Cap 4: Entregarte así a mi, ¿Es de vida o muerte?

42.5K 2.6K 394
                                    

POV. Kaira.

— Emma Te van a pedir que me revises junto a Jaqueline. Sé que no puedes mentir, pero necesito tu consejo, no sé qué haré. — Emma Abrió los ojos asustada.

— Por esto precisamente no sé si eres tonta o inteligente, el Señor Aren Odia que le mientan. Así que olvida eso de que nunca le abrirás las piernas a ninguno de ellos, porque sus castigos no son como los del señor del otro Castillo, él te mandará a dar latigazos y 100 serían pocos según tengo entendido para una mentira. —

— ¿Y si te embarazas de algún caballero? Él no manda a castigar a las embarazadas, al menos no su padre y por lo que creo él está siguiendo su forma disciplinar a la servidumbre. Pero que sepas bien quien es el padre. De eso modo, él hará que el padre del niño se haga cargo. — Asentí asustada. Eso le pasa a alguien como yo. Quien no tiene a donde ir.

— ¿Y si escapo? — Pregunte Asustada, como última instancia.

— Bien te buscarán, apedrearan o los perros salvajes te harán daño. — Suspire asustada.

— ¿Cuándo crees que ustedes se pongan de acuerdo a revisarme? — Pregunte asustada.

— Seguramente 1 o 2 semanas antes que el Señor Aren regrese de su viaje, el Señor del Castillo se prepara para ir a conquistar nuevas tierras. — Asentí.

— Con suerte alguna doncella se robe su corazón y cambie ese horrible carácter que posee, de paso que le dé herederos también. ¿Puedes creer que no ha dejado a ninguna concubina embarazada? A veces pensamos que no puede tener hijos... — Dijo Emma en una queja. Reí y asentí.

— Ve a Embarazarte, es tu única salida. Los soldados se están agrupando cerca del arroyo del río, hay una pequeña cueva detrás de la cascada, que vimos cuando venías hacía aquí. Podrías ver a alguno descuidado y ya sabes. — Dice mirándome con pesadez.

— Podría ser con un lacayo. — Digo suave, para no tener que ir con algún salvaje en sí.

— Si es un Lacayo lo matará por no haber pedido su permiso primero, si es un caballero o un soldado, le dejará que tengas un hijo suyo. Podrías ir con Igor. Parece que estaba muy seguro de tomarte para sí. — Asentí nuevamente tragando grueso.

— Iré ahora mismo entonces, antes que termine la mañana y se marchen. — Emprendí mi camino. Seguí el riachuelo. Y cubrí mi rostro, con una manta más. Seguí sigilosa.

Llamó mi atención una espada enfundada, se me hacía conocida. Esperaba que fuera Igor. Me metí a la cascada sin que se dieran cuenta, y aunque me moje no importo. Aparte la manta y la arroje al suelo o lo que veía de él. A pesar de ser de día, no se veía mucho dentro. Con suerte, no notaría mi cabello o tal vez no le importaría.

Asomé mi rostro entre la cascada y la pared para observar quien estaba cerca Igor estaba cerca o eso creía, aquí todos los hombres parecían iguales, unos salvajes enormes. Pero Igor era gigantesco, o eso veía de él. Le lance una roca de dentro. Y este ni volteo, a la segunda se acercó a la cascada. Y lo hice entrar a la fuerza dentro.

— ¿Qué es esto? — Su voz sonaba extraña, más ronca de lo usual.

— Necesito que me ayudes ahora, lamento que sea en un momento como este, pero después será demasiado tarde.— Este me sostuvo del cuello, mas no me lastimo del todo.

— No me digas que, ¿No eres Igor? — Pude ver entre las sombras que su cabeza se movía con rapidez y negación. Suspiré pesadamente, al menos era un caballero o un soldado. Trague fuerte y me arme de valor, lo único que interesaba aquí es que dejará una criatura en mi vientre.

— Lo lamento, pero es de vida o muerte. — Solté mi vestido. Y lo deje caer a mis pies. Así como también la manta que cubría mi cabello.

— Entregarte a mi así, ¿Es de vida o muerte? — Murmuro mas no se hizo esperar. Y bajo sus armas al suelo. Quito su camisa y bajo su pantalón, me recostó sobre la manta que había extendido antes.

Abrió ambas piernas y observo un momento mi largo cabello castaño rojizo a la luz, de un pequeño rayo que entraba en la cueva. Comenzó a restregarse en mi entrada. Y yo cerré ambos ojos, tragué fuerte. Cuando entro con paciencia. Y la sabana bajo nuestros cuerpos se llenó de mi sangre.

— ¿Nadie te había tocado antes? — Negué. — ¿Yo soy el primero? — Asentí. — Que buen regalo. Lo hubieras dicho antes. — Dijo con un tono arrogante, abrió mis piernas aún más, sujetándome como si le perteneciera.

Ahora mismo maldecía internamente, no tenía opción. Siguió con lo suyo mientras me acostumbraba al extraño acto, más sin embargo, momentos después me derretía en pequeños jadeos, que salían de mi garganta.

El tipo me tenía donde él quería, sometida a su antojo. Luego se levantó un poco y pude ver la monstruosidad en medio de sus piernas, o lo que veía de ella en medio de la poca luz, tenía sentido que se sintiera arrogante y un poco orgulloso en su voz.

Solté un gemido ante la invasión otra vez, pero mi cuerpo respondía perfectamente al suyo. Me miro al rostro o lo que podía verse de él justo antes de continuar, mi cuerpo estaba totalmente caliente como si estuviera en un horno.

— Te sientes tan bien. — Decía mientras me embestía con mayor virgor y rapidez, sostuvo mis manos para que las pusiera alrededor de su cuello, lo cual hice.

Me beso delicado, pero fue un beso húmedo, jamás había dado un beso, al menos no que recordara, y este no me desagradaba a pesar de mi inexperiencia, le seguí el ritmo. Su boca era cremosa y hasta dulce, sus besos podrían llevarme a la locura, comenzaba a morderme el cuello con hambre y besarlo.

Su aroma era fabuloso, era un guerrero en todo el sentido de la palabra. Luego comenzó a chupar, besar y morder mi cuello con posesión, seguía embistiéndome como si le fuera la vida en ello. Sentía que me partiría en dos. Luego me beso nuevamente, y una sonrisa atravesaba su rostro, o lo que pude ver de ella.

De la nada se detuvo. Era evidente que yo era también quien movía las caderas. Suspire, mientras recuperaba aire, me sentía doblegada. Respire agitada. Mientras comenzaba con sus embestidas otra vez. No dije nada más mientras le besaba. Unas fuertes embestidas más. Y termine totalmente extasiada.

Me sentía totalmente abrumada y mi cuerpo se estremecía entre espasmos juntos al suyo, al igual que sentía su esencia caliente en mi interior.

— Ha sido... —

— Perfecto. — Dije completando su oración, dejo más besos en mi cuello. Y yo sonreí maravillada, no sería tan malo después de todo, olí su cabello y olía a lavanda fresca, extraño que un soldado se diera baños con lavanda.

— ¿Te veré otra vez? ¿Cuándo regreses? – Pregunte muy curiosa de su respuesta, este asintió.

— Te ayudaré con lo que sea que desees. Pero espero que luego de esto, tomes tus precauciones. — Dijo y sé que se refería a una poción con extraños productos que te evitaba tener hijos.

— ¿Y si no tomo las precauciones? — Pregunte un tanto asustada.

— Te mataré a ti, y a la criatura dentro. — Dijo tomándome del cuello y estampando sus labios en los míos. Suspire derrotada. — Pero volveré a verte, ninguna otra mujer con la que he estado es tan deliciosa como tú. — Tomo un mechón de mi cabello, y lo corto con uno de sus cuchillos.

— Lo llevaré conmigo para cuando regrese. Quiero verte, y no quiero que te niegues a mí. — Puso algo esta vez alrededor de mi pie. Era una extraña cadena. La vería bien más tarde.

— Es un recuerdo de que te veré pronto. De que te tomé como mía. — Asentí asustada. Porque ahora tenía que estar embarazada del supongamos soldado o caballero más bestia. Demonios.

El tipo salió. Y yo me vestí a prisa. Me quede sentada un rato, en lo que ellos se iban. Suspire cuando no escuche a nadie. Y salí hacia fuera. Ya era la tarde. Me asegure que ni una sola gota de su esencia saliera de mí.

Le mentiría al Señor del Castillo diciéndole que el padre de mi hijo es un lacayo que huyó en cuanto se enteró que estaba embarazada. Y en cuanto al tipo, no sabía quién era pero había cumplido su función.

El Señor del Castillo Haugen: Aren Dahl. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora