«Tu cuerpo es el infierno donde quiero arder»
Justo en el momento menos esperado para nuestros erizos, la etapa de celo llegó al azabache y tenía que ser cumplido sí o sí.
Sin importar las consecuencias.
#Personajes de sega.
#Historia creada el: 28...
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El azabache solo quedó en un sueño profundo. No deseaba pensar lo que pudo haberle hecho, o lo que pronto podría hacerle a la pequeña eriza que convivía con él (y más en la casa de ella). Su lado salvaje no se contendría, y al lado de ella todo acabaría en un completo desastre, él lo sabía. Por eso, solo pensaba en eso y qué hacer.
Algo tenía que hacer: pensar en algo bueno para todos.
Y lo único que le venía a la mente era salir y dormir fuera de casa por unos días estando en ese ''modo'', por así decirlo. Sin embargo, Amy no le dejaría por su bien, así hayan sido enemigos, tiene aún ese corazón puro y sincero. Por otro lado, la eriza pensaba sobre la misma situación, mirando por su móvil cualquier vídeo gracioso que pudiese encontrar. ¿Qué podría hacer una eriza indefensa, con un erizo azabache gruñón que estaba apunto de estar en la famosa etapa de celo? ¿Y si le hace daño? Digo, ella también tenía que pensar en su bienestar.
La eriza solo suspiró, solo se le venía a la mente de buscar una ''servidora'' que calme su sed de lujuria. ¿Pero bastará? ¿Si llega a lastimarla? ¿Encerrarlo por unos días en una habitación a oscuras y sin comida estaría bien? Miles de respuestas y cuestiones se formularon dentro de su cabeza. Nunca se imaginó tener que ayudar a alguien (menos si se tratase de Shadow) en estas cosas sexuales. ¿Cuándo le tocaría su primera etapa de celo a ella? Si ella también era una eriza, tenía que llegarle en un momento.
No podía pensar tranquila y decidió dormir un rato. Algo tenían que pensar sí o sí. Una solución para la lujuria y para evitar el pecado de ello.
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—Bien Shadow, ahora que estamos en un momento libre, hablaremos de esto y le ponemos solución ahora mismo.
El azabache estaba en el sofa, acostado mirando vídeos cualquiera de la televisión. Estaba de brazos cruzados, su apariencia lo hacía ver rudo. La eriza por otro lado estaba sentantada en el suelo, sobre su alfombra de peluche. Llevaba puesto sus guantes, unos shorts y un polo largo color rojo, sus calcetines llevaban unos dibujos de Sonic y llevaba unas sandalias.
—¿Sigues en pijama no? Sino, te verías muy ridícula.
—¡Oye! Qué faltoso eres. Pero eso no importa, voy a fingir que no dijiste nada —la eriza sacó de su espalda un cuaderno pequeño y de su oreja un lapicero—. ¿Qué ideas tienes?
