Capítulo XXVI

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Impostor

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Una corriente helada sacudió la enorme casa cuando las puertas de roble cedieron, elevando grácilmente los cabellos rubios y a su vez dejándo su beso helado sobre la piel nivea de Uranía en conjunto con la sensación de vacío que llego tan rápido cómo puso un pie en el pasillo principal de la casa de Castiel. Quizás el anochecer y su manto de oscuridad ayudaban a la sensación de total penumbra. Sea como sea del rostro femenino se había pérdido cualquier rastro de felicidad cuando el Dross había ido por ella a la casa de los Veron.

Su mirada azulada fue a dar hacía el mismo, encontrandolo pensativo. Sus cejas oscuras permanecían arrugadas y sus labios eran una fina línea apretada. Se estremeció ante la corriente lugúbre que recorrió su columna vertebral.

— En un rato saldremos. — La voz de Castiel fue una orden llena de decisión y firmeza.

Ella retrocedió un paso mientras se abrazaba asi misma ante el frío, con una sensación pesada sobre su ser. De hecho desde que la había ido a buscar de forma tan repentina sintió una terrible angustia apoderarse de ella, él se notaba divagante y su aura más oscura de lo normal reflejaba miseria y caos.


— Yo... Estoy cansada. —Musitó la rubia comenzándo a caminar hacía la escalera, y siendo detenida por el fuerte agarre de Castiel sobre su antebrazo. — Por favor... Castiel dejame...

La voz se ahogó en su garganta cuando su mirada se cruzó con aquellos ojos color ónix, los cuales no reflejaban más que un vacío que heló su sangre.

Antes de que volviera a resistirse fue atraída hacía él bruscamente haciéndola tropezar y chocar contra su fornido pecho, estrechándola con firmeza. El calor encendió el rostro de Uranía mientras el aroma a cítricos la envolvió cómo los fuertes brazos de Castiel a su delicada cintura. El corazón de ella parecía estallar con cada látido, sobre todo cuando notó que el Dross aspiró profundo el aroma de su cabello.

— Odio lo dulce... — Le espetó Castiel. Ella ahogó una exclamación pero él la obligó a mantener la cercanía. —Pero tu aroma... Se me hace tan endemoniadamente exquisito.

La mente de Uranía se detuvo, pérdida en las palabras de aquel pelinegro mientras una corriente eléctrica recorrió cada nervio de su cuerpo. Como pudó buscó la mirada contraria quedándose envuelta en el matiz rojizo que se apoderó de ellos. Castiel le sostuvó la mirada antes de inclinarse y rosar los labios entre abiertos de ella contra los suyos en un roce tenue y delicado que estremeció cada rincón de la joven estrella.

— Eres tan díficil de ignorar.—Susurró finalmente el pelinegro al romper aquel beso dejando una estela cálida y plateada entre sus bocas mientras la joven estrella se sumergía en la inconsciencia.

UraníaWhere stories live. Discover now