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Un mes después de que Leo hubiera aceptado el empleo en Shellders Celis empezó a sentir mareos y malestares en su vientre dándole arcadas todas las mañanas. Leandro empezó a notar el raro comportamiento de su novio pero se abstenía de preguntar, Celis solía estar de muy mal humor durante esos días.

"Bebé, ya me voy a trabajar. Hoy tengo que revisar los generadores de electricidad queden perfectos..." dijo Leo esperando un beso de despedida tan siquiera. "¿No me darás un besito?" lloriqueó sacando su labio inferior mirando a Celis que se lavaba la boca después de fracasar al querer vomitar.

"No mi gordito, creo que vomitaré." Contestó Celis cerrando los ojos y frotándose las sienes. Cuando abrió los ojos vio a Leo con sus ojos cristalizados, "eres un enorme bebé llorón" sonrió; "ven te daré un besito. En la mejilla y otro en la frente."

"Con que tu boquita me toque" contestó de vuelta batiendo sus largas pestañas.

Después de que Celis le diera a Leandro una tanda de besos a lo largo de su rostro y boca, Leo salió más que contento a trabajar.

En el trascurso de los días Leandro estaba muy preocupado por el estado de salud de Celis, cada vez se veía más pálido contrastando con su tono bronceado habitual. "Bebé ¿quieres que te lleve al médico?" preguntó Leo mientras veía como Celis trataba de cerrar el botón de su short de mezclilla, fallando en el intento.

"Creo que estoy engordando, lo que me faltaba." Dijo al aire, pasando por completo de su novio.

Ya un poco harto de la actitud de su pareja, Leo se levantó y lo tomó entre sus brazos estrujándolo con firmeza. "Vamos al médico, bebé. No es normal que vomites lo poco que comes, además estás subiendo de peso."

"Bien chiqui. Pero, primero quiero comer algo de gelatina de limón. ¿Sí?" contestó con voz algo infantil.

"Lo que tú quieras bebé."

Después de haber comido dos tazas de gelatinas ambos de metieron a bañar. Celis enjabonaba el suave y blandito cuerpo de su novio mientras recibía caricias en sus músculos completamente definidos. "Me pregunto dónde se estará yendo todo ese peso extra que dices" dijo de repente Leo mientras frotaba los valles de los abdominales de Celis.

"No sé, creo que tengo sobrepeso psicológico." contestó con una risa ligera y ronca.

"Uhm" bajó una de sus manos por el culo de novio. "Creo que esto está más grande," dijo con un tono cómico mientras tanteaba la masa con sus manos extendidas. "Sip, más grandes." Concluyó.

"Oye" le dio un golpe leve en su pecho. "No toques la mercancía," dijo riendo mientras estiraba algunos vellos pectorales.

"Mejor acabemos, hay que ahorrar agua bebé." Dijo al mismo tiempo que echaba agua con una jícara a él y a Celis.

Ambos se encontraban en la sala del hogar del médico Yahir Ocón Rivera, un hombre de cuarenta años que con lo sucedido en la guerra había tenido que cerrar su consultorio en la gran ciudad. El hogar era agradable; muebles amplios, luz blanca y un dulce olor a limón, Celis estaba encantadísimo.

"Y bien," dijo el médico saliendo ya con su bata blanca.

"Es que Celis no se ha estado sintiendo bien," contestó enseguida Leandro.

"Oh, y bien Celis qué me tienes que decir."

"Bueno... he estado vomitando estas últimas semanas durante las mañanas, creo que también he subido de peso y no tolero el olor de mi antiguo desodorante de baño." contestó repasando cada una de sus palabras.

"Y también anda de muy mal humor en las mañanas y ha subido de peso doc" agregó preocupado Leandro.

"Bien le haré un pequeño análisis de sangre, ya sabe con los pocos recursos que nos queda." Intentó bromear el médico.

El búnker (Gay)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt