Ética Comunicativa

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Ha pasado mucho tiempo, Ángel ya no tiene la vitalidad de años atrás. Ha envejecido, ahora tiene 84 años, es una edad bastante envidiable, tomando en cuenta que en tanto tiempo el mundo se ha deteriorado mucho. El aire no se respira igual. De ninguna forma.

En todos esos años Ángel ha ganado mucho más que solo envejecimiento, es más sabio que aquella vez que vio sufrir a su prima por un embarazo que ella nunca pidió. Sus padres han fallecido ya, y él va a visitar sus altares con regularidad, le da mucha nostalgia recordar todo lo que pasó. Todo lo que aprendió. Ahora tiene nietos, la única hija que Ángel tuvo ha creado una familia. Incluso ella pasó por tiempos difíciles después de que el cáncer le arrebatara a su madre. Fue un duro golpe para toda la familia, e incluso se oían murmullos por la calle, afirmando que Ángel no merecía tal cosa. La gente le tomó un enorme cariño a ese niño que siempre preguntaba por todo, demostrando las cosas maravillosas que una sola pregunta podía hacer.

Ángel ya no tenía mucho que hacer en casa. Así que llamó a casa de su hija Catalina, y le pidió que por favor le pasara a su hijo Mario. Una vez Mario al teléfono Ángel le solicitó que trajera un libro en particular. Ángel ya sabía lo que iba a pasar, incluso sin darse cuenta.

Mario llegó muy formal como siempre. Minutos antes, Ángel había hecho unas cuantas llamadas. No importa por ahora. Mario sabiendo de los gustos de su abuelo seleccionó un texto de Adela Cortina, una especie de debate, una reflexión de un tal Apel, y Habermas. Ambos defendiendo su propia idea de la ética y como debe ser expuesta ante el mundo... O si debe ser expuesta. Ángel, maravillado con la propuesta, dirigió a su nieto a la habitación, y comenzaron a leer. Si bien Mario era muy listo, este texto no era precisamente sencillo para alguien con tan poca experiencia. Pero Ángel ya suponía eso. Más temprano que tarde llegó la pregunta. Ángel sonrió y con mucho gusto pensó en la mejor forma de explicar lo que habían estado leyendo juntos. Ángel le ilustró a Mario cuál era el dilema.

La ética y la moral pueden ser vistas de muchas formas, pueden ser interpretados ambos conceptos de forma muy distinta. Pero todo eso suele ocurrir en la mente de aquel que pone su propia interpretación. Pero no es así de fácil plasmar todo aquello que vive en tu mente a una situación básica de la vida real, pues algunas personas suponen que la propia naturaleza humana es la que frena la aplicación de un razonamiento tan complejo en algunas ocasiones, de pensadores que han reflexionado por noches enteras una nueva forma de ver el mundo. En algunas ocasiones se debe a la profundidad del planteamiento, pues este puede ser algo que deba ser procesado primero antes de pasar a materializarse, pero el hombre quizá no tiene la capacidad de pensar de forma tan "enmarañada" cuando tiene que tomar, en la mayoría de las ocasiones, una decisión de prácticamente un segundo. Por lo que algunos creen que algunos de las interpretaciones formuladas por otros filósofos no son pragmáticas, es decir, no se pueden llevar a la práctica y no se pueden exponer de forma empírica.

Por otra parte la ética comunicativa es una ética ajustada a determinadas reglas y a seguir un cierto procedimiento con la pretensión de llegar a una verdad.

Entonces la ética comunicativa, es una ética procedimental la cual no reflexiona sobre contenidos morales, si no reflexiona acerca de procedimientos en los que podemos decir que normas son correctas. La ética comunicativa, además es una ética formal que se centra principalmente en el diálogo y la comunicación. Por ello se dice que es procedimental, deontológica, cognitivista, y ajustada a determinar reglas y seguir un cierto procedimiento.
Las normas surgen y proceden del mundo vital y la filosofía moral se limita a descubrir los procedimientos. Para la ética comunicativa el discurso debe ocurrir en una situación ideal de habla. Consiste en la comunicación recíproca entre dos o más personas, es decir, aquel diálogo que se entabla con una persona y que la misma se da en un contexto de madurez en donde se repelen las opiniones y puntos de vista, tanto de uno como de otro. Implica una toma de posición en busca de una unidad, de un criterio que delimite las opiniones para llegar a entendernos acerca de algo.

Esta ética se fundamenta en la autonomía de la persona, que confiere a la persona un papel de auto legislador, y en la igualdad de las personas que les da derecho a buscar una normativa universal mediante el diálogo. Para hacer posible la ética comunicativa, todos los miembros de la comunidad se deben reconocer con igual correspondencia, como interlocutores con los mismos derechos y se debe obligar a seguir las normas básicas de la argumentación.

Apel desde sus primeros trabajos asignó a la ética en dos partes, una de fundamentación del principio ético (parte A) y otra que configura el marco de aplicación del principio a los contextos de acción (parte B), mientras que Habermas mantenía el carácter exclusivamente fundamentador de la ética, como filosofía moral. Ciertamente Apel ha permanecido fiel a la distinción e incluso actualmente dedica su mayor esfuerzo ético a la aplicación de la ética comunicativa a la economía, la ecología, la política o el deporte, haciendo de ella, como ética aplicada, un verdadero canon de nuestro tiempo.

Habermas por otro lado, propone una razón comunicativa, cuyo fundamento sería el carácter intersubjetivo y consensual de todo saber, y que devolvería a la sociedad el control crítico y la orientación consciente de fines y valores respecto de sus propios procesos. Tiene como objeto de estudio la reflexión sobre la política, en todo tipo de vida democrático, partiendo de la argumentación como reflexión.

Después de la explicación de Ángel, su nieto Mario le pregunta ¿Para qué sirve la ética comunicativa?. Ángel le responde:

Tiene el fin de obtener ideas morales, gobernadas por principios universales. Estas ideas deben estar derivadas de experiencias prácticas que se originan en la vida y de alguna manera son racionalizadas en la virtud de la comunicación. Según Habermas un potencial de racionalidad inscrito en la acción comunicativa que caracteriza a la propia práctica cotidiana. Todo esto con el fin de superar el paradigma de la razón comunicativa y producir una ciencia de la moralidad, en el cual el consenso racional llevaría a la producción de principios morales de aceptación universal que nacerán de la contribución social y de la confrontación de distintos puntos de vista de los participantes en el diálogo. El rostro de Mario lo decía todo, era algo que no podía entender bien. Ángel rió un poco, pero la risa se convirtió en tos. Mario tomó un vaso de agua y se lo dió a su abuelo. De la nada Ángel le dijo a su nieto que no se preocupara, Mario aprendería tarde o temprano todo lo que significaba lo que acaban de leer, él mismo tendría que aprender, tendría que ser paciente y la sabiduría llegaría a él.

Ángel se levantó con mucho trabajo y se dirigió a su habitación, Mario estaba detrás de él. Al llegar a la habitación, Ángel le pidió a Mario que lo ayudara a acostarse. Este obedeció. En cuanto Ángel estuvo acostado comenzó a hablar con Mario de muchas cosas que el niño recordaría por siempre. Alguien tocó la puerta. Eran los padres de Mario. De a poco comenzaron a llegar todos los familiares, y conforme iban llegando Ángel les pedía que por favor entraran a la habitación y escucharan como él hablaba con el niño. Una vez estuvieron todos, estos empezaron a mirarse entre ellos, Ángel los había llamado antes de que Mario llegara. El niño escuchaba con atención las palabras que decía su querido abuelo. Entonces Catalina lo entendió. Y comenzó a sollozar con tono bajo. Ángel mientras hablaba con Mario comenzó a dirigir una mirada llena de amor y calidez hacia todos los presentes. Mario de a poco cerró los ojos para que no lo vieran. Él también había entendido lo que estaba pasando. Solo ellos dos. Ángel dejó de hablar, y le pidió a cada uno que le dieran un abrazo. Al separarse uno por uno comenzaban a llorar. El último fue Mario, a quien Ángel le entregó un pequeño anillo con una piedrecilla color miel incrustada en el centro. Una vez terminada esta improvisada ceremonia, y con todos menos Ángel derramando lágrimas, este último se acomodó en la cama. Apoyó su cabeza con cuidado en la almohada. Puso sus brazos perfectamente estirados a cada lado de su cuerpo, cerró sus ojos, sonrió y respiró una última vez.

Ética comunicativaWhere stories live. Discover now