l a c r i m o s o / / lucius ✗ severus

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Lucius lo amaba. Lo amaba en las mañanas con su cabello revuelto y ojos somnoliento. Los amaba en las tardes con los labios mojados de té. Lo amaba en las noches, con sus piernas abiertas para él y la cara sonrojada.
Lo amaba especialmente cuando lo llamaba daddy, cuando tiraba de su cabello al sentir demasiado placer y gritaba su nombre en euforia.
Lo amaba todo el tiempo, todos los días y a toda hora. Lo amaba dormido, lo amaba despierto, lo amaba feliz y lo amaba enojado. Lo amaba con ojos lacrimosos y lo amaba con una sonrisa dibujada en sus labios rojos.
Lo amaba por su hermosura, por sus ojos negros cual obsidiana y su piel cual nieve. Lo amaba por su infantil cara de muñeca y su curvo cuerpo que daba pie a sus más recónditas fantasías.
Amaba que fuese tan pequeño y fácil de cargar en sus brazos. Amaba que ni aunque se pusiera de puntitas pudiera llegar a su hombro y tuviera que levantarlo del suelo para que pudiera darle un beso.
Pero igual que amaba su físico, así amaba su personalidad. Amaba que intimidara con una simple mirada y que inspirara respeto. Amaba que soltara comentarios tan… él y lograra aterrar a todo mundo.
Amaba que fuera tan inteligente, que pudiera hacer pociones con los ojos cerrados y encima las mejorara. Que inventara hechizos por diversión o para protección personal; realmente amaba que fuera tan poderoso y con un simple expelliarmus destruyera la espalda de un hombre contra la pared.
Amaba sus comentarios, sus costumbres y maldita sea que amaba su voz.
Amaba su largo cabello, amaba que se viera como chica pero que fuera hombre. Amaba su cuerpo, su espíritu luchador y sobre todo, su valentía.
Amaba todo de él, cada peca en su nariz y cada tierno lunar de sus delgados brazos. Amaba como el negro contrastaba con su piel y esos jeans de cuero se pegaban como si estuviesen pintados.
Amaba comprarle cosas aunque él se negara a recibirlas. Amaba llenarlo de regalos y comodidades, una forma de consolar ese vacío de su niñez y sus maltratos.
Amaba verlo preparando pociones con tanta provisionalidad a pesar de ser apenas un niño, alguien que debería ser inexperto e inmaduro y era, en todo su esplendor, el epítome de El talento.
Era perfecto, sin importar lo que dijera Black, Potter y su pandilla de ineptos. Ese montón de enfermos nunca sabrían lo que era tener a semejante ángel en sus manos. Nunca sabrían porque era abrazarlo por las noches o hacerle el amor.
Nunca lo sabrían, y amaba que fuera así.
Amaba a su Severus, amaba a su baby boy con todo el corazón. Con toda su alma, con su puño y letra.
Lo amaría hasta la muerte.

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