La orgia de los perdedores IT 1986

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Es el primero en venir, porque es el más asustado.
Se acerca a ella, no como su amigo del verano, sino como habría acudido a su madre sólo tres o cuatro años antes: para recibir consuelo; no se aparta de su suave desnudez; en un principio ni siquiera parece sentirla. Está temblando y, aunque ella lo abraza, la oscuridad es tan perfecta que no puede verlo ni aun a esa distancia. Aparte del duro yeso, es como abrazar a un fantasma.

─ ¿Qué quieres? ─le pregunta él. ─Pon tu cosa dentro de mí ─dice ella.

Él trata de apartarse, pero Beverly lo retiene hasta que él cede. Ha oído que alguien (Ben, probablemente) ahogaba una exclamación.

─No puedo hacerlo, Bev. No sé cómo.
─Creo que es fácil. Pero tendrás que desnudarte. ─Piensa en lo intrincado de separar yeso y camisa para luego volver a reunirlos y se corrige-. Los pantalones, al menos.─ ¡No, no puedo!
Pero Beverly piensa que una parte de él puede y quiere, porque ha dejado de temblar y ella siente algo pequeño y duro contra su vientre.
─ Puedes ─asegura, y lo obliga a tenderse.

Bajo su espalda y sus piernas desnudas, la superficie está firme, arcillosa, seca.
El distante tronar del agua resulta tranquilizador como un arrullo, lo busca.
Por un momento se interpone la cara de su padre, áspera severa. ("quiero ver si estás intacta") pero ella rodea con los brazos el cuello de Eddie, apoya su mejilla suave contra la otra mejilla suave y, mientras él le toca los pechos con timidez, suspira y, piensa, por vez primera: "Este es Eddie."

Y recuerda un día de julio en que ninguno de los otros se había presentado en Los Barrens, sólo Eddie, con un montón de revistas de historietas y habían pasado leyendo juntos la mayor parte de la tarde. Piensa en pájaros; en especial, en los grajos, los estorninos y los cuervos que vuelven en primavera. Sus manos aflojan el cinturón de Eddie, aunque él insiste en que no puede; ella responde que puede, ella sabe que puede, y lo que siente no es ya vergüenza ni miedo sino una especie de triunfo.

─ ¿Adónde? ─ pregunta él, y esa cosa dura se aprieta con avidez, contra el muslo de ella.
─Aquí.
─ ¡Bev, me voy a caer encima de ti! -protesta él, y empieza a jadear.
─Creo que, más o menos, ésa es la idea. Ella lo guía con suavidad. Él empuja con fuerza y le duele. ¡SSSS! -aspira ella, mordiéndose el labio inferior, mientras vuelve a pensar en los pájaros, en los pájaros de primavera que se alinean en los tejados de las casas y luego levantan el vuelo bajo las nubes de marzo.
─ ¿Beverly? -susurra él-. ¿Estás bien?
─No te apresures -indica ella-. Así te será más fácil respirar.

Él obedece. Al cabo de unos momentos su respiración se acelera, pero ella comprende que no le ocurre nada malo. El dolor desaparece. De pronto él se mueve cada vez más rápido y repentinamente se detiene tenso; emite un sonido, una especie de ruido. Ella adivina que eso es algo extraordinario y muy especial para el chico, algo como... volar.
Se siente poderosa; experimenta una sensación de triunfo que crece con fuerza dentro de ella. ¿Era eso lo que tanto temía su padre? ¡Pues se entiende! Hay potencia en ese acto, sí, una potencia que corre por la sangre y capaz de romper cadenas. No experimenta placer físico, pero sí una especie de éxtasis mental, Percibe la unión de los cuerpos. Él apoya la cara en su pecho y ella lo abraza.

El chico llora. Y la parte de él que establecía el vínculo empieza a desvanecerse. No porque se retire, sino, simplemente, porque se empequeñece. Cuando el peso de Eddie se aparta, ella se incorpora y le toca la cara en la oscuridad.

─ ¿Lo has conseguido?
─ ¿Qué cosa?
─Lo que sea. No lo sé muy bien.

Él sacude la cabeza; Beverly lo sabe porque tiene una mano en su mejilla.

─No creo que haya sido exactamente como... bueno, como dicen los chicos más grandes, ya me entiendes. Pero fue... realmente hubo algo. -Habla en voz baja para que los otros no oigan-. Te amo, Bev.

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2018 ⏰

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