UN FINAL

6 0 0
                                    


-Kaoru, Kaoru Sunleit.

El hombre se giró de pronto hacia ella con los ojos abiertos por la sorpresa. Levantó las cejas dando a entender que no comprendía la reacción sorpresiva del hinchado funcionario. Éste bajó la cabeza avergonzado y siguió rellenando los papeles rascándose la sudorosa frente. Estaba desparramado todo él en una minúscula silla de madera.

"Estas sillas deberían estar penadas por la ley", pensó Kaoru.
"Marcus Miya", leyó por quinta vez en el letrerito de la mesa. "¿Por qué me mira mal este tipo con ese nombre tan ridículo?".

-¿Domicilio?

- Calle Pretorius, 432, 12º F.
Él volvió a mirarla en una reacción instintiva pero rápidamente reaccionó y rellenó los datos.

-¿Lugar de nacimiento?

-Serrano del Mar.

Otra mirada.
Kaoru empezaba a cansarse. Sabía que era innato en el ser humano la curiosidad y la crítica, y comprendía perfectamente que la sarta de nombres que había soltado en sus últimas frases era para abrir la boca y comenzar a echar carcajadas. Pero la situación la tenía algo agobiada... bueno bastante agobiada. La verdad es que hacía mucho tiempo que había perdido el sentido del humor.

Si no arreglaba su situación, en breve se vería en la calle otra vez y no sabía si podría sobrevivir de nuevo a esa situación, no quería.
Seguía fijamente el rápido movimiento del bolígrafo de aquel tipo. Un siseo suave le llegaba claramente a sus oídos y la estaba empezando a relajar, cosa que le hacía pensar. Era demasiado peligroso así que decidió coger unos clips de encima de la mesa y juguetear con ellos.

- Bien, señorita, tenga estos impresos y vaya a la ventanilla número 6 -soltó el hombre

-¿Para qué?- contestó secamente más para si misma que para el obeso Marcus Miya.

La volvió a mirar con aquellos ojos saltones entre sorprendidos y enfadados. Kaoru decidió que no quería saber la respuesta, al fin y al cabo, discutir con semejante personaje no le sería de ningún provecho.

No sabía por qué hacía siempre lo mismo. Se mentalizaba, se preparaba y salía a la calle después de comprobar todas las ofertas de trabajo en el periódico. Llegaba allí, entregaba el currículum, rellenaba los ridículos y estresantes formularios de la empresa donde te pedían fechas de parte de tu vida insistentemente y luego se iba sin sentir que su vida hubiera cambiado lo más mínimo.

Llevaba unos meses en ese plan y no podía ser. Tenía que pagar un abusivo alquiler y comer de vez en cuando.

Se dirigió lentamente hacia la famosa ventanilla 6 donde entregó los impresos a una mujer con el ceño fruncido que ni siquiera la miró a los ojos. 

¿Realmente era así como quería acabar? ¿Detrás de una mesa ajena a todo?Negó con la cabeza en una respuesta automática a su silenciosa y privada pregunta.

La luz del sol le dio de pleno en la cara al salir. Se puso la mano en forma de visera e hizo una mirada general a su alrededor.

Hombres con traje y corbata, mujeres con niños dirigiéndose al colegio, ancianos y ancianas paseando relajadamente en dirección al parque, jóvenes con mochilas, coches parados en el semáforo y pitando porque el que va primero nunca se mueve a gusto de todos... Ritmo incansable en una vida que no para, que arrasa todo lo que encuentra sin posibilidad de pararse con ella a tomar un café y deliberar los pros y los contras para seguir.

Kaoru se metió las manos en el bolsillo y comenzó a caminar calle abajo.

Algo no funcionaba bien y no era culpa de lo que la rodeaba, era algo más indefinido. Pero, ¿cómo definir aquello a lo que ni siquiera era capaz de poner nombre?

Al llegar a casa se preparó un café, encendió la radio y se sentó en la ventana mirando hacia la infinita ciudad que la rodeaba encarcelándola. Se sentía deprimida, triste, sola y no le gustaba, no le gustaba en absoluto. ¿Qué hacer?
Nada le satisfacía, nada le hacía feliz y, lo peor de todo, no tenía a nadie a su lado.

Una melodiosa voz en el transistor la hizo girarse y mirarlo fijamente como si pudiera ver a quien hablaba.

-...todo es posible. ¿Pechos caídos? ¿Celulitis que afea tu aspecto? Te ayudaremos a ser feliz contigo misma y, además, puedes pagarlo en cómodos plazos....

No pudo evitar lanzar la taza contra la radio que cayó al suelo echando un chispazo.

"Malditos come cocos", sentenció.

Su vida se había vuelto mecánica, sin sustancia, sin... vida.

Miró la ventana fijamente, no a través de ella, sino deteniendo su mirada en la fina sensación de un vidrio que la separaba de un mundo extraño para ella.

¿De dónde había salido? ¿Por qué no congeniaba con ningún tipo de vida que había querido llevar? ¿Por qué tampoco deseaba congeniar?

Instintivamente se levantó y abrió la ventana y, sin lugar a dudas, sin sentir nada, sin pensar en nada, se subió a ella y dejó que la pesadez de su cuerpo y la gravedad, hicieran el resto.

Cerró los ojos durante casi toda la caída. Notaba como la velocidad aumentaba pero, curiosamente, no pensaba en el final, solo se ocupaba en sentir, en captar lo máximo posible a través de todos sus sentidos... por primera vez en mucho tiempo sonrió.

No sintió dolor al llegar al suelo. La rapidez con que todos sus órganos vitales reventaron fue la causa por la cual su muerte fue indolora y en el acto. Justo en aquel momento, un trozo de vida a su alrededor se paró para observarla. Fue una lástima que ella no se enterara...

Después de unos segundos, todo volvió a la normalidad, todo recuperó su ritmo, todo siguió adelante...

MICRORRELATOSWhere stories live. Discover now