Parte 1: El tranquilo paseo por la playa

5 3 0
                                    


-No vuelvas tarde, Allen -oigo a mi madre decirme desde el salón.- y ten cuidado no se te escape Spike, ya sabes lo travieso que puede llegar a ser.

Al oír la advertencia de mi madre, recuerdo aquella vez que se coló en casa del vecino y le dejó un regalito en el felpudo de la puerta principal. Río por lo bajo y le abrocho el arnés a Spike. Cojo las llaves de casa, un billete de diez que había sobre el mueble de la entrada y lo guardo todo en el bolsillo de mi gabardina negra.

Abro la puerta y, tirando con fuerza de la correa de Spike, salgo al jardín. Soy bienvenido por los aspersores, los cuales estrenan mi gabardina negra mojándola más de lo que os podríais imaginar.

Y así soy yo, yo y mi suerte, que me acompaña allá a donde voy, como si la llevase de una correa. O tal vez es Spike, quien sabe. Si es así, nunca me desprenderé de ella.

* * *

Ya habiéndome cambiado de abrigo, paseo por la orilla marítima. Echo un vistazo a mi alrededor. Los chiringuitos ya están cerrados a cal y canto.

El agradable olor de la noche, entremezclado con el aroma de la brisa marina, embriaga el ambiente.

Las olas se mecen en un ligero vaivén, rompiendo a lo lejos en el Acantilado Oscuro. Las estrellas se recortan en el firmamento. Y la luna se pierde en la línea entre el cielo y el mar.

La verdad es que la luna siempre se me ha asemejado a un enorme arco brillante.

Los haces del astro iluminan la superficie del océano.

-La naturaleza es increíble... -murmuro para mí, convirtiéndolo en un susurro, mientras me quedo totalmente embobado admirando el paisaje que se abre ante mis ojos.

Vuelvo en mí, saco el móvil de mi bolsillo, y como soy un chico tan suertudo, se me cae a la arena. Lo cojo y se la quito de encima, con las dos manos. Cuando me doy cuenta, tengo las manos vacías, lo que quiere decir que acabo de soltar completamente a Spike. Debí de soltar la correa cuando estaba empanado mirando a la nada.

-¡Maldito chuch...! -no termino la frase, veo una bola de pelo negro corretear a lo lejos. Salgo corriendo tras ella, llevándome por delante un castillo de arena y casi terminando atrapado en un foso sin fondo que a los niños siempre les da por cavar.

Spike se pone a excavar en la arena, manchándome de ella hasta las orejas, y tiñendo mi gabardina de un blanco sucio. Aprovecho para arrojarme sobre el lazo de la correa y agarrarla hábilmente.

-¡Te tengo!- debería de haber cerrado la boca antes de que se empezara a revolcar por la arena, porque me la llenó toda. ¿Por qué no podría ser un perro más pacífico y tranquilo?

Escupo la arena como puedo mientras Spike me remolca a rastras como si yo fuese una carga humana.

-¡Ajquegoso! -digo como puedo, ya que tener la boca enterrada da grima.

Me levanto del suelo a duras penas, y obviamente sin soltar a la bestia. Cuando le miro para echarle un buen sermón, veo que tiene algo en la boca. Parece una de esas flechas de juguete que tiene mi hermana, esas típicas que tienen un corazón en un extremo, y las plumas rosas, blancas o plateadas en el otro.

-¿Qué haces? -me río de él- ¿Eres el camión de la basura? - riéndome aún más.

Me agacho para quitársela, pero hace fuerza con los dientes para que no pueda cogerla.

-Dame eso chucho sarnoso... -tiro con más fuerza para quitársela, pero lo único que consigo es que se rompa en dos. Suena como cuando Spike rompe uno de los huesos de pollo que le damos y que tanto le gusta masticar.

No soy capaz de arrancarle la otra mitad de sus fuertes dientes, no debería de haber rechazado la oferta de mi madre de ponerle un bozal.

* * *

Llego a casa a las tantas de la noche.

-¿Cómo es que vienes a estas horas? -le reprocha su madre- anda, ve a arropar a tu hermana y métete en la cama antes de que cuente hasta diez.

Esa amenaza me hubiese asustado más si siguiese teniendo tres años, pero no hace falta ninguna advertencia para que le haga caso.

Abro la puerta de su cuarto y veo a mi hermana Leyre espatarrada en la cama, aplastando su cojín de las Monster High. La arropo con cariño y le doy un beso de buenas noches en la frente. Menos mal que no tiene la edad de la pubertad aún y no tiene granos, porque cuando los tenga no seré yo el que le dé las buenas noches con besito incluido.

Salgo de la habitación más colorida de la casa y me dirijo a la mía, en la cual ya se encuentra Spike acostado en su cama, que por cierto, es más blandita que la de un servidor.

Con pies de plomo me tiro al lecho y mirando a Spike, el cual sigue sujetando ese trozo de el proyectil falso que encontró en la playa.

Veremos cuanto tarda en soltarlo mañana cuando le dé de comer su comida favorita.

Cierro los ojos, mañana será otro día.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Oct 02, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

¡Lo has clavado!Where stories live. Discover now