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Me concentré tanto en mirar las horas que faltaban para la llegada del pequeño inconveniente que no me di cuenta de mi falta de excusa; no tenía ni la menor idea de qué decirle

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Me concentré tanto en mirar las horas que faltaban para la llegada del pequeño inconveniente que no me di cuenta de mi falta de excusa; no tenía ni la menor idea de qué decirle.

Keegan estaba afuera, tocando el timbre de la casa de forma insistente. No tenía una excusa para no salir con él, así que simplemente hice lo que suponía que debía hacer: bajé a abrir.

Lo hice de forma lenta. Al llegar a la puerta principal, tomé una profunda respiración y luego exhalé. Tomé la manija y abrí. Frente a mí estaba parado K.

Se veía guapo, aunque no lo admitiría en voz alta. Con la cabeza baja, lo escaneé como pude. Llevaba unos pantalones de mezclilla que se ajustaban en las partes correctas, además de una camiseta blanca con un llamativo suéter rojo, y sin olvidar sus típicas Vans. Era tan... él.

—Hola.—murmuré.

Durante los segundos que duró su sonrisa, pude apreciar lo hermosa que era. Pero luego, cuando vio mi atuendo, simplemente desapareció de forma lenta, borrando a su paso cualquier rastro de felicidad.

—Hola, te traje los apuntes.— dijo, y sonrió, supe de inmediato que iba a decir.

—No puedo salir contigo.

Justo ahí, supliqué mentalmente que se fuera sin pedir explicación alguna, que solo se enojara y no volviera a hablarme, pero como siempre, subestimé qué tan terco podría llegar a ser.

—¿Por qué?—Dejó de hablar solo para volver a tomar una respiración profunda y continuar. —¿Acaso tienes novio?

Novio. Esa palabra tenía tan poco sentido en mi cabeza que solo quedaba fingir que era algo conocido, algo de lo que sabía el significado. Así que solo me limité a negar.

—Solo quiero salir contigo de forma amistosa. Eres una chica linda y te ves solitaria. Quiero conocerte, sin ninguna otra intención. Si desconfías de mí por mis amigos y su fama de apostar estupideces, déjame decirte que yo no soy parte de ellos, menos en esas mierdas.

—Entonces soy un caso de caridad.—murmuré, rogando porque se lo tomara a mal y se fuera.

—No es eso, solo tengo motivos buenos.— protestó.

Y yo simplemente negaba lentamente con la cabeza baja.

No le miraría a los ojos. Tenía un corte en el pómulo y un moretón de la mañana.

—Vamos, dame una oportunidad, por favor.—alargó la última palabra con una sonrisa encantadora y luego hizo un puchero, que casi me hace derretirme de ternura.

—Dime... ¿por qué no puedes?.— llevó su mano hacia mi mejilla herida. Su toque hizo que esta ardiera y sangrara un poco.

Rápidamente aparté mi cara en cuanto la rozó, rogando mentalmente, otra vez, que no hubiera notado algo fuera de lo normal.

My Home is Hell. © [#1 HELL]Where stories live. Discover now