Laura

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Laura.

Hola, a ti, niña ajena, siempre ajena, siempre extranjera, te escribo desde la nostalgia de los momentos nunca vividos, desde la nostalgia del ensueño, del deseo. Un poeta llamado Petrarca se reafirmó así mismo como creador, como escritor, por medio de la imagen difusa de una muchachita, sí, muchachita, de nombre Laura; Laura de Laurel, del material con el que coronaban a los ganadores de las olimpiadas, a los mejores placebos de los dioses en la tierra; título máximo, coronamiento absoluto, regalo divino, toque de lo lejano. Tu nombre, tu rostro, es la mejor muestra de que si el cielo es sordo es porque se concentra en tu bastedad, es porque envía sus dones a la tierra como única expresión, como mensaje unilateral, como aquel amante furtivo que sin decir una palabra se desliza hacia las cobijas de su discreto descanso, en el cual sin expresarse con el alfabeto lo hace con sus dedos, construye palabras palpables y convierte la otredad en papel y luego, antes de que las cortinas se confronten con los primeros ratos de luz, se va despacio, en las puntas de sus pies que ya son virtualmente suyos, a su amanecer en la soledad remembrante; de esa manera, discretamente, muchachitas como tú fueron concebidas, en el idilio de los haberes añorados, muchachitas que fueron nínfulas, que son lolas, lolitas, posibles intrigas sin resolver, infinidades de acertijos con los cuales fallar.

Laura, lejana, ajena, absorta y nunca, jamás, mía, Laura de palabras como puñados de espinas de rosas ¿Y de dónde más saldrían esos pequeños navajazos? De tus labios de pétalo y dientes de estías, filamentos y anteras. ¿Qué quieres que te escriba? ¿Qué quieres que te diga? Podría jurarte mil verdades, frente a mil biblias y mil veces de rodillas, podría llorar mil veces pidiéndote como favor divino, pero eres tan individual, que en tus piernas se resbala la sangre de los dioses que has matado con tus ojos calcinantes ¿Para qué rogar que me obsequien algo parecido a ti? Para qué si nunca serás tú, por eso te lanzo estas palabras, pretendiendo dar en algún sitio certero, procurando colar algún signo en una hendidura pre-abierta por tus lágrimas que erosionan tu bastedad dérmica.

Laura inexistente ¿Cuántas veces debe estar mi nombre de rodillas al tuyo para probar aunque sea la punta de tu entereza?

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⏰ Last updated: Sep 03, 2018 ⏰

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