Capítulo 3

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Allí estaba él, nervioso y ansioso. Con las manos sudorosas y los dientes bien cepillados, además, ocultos en su chaqueta llevaba supresores de emergencia; Mike le había prohibido tomarlos pero como dicen ojos que no ven mentira que no existe.

-221B de Baker Street- tarareaba con miedo a olvidarlo. Cerró  su portátil y se prometió a sí mismo, controlarse.
Era ridículo. Aún no podía creer que hace unos instantes había puesto el nombre del Alfa en el buscador pero no había nada de información de aquel hombre más que que un sitio llamado "La ciencia de la deducción". Un sitio con artículos bastante llamativos y que John no había dudado en leer toda la mañana.

Aunque, no lo impresionara del todo, intuía que Sherlock debía ser algún maniático que se escondía del gobierno británico o simplemente un genio oculto.

Él era bastante intrigante.

Miró de nuevo la hora, podría ir caminando y llegaría a tiempo.

En su interior deseaba verlo, deseaba volver a sentir sus feromonas cerca; John conocía esa inquietante curiosidad, una curiosidad que asemejaba a una llama que, inconscientemente comenzaba a consumirlo desde dentro pero, sabía que sería momentáneo pronto conocería a algún beta que le quitaría toda la atención que mantenía sobre Sherlock, estaba seguro. O eso quería.

El camino fue terriblemente largo, el sol era intenso y apostaba que olía a sudor pero había llegado. Se detuvo frente a un pequeño restaurante y en la vitrina, miró su aspecto, claramente había tenido mejores momentos.
Hubiera deseado volver el tiempo y mantener su aspecto de chico adolescente asi todo sería un poco más fácil para él, suspiró cansado. Era inútil lamentarse ahora.

Un taxi comenzó a orillarse, obligando a dejar sus lamentos a un lado. Peinó de forma disimulada sus cabellos castaños y vio bajar con seguridad al Alfa, odiaba admitirlo pero se era fabulosamente sexy. Sintió sus mejillas arder en un sonrojo involuntario. Se sentía bastante estúpido. Golpeó el suelo con su confiable bastón en un intento de calmar sus nervios.

-Hola- la voz de Sherlock no fue para nada de ayuda, el simple saludo doblegó su valentía y los nervios le impidieron mirarlo a los ojos.

-Señor Holmes...-

-Sherlock, por favor- soltó desplazando la presencia de John para colocarse a su lado.

-Es un bonito lugar- dijo, en un intento ridículo de charla-Debe ser caro- pero entre dos, era seguro que podía costearlo.

-La casera me hizo una buena rebaja. Gracias a que me debe un pequeño gran favor- sonrió con sorna y John sintió un nudo en su estómago, imaginó lo bella e inteligente que debía ser aquella casera para haber captado la suficiente atención de Sherlock y que aquel hombre tan extraño se hubiera ofrecido a ayudarla o simplemente podría haber la promesa de una gran suma de dinero.

Pero su intuición le aseguraba que el dinero para Sherlock no era la prioridad dentro de sus anhelos. Tan perdido estaba en su interior que la mirada inquisitiva del Alfa sobre él le pasó desapercibida, Sherlock miró la confusión en el semblante de su probable compañero de piso, no le agradó la forma en que la atención de John se fue a quién sabe donde para pensar en no sé que. Sintió la necesidad de explicarle y su lengua se movió complaciente.

-Hace unos años-¡Bingo! La atención del Omega era toda suya de nuevo -Sentenciaron a muerte a su esposo en Florida y tuve la posibilidad  de ayudarla- John estaba lo doblete confundido ahora. La opción de que Sherlock fuera un maniático buscado gobierno crecía con fuerza.

-Perdón, ¿Evitaste su ejecución?- Posiblemente el hombre era inocente y él había sido su perfecto abogado o había empleado el escape sigiloso de la cárcel comunitaria donde lo tenían. Ideas tontas sobre películas de acción bombardearon su cabeza. Ahora Sherlock le parecía un alfa admirable.

Mi OmegaWhere stories live. Discover now