IX: De vuelta a tí

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El día de Nochebuena, Lilia nos llevó a todos de nuevo a Kazajistán, cumpliendo mi deseo.Todos los años nos hacía escoger donde queríamos pasarlo y este año me tocaba a mí. Y yo después de tantos años decidí volver a tí. 

—¿Por qué estás tan triste? —preguntó Chris, girándose para admirar el brillo de su traje de sal marina—. Deberías estar de fiesta, ¿no? ¡Es Navidad! ¿No estás contento?

—Claro —dije, asintiendo.

—Voy a ponerme a cocinar —intervino Mila—. Creo que nos irá bien una cena.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó Sala, que evidentemente buscaba la manera de integrarse en el grupo.

—Por supuesto —respondió Mila—. ¡Voy a ponerlos a todos a trabajar!

—A Viktor no —intervine—. Lo necesito un momento.

—Claro. Lo que quieras.

Viktor y yo nos quitamos nuestras túnicas de sal y nos pusimos algo más convencional para salir al exterior.

Me puse unas botas altas, guantes e incluso un sombrero, y le dije a mi hermano que hiciera lo mismo. La nieve era prácticamente agua helada, agua natural, que nos vinculaba con Lilia. Un pie que metieramos sin querer en un charco bastaría para comunicarnos con ella, quisiéramos o no. Esta vez, íbamos a tenerla desconectada. Nuestro aliento formaba nubes en el aire bajo la capa de ramas que protegían la casita. 

—Bueno, ¿para qué me necesitas?- preguntó Viktor intrigado 

Solo trague saliva, intentando mantener la sonrisa. — Ven, tengo que compartir con alguien esto.

 Caminamos un buen rato hasta empezar a ver señales de civilización, un pueblecito cercano a la costa. Primero pasamos junto a unas casitas pegadas a grandes granjas, luego junto a unas tiendas, al lado de unos bloques de pisos, y por fin llegamos a una bonita plaza.  En los árboles de Navidad brillaban lucecitas de colores. Y las tiendecitas tenían los escaparates decorados. Había niños corriendo por la calle con abrigos de lana, cantando villancicos como si fueran gritos de guerra. El olor a canela y a cítricos llenaba el aire. 

Viktor me dijo por señas , que ahora entendía porque me gustaba ese lugar. 

«Si, es mi lugar»

Al llegar al límite del pueblo, le dí dinero y le pedí que fuera a comprar flores a la tienda de la esquina. Regreso con unas flores de color rojo oscuro cuyo nombre no conocía. Le dio las gracias, las cogí y me puse en marcha, tratando de ignorar el nudo que se formaba en mi garganta y el pulso acelerado, no se que encontraría. Al llegar al cementerio apoye la mano en el poste de la entrada, hice una pausa e hice acopio de valor para seguir adelante. Había otras huellas en la nieve, rastros de las familias que habían acudido a visitar a sus muertos en aquella fiesta tan especial. Cuando llegue a la lápida, ligeramente erosionada, me detuve,  quite las flores secas que deje esa vez, aun estaban. Vi como mi hermano se sorprendió al ver la lápida.

Vi la lápida Otabek Altin, todo el dolor me golpeó y ya no pude más,  empezaron a temblarme los hombros. Miré alrededor, nervioso.  Estábamos solos. Cuando estuve seguro de que no había nadie, solté un grito angustioso. Mi hermano se  apresuró a rodearme con sus brazos.

—No pasa nada, Yuri. Cálmate por favor.

—No es justo —dije limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano—. Quiero terminar luego mi tiempo para que Lilia borre mi memoria, pero por otra parte no es justo para él que lo olvide pero es que es doloroso.

Solté un gemido gutural de dolor, doblándome en dos y aferrándome a la lápida de Otabek. Aquello era lo más cerca que había estado de abrazar a mi amor en el último siglo. Seguí gimiendo, no podía parar, no quería parar, sentía que moriría, Viktor solo se aferraba a mi, no se si eran mis temblores o el también estaba temblando, conociendo su noble corazón, también estaba sufriendo. Después de mucho al fin deje de llorar, pero Viktor aun estaba como una lapa aferrado a mi , y apesar de todo sonreí, él me sostenía como si quisiera evitar que me quebrara más.  Me limpie el rostro y me arregle el pelo: «Solo quería decirle que lo quiero».

«Él lo sabe.»

«cuando mi tiempo termine, me acompañas nuevamente a despedirme por última vez.»

«Por supuesto, lo que necesites ven a mi.»

«Gracias», dije, esbozando una sonrisa.Puse mi mano sobre la suya y nos quedamos así un minuto.

—Estoy listo —susurre. Nos pusimos en pie y echamos a andar. No volví a  mirar atrás.

Al llegar a la casa, volví a fingir que nada pasaba, era lo único que me quedaba hacer, estos últimos dos años de condena, luego todo terminaria. Ya no mas dolor. 

Al otro dia Viktor hizo un tremendo favor. 

 —Creo que es hora de mudarse otra vez —nos dijo.

 —Creo que es hora de mudarse otra vez —nos dijo

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Estos son sus trajes de sirenas ^^

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* las imagenes no me pertenecen

Lágrimas de SalWhere stories live. Discover now