara y me quedaba, y sello era que me iba. Atrapé la moneda en el aire y una vez que estuvo entre mis manos la vi.

Genial, me quedaría.

Camine por el campus con un no tan buen humor, pase por el equipo de básquet ignorando todas las idioteces que gritaban hasta que llegue a la biblioteca. Me acerque a una de las ventanas cuidando que no me vieran para poder espiar un poco de lo que hacían. Todo se encontraba en orden, todos se encontraban igual que estatuas.

Tome una bocanada de aire y entre.

Al abrir la puerta se hizo aquel típico sonido cuando abres la puerta de una cafetería. Las miradas se centraron en mí, pero una hizo que llamara mucho más mi atención: Austin.

Él se encontraba con un libro en las manos, pero al verme dejo lo que leía y centro su mirada en mi como si no creyera lo que estaba mirando.

-buenas tardes. – salude a los que se encontraban allí. Busqué una mesa libre y me senté allí.

Todos los presentes volvieron a hacer lo que mejor hacían: leer. Coloque mis brazos en la mesa y juguetee con mis dedos esperando que pasara el tiempo, pero este se hizo mucho más largo. Empezaba a desesperarme.

-genial, todos se encuentran aquí. – una voz me saco de mis pensamientos. Levante la mirada con una sonrisa de oreja a oreja al ver a la profesora cruzar el umbral de la puerta. – buenos tardes alumnos, empezaremos con la presentación. ¿algún voluntario? –

Y como era de esperarse nadie se ofreció, simplemente se hundieron en sus asientos esperando que alguien tuviera las agallas para levantarse.

-bueno al ver que no hay nadie, empezaremos por los nuevos... - dijo sonriendo en mi dirección. – porque no empiezas tú. –

Todas, absolutamente todas las miradas se centraron en mí. Quise hundirme en mi asiento, pero no lo hice, me quede allí esperando a que alguien dijera que quería participar, pero al ver que nadie hizo eso, me levante de mi lugar.

-yo soy Christine Steven. – dije simplemente. Me sentía como cuando tenía 10 años y me obligaban a socializar con las personas. La profesora me observo esperando que dijera algo más, pero no lo hice, y ella al ver eso, hizo las típicas preguntas:

- ¿Cuántos años tienes? – pregunto.

- 16. – respondí en un susurro casi inaudible. Los nervios me estaban consumiendo.

-¿color favorito? –

¿acaso importaba?

-celeste. –

-vamos Christine, no seas tímida, háblanos más sobre ti, tus pasatiempos, tus gustos...- dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja.

¿Qué se suponía que tenía que decir? ¿se suponía que decir que me gustaba leer?

Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora