4. chocolate ice cream

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― Tyson no va a venir, Charlie.

― ¡¿Qué no había otra jodida manera de decírmelo que lanzándome la puta bola de baloncesto?! ―intenté devolverle el balonazo cuando recogí la esfera que se posicionó a mis pies, pero el muy hijo de perra tenía los reflejos más impresionantes que jamás había visto, pues apenas la alcé en mis manos ya sabía en qué dirección la iba a arrojar. Lamentablemente nunca podré negar ese verídico hecho, el maldito era talentoso con el mencionado deporte.

Ya sabía que Tyson no iba a poder asistir a aquel encuentro que él mismo había planeado, pues se había molestado en mandarme un mensaje con casi un millón de <<Lo sientos's>>, donde se excusaba por la imprevista emergencia que se le había presentado, solo que demasiado tarde, pues ya estaba dentro de la cancha cuando llegó. Sin embargo, lo entendí perfectamente, pues todos teníamos prioridades que atender, en su caso, su madre había enfermado hace tiempo y al parecer justo hoy sufrió de una severa recaída.

Estaba bien, aquello no me había molestado en lo absoluto, pues al menos se había tomado el tiempo de hacérmelo saber, pero sí que había algo que me había jodido la paciencia y era que la maldita cancha estaba siendo ocupada por solo una persona y no hace falta que lo nombre, con el solo hecho de decirles que lanzó el balón directo a mi espalda cuando giré los talones dispuesta a marcharme por donde había entrado, lo decía todo.

― No te molestes con él, no lo hizo adrede. ―se acercaba a mi mientras driblaba la pelota, dando pasos parsimoniosos muy característicos de él.

― Nunca podría molestarme con él. ―corté de inmediato, dando pasos en reversa a medida que seguía acercándose. Detesto admitir esto, pero, Kenneth me asustaba, el muy hijo de puta siempre lograba intimidarme, sentía que si seguía acercándose a mí en cualquier momento iba a llevar a cabo una de sus fechorías y gracias a la aproximación yo no iba a ser capaz de evitarlo.

Al escuchar mis palabras se detuvo en seco y logré vislumbrar en su rostro una ligera elevación en las comisuras de sus labios, fruncí el ceño sin poder evitar extrañarme ante el singular gesto, pues me cuestionaba a que se debía ese sutil ápice de sonrisa al asimilar lo que yo había dicho.

― ¿Te gusta Tyson? ―oh mierda. Creo que me he delatado, por eso la ridícula sonrisita burlona. Soy una idiota a veces. ¿Qué digo a veces? ¡Siempre ando de indiscreta! Puta vida, alguien por favor ahórqueme con los cables de sus auriculares.

― Ese no es tu maldito problema quien me gusta y quien no, ahora déjame en paz. ―giré por segunda vez, dispuesta a largarme de allí y no seguir respirando el mismo aire que el simio este. Suficiente eran estos dos minutos que lo he aguantado tan cerca, un minuto más y sin dudas iba a suicidarme, demasiada mierda que aguantar.

― No te vayas. ―bufé, rodando los ojos por la más pura y plena inercia, pues aquellas tres palabras solo eran indicio de que tramaba otra de sus guarradas que si me marchaba no iba a lograr llevar a cabo. No detuve el paso ni por un segundo, aunque si escuché los suyos pisarme los talones― Venga, déjame reemplazar a Tyson hoy. ―se ha vuelto loco, señoras y señores.

― No vuelvas a comprar drogas donde adquiriste la que te metiste hoy, estaba expirada, mira como los efectos colaterales están volviéndote mierda las neuronas, haciéndote decir idioteces sin sentido. ―chasqueó la lengua con frustración. Tenía el descaro de frustrarse cuando le salía con estas. ¿Qué coño quería? ¿Que vaya feliz de la vida corriendo a acceder y contentarme luego de una de sus <<ligeritas>> bromas? Es que definitivamente algún alucinógeno vencido tiene que estar haciendo reacciones adversas en su organismo.

ClownWhere stories live. Discover now