Capítulo 1

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Salgo del Freak Pub y cojo la cajetilla de cerillas que me regalaron tras beber varias rondas de whisky. Después de haberme gastado como cincuenta euros en tragos. ¡Cincuenta euros! Imagino que me merecía mucho más que eso. Lo peor de todo fueron las burlas del camarero cuando me dijo que la igualdad tenía estas cosas: no hay más beneficios por ser mujer. Además, ¡no fumo!

Yo sé que a estas alturas no puedo reclamar mucho más. El mundo está construido para los jóvenes y aunque mi espíritu lo es, la edad se me va como arena entre las manos. Tengo treinta y siete años y los hombres ya no me miran de la misma manera que a las chicas de diez años menos. Conservo mi figura a golpe de gimnasio y una dieta sin harinas ni azúcar. Bebo dos litros de agua por día, me echo todos los potingues posibles, pero aun así, en una competencia con una jovencita, siento que pierdo.

Y toda esta baja autoestima es gracias a mi ex que me dejó por una niñata de dieciocho que había conocido en el instituto donde él es profesor de educación física. El mero hecho de pensarlo me enerva. Habían esperado a que terminara el bachillerato y pasara el verano para formalizar la relación. Mientras tanto, me follaba y me decía que me quería mientras pensaba en esa pequeña hija de puta.

Quiero luchar contra los años, pero la guerra está perdida de antemano. No puedo retener la juventud por mucho que quiera. Tengo que aceptarlo de una maldita vez y así liberarme de esta culpa injusta. ¡Fue él quien me dejó! Yo lo amé, lo cuidé, pero no fue suficiente. Él no me quería a mí. Quería a un cuerpo.

Estoy tan mareada que tengo que frenar para apoyarme en el escaparate de una tienda, en una de las callejuelas del centro de Málaga. Me miro al espejo y tengo que concluir que doy asco. La lluvia hace que mi pelo rubio y aguado se pegue a mi cara, el rímel se deslice de mis ojos de un azul grisáceo, las medias tienen un par de carreras que me dan miedo mirarlas. Mi ajustado vestido dibuja las curvas que alguna vez enamoraron al cabrón de mi ex. No perdí mucho de la diosa que fui.

Al menos, me queda el consuelo que a esa niñata le pasará lo mismo.

Me interno por calle Nueva y la iluminación es tan pobre que tropiezo con una tapa de alcantarilla que se encuentra mal cerrada. ¿Estará alguien trabajando a estas horas de la noche? El alcohol hace que miles de pensamientos jueguen con las distintas posibilidades: una emergencia, una trampa de un asesino o ¡incluso un monstruo que escapó de algún laboratorio! Aunque es más probable que estuviera así por culpa de algún idiota que no hizo bien su trabajo. Definitivamente, tengo que dejar de beber.

Trato de caminar, pero el dolor en el dedo gordo del pie izquierdo se torna insoportable. Miro a mis tan amados stilettos y veo la punta rota y ensangrentada. ¡Sólo a mí me tiene que pasar esto! No sólo voy a llegar a casa echa un adefesio, sino cojeando. ¡Joder! ¡Voy a parecer una puñetera bruja!

Veo el cartel de un perfume francés. Allí está ella. Una hermosa jovencita que lo tiene todo. Belleza, éxito, juventud... ¡Yo también era como tú! Pero cometí el error de creer en un hombre. ¡Le entregué mi vida! ¡Mis mejores años! ¡Y así me lo paga!

No tengo ganas de ir teatro, al cine, ni a un puto bar si no es para emborracharme y tratar de olvidar mis problemas o encontrar alguien con quién ligar y hacer el amor hasta el hastío. Lo llevo haciendo casi todas las noches y muchas de ellas no tengo éxito. Otras se me acercan jóvenes que quieren probar una veterana y yo me dejo. Sé que terminará todo en las anécdotas con los amigos. Lo que hice o lo que no. Soy una medalla que colgarse. Una MILF. Aun sin ser madre. ¡Hasta eso te di! Mis deseos de tener una pequeña criaturita entre mis manos. ¡Cómo me pude equivocar tanto!

Pueda ser que entre mis miserias y la borrachera me haya desorientado, pero recalo en un callejón oscuro. ¿Dónde demonios está calle Larios? Es como una bestia que me promete llevar en sus entrañas hasta donde pueda descansar. Sí. Eso es lo que necesito. No sé si dormir eternamente, pero por una buena temporada. Así podré volver a sentirme yo.

La CazadoraWhere stories live. Discover now