PINIWINI

10 2 0
                                    

David Sarabia

 La luna y el cielo eran el lienzo perfecto de esa madrugada que prometía un verdadero espectáculo de la naturaleza: el eclipse lunar en el último día de enero. Pero otro evento opacó el esperado eclipse, un fenómeno que borró y echó a perder todas las expectativas. La abrupta interrupción de presenciar la maravilla astronómica, fue debido a un intenso olor a excremento que golpeo como un tsunami la comarca.

El aroma hediondo taladró los pulmones de los habitantes del pueblo de Zakamoto. Provocó en ellos dolor de cabeza, picones en las fosas nasales, e intensa sensación de asco. Tales síntomas fueron acompañados de arcadas y vómito torrencial, la cena y el desayuno fueron expulsados sin poder evitarse.

La peste también entraba por la puerta grande en la comandancia de policía, se trataba de una pequeña casa campirana de una sola planta con una oficina, un baño y dos celdas para borrachos. Wenceslao Mancera y Jerry Aparicio, dormían plácidamente sentados detrás de sus escritorios, despertaron dando un brinco, asustados y asqueados. Wenceslao movió la mole de su cuerpo levantándose desconcertado. Se rascó la cabeza, imaginándose una presa llena con agua de drenaje. Olfateó el aire hizo un gesto de desagrado. Abrió la puerta, dio un par de pasos hacia afuera y aspiró hondo. ¿Qué era eso? Molesto, se acomodó el sombrero y la placa de policía. Instintivamente tocó la empuñadura de su revólver.

Su arma seguía allí, con un ojo abierto y otro cerrado, lista para ser accionada.

Wenceslao se llevó las manos a las caderas en una actitud desafiante para mirar el panorama que le presentaba Zakamoto. Las familias estaban afuera de sus casas. Los adultos gritaban, algunos vomitaban y lanzaban maldiciones. Los niños lloraban asustados con caras contorsionadas por la repugnancia.

—El olor viene de allá — señaló un punto, lejos, por encima de las casas —.Cruzando las parcelas. Creo que es el Rancho de los Morales.

— No puede ser — dijo Jerry con extrañeza —. Está abandonado. Los morales se fueron hace años llevándose a sus cerdos.

—Sí, pero acuérdate que ahora están los turistas "gringos" que anduvieron comprando víveres en el abarrote de don Chuy hace dos días. Cuando don Chuy les cobró el total; el que pagó dijo que se instalarían en el rancho abandonado, donde acamparían para esperar el eclipse, que ellos eran los "Adoradores de la Luna" y que eran un grupo de siete, porque el siete es un número mágico. ¡Patrañas!

Del otro lado de la calle, dos hombres y una mujer cruzaban apurados la cinta de terracería, tapándose boca y narices con sus manos.

— ¡Jefe Wens haga algo! — chilló la mujer histérica — ¡Parece que estamos en medio del basurero municipal!

—Tranquilos, no se desesperen. Jerry yo vamos a echar un vistazo para averiguar de dónde viene ese olor a muerto — la mente de Wenceslao hubiera querido decir: olor a inmensa mierda revolcada con muerto putrefacto aderezado con vómito de alcohólico — averiguaremos la fuente y pediremos apoyo a San Luis.

Wenceslao le hizo un gesto a Jerry para indicarle que lo siguiera a la vieja patrulla. Ambos subieron. Afuera, la mujer imploraba desesperada junto a sus acompañantes.

— ¡Le encargamos mucho jefe Wens, solucione ésto, que si no, nos enfermaremos por respirar tanto microbio!

Wenceslao la ignoró y puso en marcha el motor. La patrulla rugió. Cruzó la calle para tomar el camino que daba a la salida del poblado.

Al abandonar Zakamoto, Wenceslao tomó un camino rural de un solo carril que se adentraba entre las parcelas.

El camino era recto a lo largo de dos kilómetros. Cuando llegaron a una encrucijada, los faros de la patrulla mostraron una hilera de frondosos pinos. Dieron vuelta a la derecha, metiéndose en otro sendero, que tenía un aspecto tenebroso en esa hora de la madrugada.

PINIWINIWhere stories live. Discover now