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Aviso:
Estoy haciendo muchos cambios así que si notan grandes diferencias entre capítulos (o incluso párrafos) en cuanto a la calidad de escritura les pido que no se alarmen ya que será algo temporal lol

26 de febrero, 7:11
Las cortinas de lino ondeaban al viento matutino, el cual entraba sigilosamente a la habitación, cargando con la humosa esencia de la ciudad. Normalmente, en aquellas épocas del año, las ventanas estarían cerradas, pero en los últimos días las temperaturas habían sido inusualmente templadas. Por esta razón, en todo Londres se podían ver persianas abiertas y balcones cuyas mesas estaban ocupadas por todo tipo de personas desayunando plácidamente. Era temprano pero en las calles ya había mucho movimiento, y en el aire se notaba la ilusión que viene con el comienzo del lento repliegue del invierno. La gente se dirigía a sus oficinas de trabajo o se revoloteaban en los tiendas de ropa para comprar ropa más primaveral. Sin embargo, en el cuarto de las cortinas ondeantes, un hombre dormía, temporalmente ajeno a todo a su alrededor.

Aquello fue interrumpido cuando la bocina de un cercano auto tronó, forzando a que abriese los ojos. Miró a su alrededor unos segundos y luego suspiró al ver el reloj, deseando poder dormir aunque sea escasos minutos más. Se quitó las mantas de encima con un movimiento brusco, y tras unos segundos de vacilación, el rubio decidió ponerse una camisa blanca, unos cómodos jeans y un cómodo jersey gris, el cual era, había que admitirlo, bastante soso a los ojos de la mayoría. Aún así, era uno de sus preferidos. Tras terminar de cambiarse, se dirigió al baño perezosamente.

Bajó las escaleras y pausó un momento antes de abrir la puerta. Tenía el leve presentimiento de que algo inusual ocurriría aquel día. Por otro lado, 'algo inusual' era el pan de cada día en el 221b de Baker Street. Posó su mano en el pomo y empujó. Cuando entró a la sala, vio a un hombre, el cual parecía estar cómodo y exhausto a la vez, sentado sobre un sofá oscuro a su derecha. Vestía una delgada bata azul, la cual parecía estar desparramándose sobre el borde del sofá. Estaba despeinado y de un lado, su rizado cabello se había alzado de manera cómicamente exagerada. Ya que había decido tumbarse en el sofá en vez de sentarse, ocupaba todas las plazas, pero a juzgar por su expresión distraída, aquello no le suponía ni la más ínfima culpabilidad. Leía un periódico con una mueca de frustración pegada en su rostro, al mismo tiempo que parecía teclear y buscar algo en un teléfono. Sea lo que fue lo que estuviese buscando, parecía urgente, ya que su mirada saltaba de las páginas a la pantalla con rapidez. Al notar que estaba utilizando su teléfono sin su permiso, no se molestó en regañarlo, ya que desde el día que se habían conocido, aquel hombre de cabello rizado había dejado claro con su comportamiento que no tenía respeto alguno al concepto de la propiedad ajena. Así que se contentó con levantar las cejas en un gesto vagamente irritado y, con un breve bostezo, se sentó en su sillón rojo.

-En el periódico todo es aburrido, nada que valga la pena. Al parecer toda la clase criminal ha decidido tomarse unas vacaciones colectivamente.-comentó con un tono monótono, sin siquiera alzar la vista.

Sus labios se fruncieron en una mueca de aburrimiento, y debido a sus ojos enrojecidos, pudo inferir que había dormido pocas horas, lo cual no le sorprendió. Los días habían sido de carácter rutinario últimamente, y todo parecía sulfurar al joven, incluso el sol que comenzaba a asomar por entre las nubes.

-Buenos días a ti también. Quizás Lestrade tiene algún buen caso.-le animó, levantándose para coger uno de los periódicos de la mesa.

Tenía razón. Hojeando la páginas, notó que todos los crímenes que se describían allí ya estaban resueltos o el autor sería tan fácil de encontrar que sería más productivo quedarse en casa el resto del día y dejárselo a Scotland Yard. Pero tenía el presentimiento de que eso iba a cambiar pronto. El clima era inusualmente templado, y aunque sabía que duraría poco más, significaba que la gente comenzaría a salir más. Los casos no tardarían en llegar. Aguzando el oído solamente, llegó a escuchar a los transeúntes y coches fuera, los cuales hacían una cantidad de ruido fuera de lo normal. Con una leve mueca, se percató de que aquel momento representaba el ojo de la tormenta.

Not everything was a lie, John.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora