Cartas a un amor no correspondido

Carta #3

Hola, tú.

Escribo esto a las tres de la mañana, porque usualmente a esta hora es cuando más me acuerdo de ti.

Le estuve dando vueltas a mi última carta y llegué a la conclusión de que probablemente te estés preguntando, ¿si tanto te quería porqué nunca te lo dije?

Te tengo una respuesta.

La causa de mi sufrimiento y dolor de cabeza.

TÚ ERES UNA CHICA.

YO SOY UNA CHICA.

Sabes, es complicado para una chica de quince años, descubrir que le gusta su amiga. Así te lo digo, ese pequeño, pero insignificante detalle fue el causante de mi sufrimiento durante los últimos años.

A veces el prejuicio te gana más que los sentimientos. Realmente no fue tu culpa, no creo que tampoco la mía. Las cosas se dieron así.

Para ti era fácil, ¿no es así?

Recuerdo que después de conocerme y tenerme algo de confianza, me confesaste tu secreto, lo que sólo sabían tus amigas: eras bisexual.

Yo no lo entendía muy bien, pero te dije que no me importaba (realmente no lo hacía), tú eras buena amiga y me la pasaba bien contigo.

Te voy a contar algo, justamente después de cambiarme de ciudad para entrar a la Universidad, le conté a Isabel que durante toda la preparatoria sentí que me gustabas. Ella fue muy comprensiva al respecto y me dijo "probablemente sólo era que te confundió el que ella era bisexual, no creo que realmente te gustara". Yo le dije que era lo más seguro.

Pero por más que lo pienso, no creo que haya sido así.

Tú me gustabas.

Mucho.

Para una niña de quince años que su mundo se reducía a su familia y su mejor amiga, que nunca había tenido novio y ni siquiera había dado un beso, el que le gustara una chica era un problema.

Aún lo es.

Quisiera poder confesarte: me di cuenta que soy bisexual también. Pero no.

Desde ti, no he podido enamorarme de nadie más. Hace exactamente siete años que nadie me hace sentir mariposas en el estómago y sonreír como una tonta.

Creo que perdí la capacidad de querer y seguirá así hasta que no me deshaga del recuerdo que tengo de ti.

Te convertiste en una pesadilla sin querer serlo.

A veces te veo en redes sociales, sonriendo, como si lo que pasó durante la preparatoria se tratara de un sueño. Es aquí donde entra el problema, lo que me hace odiarme tanto a mí misma por haberte querido o quererte, lo que sea.

Tú no eres una buena persona, sé que en el fondo lo sabes. Dirás, ¿por qué te digo cosas bonitas y luego digo que eres mala?

Bueno, podré estar enamorada de ti, pero no soy tonta.

Te tengo cierto rencor, no te voy a mentir. No es porque no me quisieras, ni tampoco por otras circunstancias.

Siempre odié la forma en que eras, lo victimista que podías llegar a hacer con tal de conseguir lo que querías. No comprendía cómo cambiabas de un día a otro tu actitud sin razón aparente.

Isabel me dijo una vez que tenías problemas psicólogos.

Creo que tenía razón.

Porque las cosas que hiciste después, hasta donde llegaste por obtener el cariño de alguien (tú sabes de quien hablo, de la persona causante del problema entre nosotras), no tiene nombre.

Así que, sí, te quise, te quiero, pero también creo que te odio un poco. ¿Tiene sentido?

Justo en este momento estoy apretando la pluma con tanta fuerza y se me llenan los ojos de lágrimas, porque realmente yo no tenía nada qué hacer metiéndome entre ustedes.

Fui tan tonta.

Una completa tonta.

Me vi arrastrada en tu manipulación, caí estúpidamente en tu red de mentiras, que llevabas construyendo desde antes de conocerme, me vi tan envuelta, que al final, tantos años después, sigo siendo la que quedó lastimada.

Por eso te odio un poco.

Al final, creo que aprendí un poco de tu comportamiento psicótico, porque es la única explicación que tengo para todo lo que hice después.

Ojalá me hubieras pedido perdón a tiempo.

Ojalá hubieras evitado que me convirtiera en el monstruo que fui.

Con amor, XXXX.