-Capítulo 5.-

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Hiro cerró la puerta detrás de él. Sus piernas temblorosas, sudoración excesiva, y ese cabello despeinado más de lo normal no le daban un buen aspecto. Llevó a Baymax hasta su "cuarto", revisó que su estación de recarga estuviese en perfectas condiciones y regresó de donde había venido, desviándose en donde estaban los chicos.

Su organismo pedía agua a gritos, así que ni bien encontró la garrafa que habían comprado provisionalmente, se la empinó casi bañándose en el agua.

–Hiro... ¿Estás bien? – Preguntó Cass, con las misma mirada que todos los chicos al verlo encimarse la botella. Era bastante extraño para todos.

–No me parece muy higiénico lo que haces, Hiro. ¡No me parece! – Exclamó Wasabi, viendo con horror la escena ante sus ojos. ¿Es que acaso nadie se daba cuenta? ¡Tendrían que comprar más agua! Además de que lo que hacía era sucio, la manera en que venía... Le causaba escalofríos de sólo pensarlo.

Hiro dejó a un lado el agua y los miró.

–... Un estúpido perro me siguió.- Admitió. – Un tonto perro gris, café, ¡qué sé yo! ¡Ni pelo tenía! ¡Agh! Me siguió hasta la entrada del edificio, ¡y no me dejaba en paz! ¡Lo peor es que miren! – Hiro mostró su chaqueta, la cual ahora tenía un orificio en la manga, pero no estaba rota, sólo descosida. – ¡Rompió mi chaqueta, la mordió! Me costó caminar hasta la casa del tal Miguel, ¡¿Para qué, eh?! ¡Para que un perro la rompiera!

Go Go se levantó de la silla en la cual estaba sentada para arrebatarle la chaqueta y verificar que sólo eran berrinches de Hiro. Y efectivamente, Hiro siempre exageraba.

–Se puede arreglar, "niño genio" –

–¡Como sea! Hay perros agresivos aquí. –

–Tal vez le gustaste. – Murmuró Wasabi entre risas.

–¡Apuesto a que hubieras hecho lo mismo que yo! – Protestó Hiro.

–Sí bueno... ¿Quién tiene hambre? – Interrumpió Fred, tratando de que no volviera esa típica dualidad entre Hiro y Wasabi en unas vacaciones que se supone que debían ser relajantes.

–¡Oh, yo! – Respondió entusiasta tía Cass– Vi un restaurante aquí cerca cuando fuimos a comprar, ¡podemos ir! ¿Sí, Hiro? – Sonrió para después darle un abrazo cálido, para tranquilizarlo.

–Está bien, tía Cass, vamos. – Sonrió también, aceptando pues el hambre se apoderaba de él y había gastado energía en esa carrera.

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Una vez frente al restaurante, los chicos no dudaron en entrar. Un aroma desconocido pero que les abría el apetito se adueñó de sus fosas nasales, y en el caso de Hiro, hizo que su estómago gruñiera de hambre. Para su suerte aún había algunas mesas disponibles, por lo que corrieron para que nadie más les ganara el lugar.

Observaron el menú, descubriendo platillos que a todos les hacía salivar y querer probar todo lo que veían. Sin embargo no podían tenerlo todo, así que pidieron algo especial: Un delicioso pozole.

No sabían cómo diablos se comía, pero todos estaban entusiasmados por probar algo nuevo.

Hiro nunca había probado comida mexicana de verdad, y el hacerlo ahora de algún modo le emocionaba, sin embargo, al no saber comerlo sin regar todo a su paso, terminó con su camisa manchada.

–Demonios..– Murmuró el chico obligándose a quitarse su chaqueta rota (la cual milagrosamente se salvó de otro percance). Se levantó y corrió al baño, pues el líquido caliente comenzaba a traspasar su camisa y a quemar su piel, situación para nada agradable.

•"I Can't Help It..."• -Higuel. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora