4.- La confesión

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     Lo teníamos, mi plan funcionó a la perfección, capturamos al maldito asesino, se encontraba en al asiento trasero, con las manos esposadas, yacía inmóvil, sin emitir ni una sola palabra, mirando desde la ventanilla la libertad que en su puta vida volverá a tener, me sentía orgulloso, quería gritar a los cuatro vientos que ese hijo de perra pagaría por haberme complicado estos ultimo días, añadir una estrella más a mi lista de logros personales. Tony lucía serio, extrañamente agobiado, supongo que mis métodos no le parecían los mas idóneos, pero al fin y al cabo, funcionaron, ¿fue un riesgo? sí, no lo voy a negar, aquella pandilla de malvivientes pudo habernos asesinado si hubiesen querido, nos superaban ampliamente en número, pero afortunadamente nuestra intimidación hacia ellos dio resultado, mi jodido plan salió tal y como lo imaginé en mi cabeza, pero Tony lo veía de otra manera.

     La sala de interrogatorio estaba lista para recibirnos, minutos antes di por informado a mis superiores sobre la captura del presunto asesino, no di más explicaciones, quería evitarme el sermón sobre responsabilidad y protección de la propia integridad, al fin y al cabo el objetivo se había cumplido. Recién llegados a la jefatura, nos dirigimos al cuarto para interrogar al sospechoso, entró junto conmigo el comandante Santiago. Ahí estábamos, cara a cara.

     —Muy bien, ¿qué tienes que decirnos respecto a lo que se te acusa? —cuestionó el comandante Santiago con cara de pocos amigos, el ceño fruncido a mas no poder, con la mirada gélida puesta directamente en los ojos de Oscar Canul.

     —Miren, cerdos —respondió el acusado colocando sus esposadas manos encima de la mesa— da igual si hablo o no, al fin y al cabo ya estoy muerto, así que prefiero hacerlos sufrir.

     Lo que dijo no tenía sentido para ninguno de los dos. El comandante se levantó abruptamente de su silla y se abalanzó sobre el acusado propinándole un par de puñetazos que lo hicieron caer el suelo.

     — ¡Mierda comandante, contrólese! —exclamé separando a Santiago del maltrecho malhechor.

     —Vuelve a decirnos cerdos y te reviento la cabeza maldito hijo de puta —replicaba el comandante alineándose su despeinado cabello y ajustándose la corbata.

     —Hagan lo que quieran conmigo —decía entre risas burlescas— él vendrá por ustedes, les arrancará los ojos y sus almas le pertenecerán. Yo solo soy un mero sirviente, no tienen idea de todo lo que hay detrás, es mucho más grande que absolutamente todo lo que conocen.

     —Deja de jodernos, y comienza a hablar con claridad —espeté acercándome hasta quedar lo suficientemente cerca del acusado como para sentir el hedor que desprendía su aliento.

     —El poder de Kíimil nos vas a consumir, todo será caos y destrucción, los impuros perecerán, del cielo lloverá sangre y los días serán oscuridad.

     — ¿El sello de qué? —cuestioné casi susurrando—. ¿Te refieres a este maldito símbolo? —expuse sacando una fotografía de mi billetera de aquel asqueroso dibujo que se encontraba en la escena de ambos crímenes.

     —El mal caerá sobre nosotros, ¡nos consumirá!

     Repentinamente el acusado comenzó a gritar una y otra vez las misma frase "el mal nos consumirá", cayó al suelo en medio de una inesperada convulsión, los ojos se le tornaron blancos y el cuerpo entero le temblaba sin cuartel, le aplicamos primeros auxilios y en menos de veinte minutos la ambulancia ya se lo había llevado al hospital para ser examinado. Yo, por mi parte debía de resolver una inquietante cuestión, conocer el significado de aquel símbolo, así que me dispuse a visitar a mi amigo el profesor David E. López. Sé que él sabrá algo respecto a ello.

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⏰ Last updated: Sep 06, 2018 ⏰

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El sello de KíimilWhere stories live. Discover now