Prólogo.

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Siempre... Siempre me gustó pasar tiempo contigo. 

Había una marcada diferencia de edad, era claro, pero eso no afectaba el tiempo que ambos compartíamos dentro de tu jardín, jugando por las tardes cálidas mientras trataba de atraparte, o los momentos en los que nos acurrucábamos cariñosamente en tu sofá, siendo veloces cuando nuestros pulgares luchaban con fuerza en los controles de la consola de vídeojuegos. 

Pude haberlo notado antes, ¿no...? Pero mi visión de hermana lo impedía. Supongo todo cambió el día en que ambos nos encontramos en el autobús, durante la odiosa temporada de lluvias.  Nuestros ojos se encontraron tan pronto como me subí al transporte, y creo que jamás podré olvidar la sonrisa que me diste.

Entendí que mi estomago no se revolvía por hambre, o por algún malestar, solamente me gustabas.

Fue un corto periodo de tiempo en que sostuvimos nuestras miradas antes de que tú rompieras el contacto visual, dejándome sólo observando tu perfil de forma tonta; tal vez hubiera seguido mirándote y soltando torpes suspiros de no ser por el gran bache por el que pasaron las llantas del camión, haciendo que todos los que lo abordaran pegaran un gran brinco.

—¡Rayos!— maldije, inicialmente por la mordedura de mi mejilla causada por el brinquillo, pero tan pronto como el dolor llegó, me hizo recordar algo importante. —¡Dios, tiene 23 años!—

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⏰ Last updated: Nov 30, 2020 ⏰

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¡Rayos, tiene 23 años! (¡en corrección para volver!)Where stories live. Discover now